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Boxeo

"Thrilla in Manila", el combate entre Muhamad Ali y Joe Frazier, el más duro de la historia, cumple 50 años

El tercer episodio de la lucha entre los dos boxeadores era la revancha definitiva y acabó siendo uno de los combates más recordados de la historia

Joe Frazier recibe un golpe de Muhamad Ali Ap

Era una hora extraña, las 10:45 de la mañana, para un combate extraordinario, pero hace 50 años las televisiones ya adaptaban los horarios de los grandes eventos a fuerza de millones. Y el tercer episodio de la lucha entre Muhamad Ali y Joe Frazier no merecía menos que un horario de máxima audiencia en Estados Unidos.

El 1 de octubre de 1975 con todo el mundo pendiente de ellos volvían a encontrarse dos de los mejores pesos pesados de la historia. Era la revancha definitiva. En el primer capítulo había ganado Frazier; en el segundo, sin ningún cinturón mundial en juego, la victoria fue para Ali. Otra vez, igual que en Ali-Foreman de Kinshasa, Don King, el promotor de los pelos de punta, había aprovechado el ego de un dictador para sacar unos cuantos millones de dólares de más. Cinco millones de la época se llevaba Muhamad Ali por la pelea; casi la mitad, Frazier, pero los dos doblaron sus ingresos con los derechos de televisión.

Joe Frazier estuvo del lado de Cassius Clay, pero odiaba a Muhamad Ali. Cuando su rival fue condenado a cinco años de prisión por desatender la llamada del ejército para combatir en Vietnam, Frazier se puso de su parte. El entonces todavía llamado Cassius Clay no llegó a ingresar en prisión, pero le impidieron boxear durante tres años. Frazier llegó a pedir al presidente Nixon que le devolviera la licencia. Ali se lo devolvió llamándole “tonto” y “feo” antes del combate, que quedó bautizado para siempre como “Thrilla in Manila” porque la afición a la burla de Ali le llevó a rimar “thrilla” con Manila y con gorila, que es como llamaba a Frazier.

Ali no parecía demasiado centrado en la preparación del combate en las semanas previas. A Manila llegó de la mano de su novia, Veronica Porsche, a la que llegó a presentar como su esposa obviando que seguía casado con Belinda, su esposa legítima, que cuando se enteró no dudó en viajar a Manila para reclamar su trono. Belinda no era el mejor sparring y la pelea en la suite del hotel no era la mejor manera de afrontar una pelea contra uno de los mejores Se pegadores de la historia, un hombre al que apodaban Smoking Joe porque sacaba humo de los sacos cuando los golpeaba.

Ali se permitió bromear en el comienzo del combate. Al ganador se le premiaba con un trofeo que ocupaba el centro del cuadrilátero antes de que los dos púgiles empezaran a medir sus puños. Ali se fue a por él y lo llevó corriendo a su esquina.

No hubo más risas. Desde el comienzo del combate los dos boxeadores comenzaron a pegarse como si fuera el último asalto. No importaba que el aire acondicionado del Coliseo Araneta, que había vendido sus 16.500 localidades y que los dos púgiles quedaran a merced del calor y de la humedad de la capital filipina. No hubo tregua.

Ali se refugió en las cuerdas como había hecho en Kinshasa contra Foreman, esperando el desgaste de su rival. Los puños de Frazier buscaban cualquier rincón de la piel de Ali para hacer daño, pero su rival extremaba la defensa y soltaba sus puños con precisión.

Cada golpe iba cargado de odio y de venganza. Se trataba de ganar y de aniquilar al rival. Pero los asaltos iban pasando y los dos resistían en pie, con la cara hinchada y el corazón herido. El desgaste físico no evitó que los dos boxeadores siguieran pegándose como si les fuera la vida en cada golpe. Ali se creció en los asaltos finales. Sus puños llegaban con más claridad a la cara y al cuerpo de su rival. En una de esas voló el protector bucal de Frazier, pero era una mole imposible de derribar. Hasta que llegó el descanso después del asalto 14.

Sólo quedaban tres minutos de pelea, pero ninguno de los dos daba para más. Eddie Futch, el preparador de Frazier, le pidió que lo dejara. En la otra esquina, desmadejado, Ali y su entrenador, Angelo Dundee, celebraban que su rival hubiera tomado antes la decisión de abandonar.

Ali acababa de ganar la que se considera la pelea más dura de la historia. Hay motivo. Ferdie Pacheco, el médico de la pelea, explicó en su libro autobiográfico que el cerebro de Ali tardó un día en volver a funcionar con normalidad y murió convencido de que en esa pelea estuvo el origen del parkinson que atacó al campeón años después. Frazier estuvo seis días ingresado en un hospital alimentándose con una sonda después de que los golpes de Ali hubieran paralizado su aparato digestivo.