Opinión

La crisis, la pandemia y el banquero romántico

Los bancos y sus directivos acumulan muchos problemas. Baja rentabilidad, exceso de oficinas y ajustes de personal inevitables pueden ser un cóctel tan necesario como difícil de digerir

Edificio de la sede de BBVA en Madrid
Edificio de la sede de BBVA en MadridIsabel InfantesEuropa Press

Keynes, admirado y discutido, diletante y a veces cínico, hablaba del banquero tradicional como «el más romántico de los hombres», aunque esa opinión quizá tampoco fuera popular en su época. Eran otros tiempos, también de pandemia, la de la mal llamada «gripe española» de 1918-1919. Un siglo después ya no hay banqueros –grandes accionistas o propietarios de sus entidades– sino directivos bancarios que también serían «exactamente igual que las demás personas, solo que más ricos», según el poeta americano Odgen Nash.

La pandemia tampoco distingue de profesiones, aunque unas tengan más riesgo que otras. Dolores Dancausa, consejera delegada de Bankinter, se perdió la Junta General de la entidad por el dichoso virus, la víspera además de abrir la ronda de presentación de resultados trimestrales. Bankinter ganó 148,3 millones de euros, un 13,8% más que en el mismo periodo de 2020, en los albores de la pandemia. La próxima semana anunciarán sus cuentas Santander, BBVA, Sabadell y el nuevo CaixaBank y se espera que sean razonablemente positivas, sobre todo en comparación con las de hace un año, aunque las dificultades de rentabilidad siguen ahí.

Bancos y directivos bancarios tienen un problema, casi insoluble, de percepción pública. Manejan cantidades ingentes de dinero y sus beneficios, en términos absolutos, también son muy llamativos, como las pérdidas cuando las tienen. Sin embargo, la rentabilidad del negocio –medida sobre activos o sobre el capital– suele ser mínima y muy inferior a la de otros negocios. Resultados mil-millonarios como los que anunciarán estos días –y que es lo mejor para todos y para el país– alimentarán la demagogia extremista. El Gobierno, el de la parte PSOE, por lo menos, que entiende que es necesario que los bancos vayan bien, se ha puesto la venda antes de la herida, y por boca de la ministra Nadia Calviño reclama contención en los salarios millonarios de los directivos bancarios, justo cuando los anuncios de reducciones de empleo se multiplican.

La fusión CaixaBank-Bankia iba acompañada, desde su origen, de un ajuste de personal, pero el anuncio de que afectará a 8.291 personas en la entidad que dirigen Goirigolzarri y Gortázar ha puesto los pelos de punta a muchos. Como los 3.798 trabajadores de los que quiere prescindir el BBVA de Carlos Torres, los 1.800 del Sabadell de Oliú y González Bueno, a los que habría que unir los más de 3.500 que dejaron el Santander de Botín que, por cierto, está a punto de cambiar al consejero delegado en España. Rami Aboukhair será sustituido por Antonio Simöes, lo que confirma que el oficio de directivo bancario es una actividad de riesgo, aunque bien pagada.

Los bancos tienen muchos problemas en todas partes en tiempos de tipos de interés negativos y los españoles algunos añadidos. El número de oficinas bancarias en España, reducidas de 46.000 a poco más de 22.000 entre 2008 y 2020, es todavía muy elevado. En España hay casi 50 oficinas bancarias por cada 100.000 habitantes, frente a 38 en Suiza, 34 en Francia o 30 en Estados Unidos. La pandemia, además, ha confirmado que muchas sobran y ha servido de coartada a las entidades para alejar todo lo posible a los clientes de las sucursales, en donde restringe su presencia hasta lo inimaginable, aunque la parroquia más joven hace tiempo que solo operaba –salvo ciertos asuntos crediticios– de forma telemática.

En ese escenario, menos oficinas, servicios centrales unificados y clientes a distancia, las plantillas están sobredimensionadas y abocadas a reducciones sucesivas –las de ahora no serán las últimas– en condiciones mejores o no mejores. El trabajo bancario tradicional empieza a ser historia, igual que los banqueros fueron sustituidos por directivos. Todo ha cambiado mucho desde que Keynes hablaba del banquero formal, como «no el que prevé los peligros y sabe evitarlos, sino el que, cuando se arruina, lo hace de una manera convencional y ortodoxa, y en compañía de sus colegas, de manera que nadie pueda reprochárselo. Es parte imprescindible del banquero mantener las apariencias y profesar respetabilidad y esas prácticas le convierten en el más romántico y menos realista de los hombres». Y más ricos, como apostillaba Nash.

Subida generalizada de impuestos o adelanto electoral

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que nunca ha ocultado su intención de subir los impuestos, matiza ahora, en plena campaña electoral madrileña, que «jamás he dicho que vaya a subirlos durante la pandemia», lo que abre la incógnita de quién y cuándo determinará que ha terminado la pandemia y también que si esas medidas se retrasan más de los Presupuestos de 2022 quizá presagien un adelanto electoral. Nadie pide el voto tras subir impuestos.

La pandemia generó casi 13 billones nuevos en bonos públicos y privados

La emisiones brutas de bonos a lo largo del ejercicio 2020, pero concentradas sobre todo en el periodo posterior a la declaración de la pandemia, rozaron la fabulosa cifra de casi 13 billones de dólares, de los que 12,19 billones se generaron en las economías desarrolladas y apenas 750.000 en las denominadas economías emergentes. Estados Unidos con 6,483 billones lanzados al mercado figura en primera posición de forma muy destacada y casi triplica las de la zona euro, que sumaron 2,492 billones, de los que 276.000 millones correspondieron a España, según el informe «Evolución de los mercados de capitales internacionales durante la pandemia», elaborado por los economistas Laura Álvarez, Alberto Fuertes, Luis Molina y Emilio Muñoz de la Peña y publicado por el Banco de España.