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La pandemia de la COVID-19 ha acelerado la llegada al pico de consumo de petróleo y todo parece indicar que éste no se va a recuperar ya. Así lo afirma el informe «Energy Outlook 2020» de la compañía bp
El informe «Energy Outlook» 2020 analiza la posible evolución de los mercados energéticos mundiales de aquí a 2050 y en él es contundente al dar por hecho que ya hemos alcanzado el pico de consumo de petróleo. De hecho, según recientes informes de la Agencia Internacional de la Energía, el consumo en lo que llevamos de 2020 es de 9,3 millones de barriles diarios menos que en el mismo periodo de 2019.
El informe tiene en cuenta tres posibles escenarios de aquí a 2050, más optimistas o menos en términos de descarbonización. Sin embargo, uno de los puntos comunes en los tres escenarios proyectados es la caída de la demanda de petróleo en los próximos 30 años de entre el 10%, en el más timorato, hasta el 80% en el más agresivo. Todo en un contexto en el que la demanda energética va a seguir subiendo a nivel mundial «impulsada por el aumento de la prosperidad y los niveles de vida en el mundo emergente», y lo puede hacer hasta un 25% en este periodo.
«El mundo va por una senda insostenible. Para lograr una caída rápida y sostenida de las emisiones de carbono es probable que se requiera de medidas políticas, encabezadas por un aumento significativo de los precios del carbono. Estas políticas deben reforzarse aún más a través de la introducción de cambios en los comportamientos y preferencias de la sociedad. La demora de estas medidas políticas y de los cambios sociales puede aumentar considerablemente la magnitud del desafío y dar lugar a importantes costes económicos», sostiene el informe.
Tres futuros posibles
El escenario Rapid (rápido) asume la introducción de medidas políticas, lideradas por un aumento significativo en los precios del carbono. Así, la caída de las emisiones derivadas del uso de la energía se estima en un 70% en 2050 en comparación con los niveles de 2018. Este escenario está en línea con la limitación del aumento de las temperaturas globales muy por debajo de los 2º C para 2100 con respecto a los niveles preindustriales.
Por su parte, el escenario Net Zero (emisiones netas cero) «asume que las medidas políticas del Rapid están reforzadas por cambios significativos en el comportamiento y preferencias de la sociedad y los consumidores, como una mayor adopción de economías circulares y colaborativas y un cambio a fuentes de energía bajas en carbono», explica bp. En este caso la reducción de emisiones de carbono alcanzaría hasta el 95% para 2050. Este escenario está alineado con la limitación del aumento de las temperaturas a 1,5º C.
El peor escenario es el Business-as-usual o BAU (sin cambios). En él, las políticas gubernamentales, las tecnologías y las preferencias sociales siguen evolucionando de manera y a una velocidad similares al pasado reciente. En BAU, las emisiones de carbonoderivadas del uso de la energía alcanzan el punto más alto a mediados de esta década de 2020, pero no disminuyen de manera significativa, sino que supone una reducción de las emisiones en 2050 inferior al 10% con respecto a los niveles de 2018.
Elementos comunes
En dos de los tres escenarios hay una serie de parámetros comunes. Uno es el aumento significativo en los precios de carbono, «alcanzando en 2050 los 250 dólares/tonelada de CO2 en países desarrollados y 175 dólares/tonelada en economías emergentes. Los precios son más bajos en el escenario BAU, donde de media la tonelada de CO2 estaría entre los 65 y los 35 dólares para 2050 en economías desarrolladas y emergentes, respectivamente», dice el informe.
El segundo punto en común es la demanda de energía, que en cualquiera de los tres escenarios aumenta. Primero se estancaría en Rapid y Net Zero a medida que se aceleran las mejoras en la eficiencia energética. «En BAU, la demanda sigue creciendo a lo largo de todo el período previsto en el Outlook, alcanzando alrededor de un 25% más para 2050».
Otra de las variables comunes es el cambio en el sistema energético hacia un modelo de cero emisiones. Tanto en las perspectivas más optimistas como en aquellas que no lo son tanto se observa una disminución de la participación de los hidrocarburos y un aumento de las renovables. Sin embargo, la escala del cambio varía significativamente entre los escenarios, con la disminución de la participación de hidrocarburos en la energía primaria de alrededor del 85% en 2018 a entre el 65 y el 20% en 2050 y el aumento de la energía renovable entre el 20%-60%.
En todos los casos el consumo de petróleo desciende entre un 10% y un 80% para 2050. En el escenario más conservador, la demanda se mantiene plana hasta principios de esta década y tanto en Rapid como en Net Zero, el consumo de petróleo nunca se recupera del todo de la caída causada por la COVID-19. La disminución se debe principalmente a la creciente eficiencia y electrificación del transporte por carretera. En los tres escenarios el uso del petróleo en el transporte alcanza su punto máximo a mediados y finales de esta década.
En cuanto a renovables y gas como combustible de transición el «Outlook» señala que las primeras serán las que más rápido crezcan en los próximos 30 años. De ellas la solar y la eólica concentrarán el mayor aumento. «La energía primaria procedente de las renovables crece hasta un 60% en 2050 en Net Zero, 45% en Rapid y 20% en BAU». Pero, asegura bp para que esto se verifique hace falta acelerar en la construcción de capacidad renovable.
«En Rapid y Net Zero el aumento anual medio de la capacidad eólica y solar durante la primera mitad del período es de entre 350 GW y 550 GW, respectivamente. En 2000 el promedio anual era de unos 60 GW». Respecto al gas su futuro es muy variable, ya que en esta transición puede apoyar el abandono del carbón en aquellas economías en desarrollo de rápido crecimiento en las que las renovables no pueden crecer con tanta rapidez como para sustituir al carbón directamante.
Apuesta por descarbonizarse
bp quiere llegar a ser neutra en carbono para el año 2050. Para ello, lo primero es reducir la producción de petróleo, entre un 30 y un 40% en la próxima década, y no expandir la actividad extractiva en nuevos países. Este es solo uno de los pilares de su estrategia de sostenibilidad a 2030 y 2050.
Asimismo, la multinacional quiere impulsar sus inversiones en renovables y bioenergía, además de apostar por el hidrógeno y sistemas de captura y almacenamiento de carbono. Solo para 2030 espera haber multiplicado por 20 su capacidad renovable respecto a 2019 (de los 2,5 GW a los 50 GW) y aumentado hasta diez veces las inversiones bajas en carbono (esto supone alrededor de 5.000 millones de dólares anuales frente a los 500 millones actuales). Por otro lado, la firma espera «ayudar a acelerar la revolución global en movilidad». Todas esta medidas reducirán las emisiones de la compañía alrededor de un 35% en una sola década.
El papel del hidrógeno
Para 2050 el mundo continuará electrificándose. Las previsiones afirman que ese año la participación de electricidad en el consumo final total aumenta entre un 34% en BAU y más del 50% según el escenario. Sin embargo, el cambio de combustibles hacia otros menos contaminantes y el uso cada vez mayor de sistemas de captura de carbono hacen que las emisiones de gases de efecto invernadero del sector eléctrico disminuyan en más de un 80% en el escenario más optimista (lo haría solo un 10% en el más conservador).
En este nuevo mix el hidrógeno adquiere un papel fundamental y para 2050 representará del 7% del consumo final de energía (excluyendo los usos no combustibles) en Rapid y el 16% en Net Zero. Por su parte «el biometano puede sustituir al gas natural y la biomasa utilizada predominantemente en el sector eléctrico. Y hacerlo entre un 7% y un 10%».
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