Estado de alarma
España va hacia una fase de destrucción de empleo intensa en la segunda mitad de 2020
Ahora toca buscar medidas para alargar los ERTE en la medida en que la desescalada de la actividad todavía va a tardar un tiempo por la caída de demanda
Estos 100 días de estado de alarma han supuesto la experiencia más traumática para la sociedad española en muchísimos años. Ha dejado también una sensación de vulnerabilidad que nuestra sociedad no había conocido. En Occidente pensábamos que estas pandemias eran cosas que pasaban en otras partes del mundo y que nunca podían llegar a Europa. Por otro lado, ha supuesto un ejercicio de civismo colectivo muy importante porque la población ha respondido muy bien a unas medidas muy drásticas de reducción de la movilidad y de la actividad que nos han permitido rebajar unas tasas de contagio que eran espectaculares y que podían haber colapsado nuestro sistema sanitario. Y en las cuestiones más socioeconómicas estamos ante una crisis que no tiene precedentes ni manual de instrucciones. Se trata de una crisis a la que ha habido que hacer frente en el primer impacto a través de medidas de emergencia para la contención de empleo y de empresas con las fórmulas de liquidez para las empresas y de flexibilización de los ERTE para que asumieran los costes salariales y de cotizaciones sociales de más de tres millones largos de trabajadores. Esto ha llevado a que por primera vez en la historia económica española la caída del empleo sea menor que la caída de la economía. Pero hay que tener en cuenta que esto es una fórmula para amortiguar el impacto. Ahora toca buscar medidas para alargar estos ERTE en la medida en que la desescalada de la actividad todavía va a tardar un tiempo por la caída de demanda. Por tanto, hay que reactivar la economía con planes de inversión y de movilización de recursos en sectores muy intensivos en mano de obra. Algo de eso se está haciendo con mayor o menor fortuna.
En Europa nos jugamos la mitad de este partido. Es prioritario para España, pero también para el conjunto de la UE que se liberen recursos que no estén condicionados a medidas de recorte o consolidación fiscal. Cualquier condicionamiento debería estar vinculado a una mejora de la estructura productiva y económica. Y hace falta que estos recursos estén financiados con cargo a los presupuestos de la UE en base a una emisión de deuda común. Hay que diseñar planes estratégicos de los sectores en los que España tiene mejores ventajas comparativas. Hay que reforzar los servicios públicos empezando por el sociosanitario y de atención a la dependencia, que ha mostrado sus serias deficiencias. También inversiones en políticas industriales, buscando la confluencia con las empresas y la formación, para canalizar todos los recursos que puedan venir de Europa y que seamos capaces de generar en España con una reforma fiscal profunda. Ese es el escenario en el año y medio que tenemos por delante. La caída del PIB en toda Europa no tiene precedentes en época de paz. Iremos a una fase de destrucción de empleo intensa en la segunda mitad del año, será muy duro en el corto y medio plazo. Pero se trata de alinear todas las políticas en Europa. En 100 días nos ha tocado reinventar cómo hacer política económica y sindicalismo.
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