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Garbiñe va en serio

Tras ganar Wimbledon y Cincinnati firma su mejor curso, se sitúa tercera del mundo y apunta al número uno en Nueva York

Muguruza, tras ganar a Halep la final del torneo de Cincinnati
Muguruza, tras ganar a Halep la final del torneo de Cincinnatilarazon

Muguruza sacó literalmente de la pista a Halep en la final de Cincinnati, con mucho más tenis que la rumana (algo normal) y también con mucho más carácter y agresividad (un poco más inesperado).

Muguruza sacó literalmente de la pista a Halep en la final de Cincinnati, con mucho más tenis que la rumana (algo normal) y también con mucho más carácter y agresividad (un poco más inesperado). Garbiñe tiene hambre, ha encontrado la fórmula ganadora y no quiere volver a pararse como le sucedió el curso pasado. Parece que va en serio, que la montaña rusa en la que se convertían sus actuaciones y sus resultados en otras ocasiones es cosa del pasado. Que ha encontrado la regularidad lo demuestran su ranking y sus títulos, porque nunca antes había ganado dos en un mismo año y en 2017 ya tiene Wimbledon y Cincinnati a la espera del último «grande» del curso.

De Nueva York podría salir como número uno del mundo, una de las pocas fronteras que le quedan por cruzar. Desde ayer es tercera en la lista por detrás de Pliskova y Halep, dos de las rivales que ha arrollado esta semana. No tenía un cuadro especialmente fácil, pero si ella está bien y juega a su nivel, pocas raquetas le pueden responder. Como reconocía no hace mucho a este periódico Luis Bruguera, su técnico cuando era niña, puede dominar el circuito incluso antes de que las Williams decidan retirarse.

Para hacerlo, Garbiñe necesita la solidez que le faltó, por ejemplo, hace algo más de un año, cuando reinó en la tierra batida de Roland Garros. Ella misma ha admitido con el paso del tiempo que aquel triunfo hizo que el suelo se moviera bajo sus pies y no supo ni aprovechar ni disfrutar el momento. Tras ganar en París se situó como segunda del mundo, su mejor posición histórica, y desde entonces las cosas dejaron de ir bien. Sumó varias derrotas ante jugadoras de mucho menos nivel, como la de los Juegos ante Mónica Puig o la de Sevastova en el US Open, una decepción que ahora le puede venir bien.

Gracias a aquel mal día, sólo tendrá que defender 70 puntos (cayó en segunda ronda) en NYC, con lo que si alcanza las rondas finales y dependiendo de lo que hagan Halep y Pliskova, podría dejar Flushing Meadows en lo más alto. 2017 lo empezó en el séptimo lugar mundial y todavía con cierta irregularidad. Falló en su defensa del título en Roland Garros, de donde se fue llorando por la presión del público francés, que se volcó con su compatriota Mladenovic. Aquellas lágrimas fueron su último signo de debilidad, aunque cuando la responsable de prensa le preguntó si quería abandonar la sala y dejarlo, contestó. «No, hay que estar en las buenas y en las malas. Adelante».

Desde entonces todo son sonrisas. Las que le acompañaron en Londres, entre partido y partido, junto a Conchita Martínez, y las de esta semana en Cincinnati, donde ha apabullado a cada una de sus rivales. Como preveía Luis Bruguera, «Garbi» ha encontrado la regularidad, tiene el mejor revés del circuito, su derecha quema la bola en sus buenos días y hasta se siente cómoda en la volea. «¡Seguimos!», decía ella ayer en Twitter. Nueva York espera.