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Transición energética

La mitad de los embalses de España se acerca al límite de su vida útil

El 53% provocará daños «graves» en ciudades en caso de rotura o fallos. La ONU cifra entre 50 y 100 años la edad operativa. Las energéticas certifican la seguridad de las hidráulicas

Embalse de Eugi, en Navarra larazonMANCOMUNIDAD DE LA COMARCA DE PA

La mitad de las cerca de 1.200 grandes presas españolas, con una capacidad de unos 56.000 hectómetros cúbicos, se acerca al límite de su vida útil. Unos 450 grandes embalses tienen más de 60 años, son anteriores a 1960, y más de 100, que ya existían en 1915, han cumplido más de un siglo. Así lo recoge el inventario de presas y embalses de España, en el que se detallan los potenciales riesgos en función de tres categorías. La mayoría de los embalses del mundo tienen una vida útil estimada entre 50 y 100 años, según el último informe del Instituto del Agua, Medio Ambiente y Salud de la ONU (INWEH).

El documento «Envejecimiento de infraestructuras de agua: un incipiente riesgo global», advierte que para 2050 la mayoría de la población del planeta vivirá aguas abajo de decenas de miles de grandes embalses construidos en el siglo XX y que en muchos casos están operando más allá de su vida útil inicial. Los datos recogidos, con casi 60.000 grandes embalses en todo el mundo que contienen hasta 8.300 billones de litros, constatan el rápido aumento de las roturas de las presas como consecuencia de su envejecimiento o por el empeoramiento de las condiciones climáticas.

PresasAntonio Cruz

Entre 1950 y 2004, el número de roturas acumuladas nunca superó la veintena por lustro. Pero a partir de 2005, los fallos de los embalses de han multiplicado. En el periodo 2005-2009 se contabilizaron casi 75 fallos. Entre 2010 y 2014 la cifra aumentó a casi 100. Y entre 2015 y 2019 el número se disparó a casi 175 roturas.

España es la décima potencia global en grandes presas. La tradición proviene de los tiempos romanos. De hecho, el Inventario de grandes presas se estrena con las extremeñas de Cornalbo, originaria de la época augustea aunque reformada por una obra de hace un siglo, y Proserpina, también del siglo I. Aunque de las 1.064 grandes presas españolas inventariadas por la ONU tienen una edad media de 56 años, lejos de los 106 años de media de las 580 recogidas en Reino Unido, el envejecimiento de estas infraestructuras obliga a clasificar las presas en función del riesgo potencial derivado de su posible rotura. Según los datos publicados por la Dirección General del Agua, dependiente de la secretaria de Estado de Medio Ambiente encuadrada en el Ministerio de Transición Ecológica, el 53% del total de las presas, diques de collado y balsas españolas, tanto en proyecto como en construcción y explotación, pueden causar daños graves o importantes en núcleos de población en caso de rotura o incorrecto funcionamiento, 861 embalses de los 1.623 analizados. De los 743 embalses cuya rotura implica un riesgo extremo, 416 son de titularidad estatal y 327 son concesiones.

Las presas españolas afrontan un doble reto porque a los esfuerzos cada vez mayores necesarios para su conservación y rehabilitación se unen los efectos del cambio climático y en particular las riadas, el riesgo natural más importante en España, con casi 2.500 grandes inundaciones en los últimos 500 años, a razón de unos 500 millones de euros al año de pérdidas. Los embalses cobran una relevancia capital para contener estas avenidas de agua y también su seguridad.

En este sentido, la ONU advierte que para 2050 la mayoría de la población del planeta vivirá aguas abajo de decenas de miles de grandes embalses construidos en el siglo XX y que en muchos casos están operando más allá de su vida útil inicial. La cantidad de agua que contienen estos embalses suman entre 7.000 y 8.300 billones de litros, lo suficiente para cubrir alrededor del 80 % de la masa terrestre de Canadá, el segundo país más extenso del mundo, bajo un metro de agua.

A mediados del siglo XX se produjo una explosión en la construcción de grandes presas que se prolongó durante la década de los años sesenta y setenta en Asia, Europa y Norteamérica y continuó hasta la década de los ochenta en África. La mayoría de estos grandes embalses construidos entre 1930 y 1970, unos 58.700, tienen una vida útil original de entre 50 y 100 años, aunque el informe señala que las presas bien diseñadas, construidas y mantenidas pueden llegar a los 100 años de servicio con relativa «facilidad». Pese a todo, tras 50 años de existencia, un gran embalse construido con cemento «empezará a mostrar con toda probabilidad señales de envejecimiento», indican los autores del informe de la ONU. «Tenemos un problema masivo de envejecimiento de las infraestructuras de almacenaje de agua en todo el mundo», remarcan. Entre estas señales de envejecimiento se encuentran desde el aumento de la sedimentación hasta un incremento de los costos de reparación y mantenimiento pasando por su rotura.

Los autores del informe de la ONU añaden que el envejecimiento de los embalses también los hace más vulnerables a la crisis climática debido al incremento de la frecuencia de eventos extremos, como inundaciones o el aumento de la evaporación del agua retenida, lo que puede acelerar la pérdida de su operatividad en condiciones optimas.

La seguridad en España, garantizada

No lo estiman así las energéticas consultadas por LA RAZÓN, que destacan la buena salud estas infraestructuras, operadas en concesión por Iberdrola, propietaria de las mayores presas hidroeléctricas en España, Endesa y Naturgy. Las fuentes consultadas en el sector indican que la edad media de los embalses para generación de electricidad cuenta con menos de 60 años de antigüedad y que, en su inmensa mayoría pueden operar con todas las garantías más allá de mediados de siglo. Además, destacan que las presas destinadas a la producción hidroeléctrica, que representan en torno al 20% del total, son un pilar en el futuro de las energías renovables y una tecnología consolidada crucial para respaldar a la eólica y la solar en el proceso de transición energética.

Las energéticas consideran desmedido el informe de la ONU, centrado en el desmantelamiento de las presas, cuando el propio estudio admite que en el caso de Europa, los cierres no están motivados por falta de seguridad sino por aspectos ambientales.

Respecto a la seguridad, el sector recuerda que en España existe una normativa muy rigurosa. Así, cada presa se clasifica según el riesgo de una hipotética rotura y, en función de dicha clasificación, se exigen unas normas de explotación y emergencia. Las fuentes recuerdan que la vida media de los embalses en Reino Unido o Japón supera los 100 años sin mayores contratiempos.

A ello se une la amplia experiencia de España en esta materia y la alta cualificación de sus ingenieros, técnicos y sus equipos de control. Buen ejemplo de ello es Iberdrola, que dispone de un servicio de Explotación para cada una de sus grandes presas; un equipo experto de más de 60 personas dedicado solo al control de la seguridad. España es el décimo país en número de grandes presas y cuarto en potencia de bombeo de Europa, solo superado por Italia, Alemania y Austria. El almacenamiento hidroeléctrico bombeado garantiza el suministro en todo momento y es la mayor reserva de energía del que dispone en la actualidad la UE para amortiguar subidas de precios de la electricidad.

La nacionalización de Podemos y los 75 años de concesión

El desarrollo del bombeo choca con la legislación, reiterada por la Audiencia Nacional, que impide, a día de hoy, prorrogar las concesiones de explotación más allá de los 75 años. La Ley de Aguas dice que «al extinguirse la concesión, revertirán a la Administración, gratuitamente y libres de cargas, cuantas obras hubieran sido construidas en el dominio público hidráulico». En 2030 caducarán casi la mitad de las concesiones de las 800 instalaciones hidroeléctricas del país y Podemos quiere esos embalses para su energética pública. Pero su antigüedad, los costes de mantenimiento y las inversiones para desarrollar el bombeo hacen inviable la asunción por el Estado.
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