Análisis

El título de Unicaja o cuando en la Copa todo volvió a ser posible

La victoria de los malagueños se traduce en que el nivel de la clase media ha crecido y los grandes han estado muy lejos de su nivel

El banquillo del Unicaja celebra el título en los segundos finales del partido
El banquillo del Unicaja celebra el título en los segundos finales del partidoAFP7 vía Europa Press

Uno de los cánticos clásicos en cada edición de la Copa del Rey, da igual la sede y los equipos que compitan, es el «Estoy hasta los huevos del Barça del Madrid». En Badalona se ha oído bastante menos. El Barcelona cayó en cuartos y el Real Madrid, en semifinales. Por primera vez desde 2009, en el último título del Baskonia, el campeón de Copa no ha sido ninguno de los dos grandes. A partir de 2010 siempre uno de los clubes futboleros había levantado el trofeo (7/6 para los azulgrana). De ahí la reflexión de Txus Vidorreta: «Esto se ha parecido a las Copas de los noventa». En la última década del siglo pasado hubo ocho campeones diferentes: Zaragoza, Barça, Estudiantes, Real Madrid, Baskonia, Joventut, Valencia, y Manresa. En el Olímpico llegó el segundo título del Unicaja.

¿Qué le falló al Barcelona?

Con plantillas interminables y con los ocho participantes en la Copa compitiendo en Europa, los grandes no pueden apelar a las exigencias del calendario. El Barça dominó al Unicaja durante muchos minutos, pero fue incapaz de rematar la faena. Es el colmillo, la falta de «cabrones», que echa de menos Jasikevicius desde que regresó al Palau. Hay jugadores en el equipo que transmiten una falta de conexión inquietante con el entrenador. De las seis incorporaciones de este año ninguna fue importante en el tramo decisivo. El equipo quedó en manos de Higgins y Laprovittola con Mirotic desaparecido.

¿Cuál fue el problema del Real Madrid?

Los roles del Madrid en las últimas semanas se habían empezado a asentar, pero estaban sostenidos en un andamiaje endeble. La lesión de Llull y el mal estado físico de Rudy han destapado unas carencias que vienen de lejos y que se han aderezado con unos porcentajes de tiro que asustan (8/48 en triples para un 16 por ciento y uno de cada tres tiros libres fallados). Al equipo, sin sus dos capitanes, le faltó «alma» como dijo Chus Mateo. Los problemas en la dirección son inquietantes para lo que está por venir. Williams-Goss y el Chacho no convencen al técnico. Hanga sí, pero para ser importante necesita estar al nivel que mostró en la última final de la Liga Endesa. Y habrá que ver cómo regresa Llull.

¿Una edición mejorable?

El nivel de juego de la clase media ha sido muy elevado, pero... vender un producto que se prolonga por encima de las dos horas y sin necesidad de prórrogas es complicado en tiempos de consumo inmediato. Hubo partidos que se eternizaron por los famosos parones para revisar las jugadas. Y más de una revisión se prolongó más allá del tiempo de tregua entre cuarto y cuarto. Otra señal de alarma fueron los asientos vacíos en los cuartos de final: en dos de ellos apenas se superaron los 9.000 espectadores y en otro, los 10.000. Y eso en el Olímpico (12.000) no se podía disimular. Esta edición ha confirmado que la Copa es más Copa en ciudades de tamaño medio. El ambiente en la fan Zone, espectacular, pero la cercanía de Barcelona disgregó a las aficiones. La primera candidatura que suena para la próxima edición es la de Málaga, ya que el nuevo pabellón del Valencia parece que no estará en febrero de 2024.

Sí hubo Clásico...

No hubo Madrid-Barça de los grandes, pero sí fue la final de la MiniCopa. Ganó el Madrid (84-74, con el maliense Landoure sumando 56 puntos y 33 rebotes), pero lo mejor es que en el Olímpico hubo más de 8.000 aficionados. Ricky, Doncic, Garuba, Santi Aldama, Domantas Sabonis... 114 jugadores que han disputado el torneo han llegado a la élite. Un evento ejemplar.