Distribución
Zara se va de Venezuela
Las franquicias de Inditex en el país suramericano, propiedad de Camilo Ibrahim, uno de los accionista de Plus Ultra, han bajado las persianas tras 22 años en el país
Llevaba en el país casi el mismo tiempo que el chavismo gobernando, y después de 22 años, finalmente las tiendas de Inditex en Venezuela han cerrado sus puertas. Esta semana, los cinco locales que aún quedaban operando en Caracas de Zara han bajado las persianas y ocultado los logos de sus fachadas. Lo mismo ha ocurrido con seis de Bershka y cuatro de Pull&Bear.
El grupo fundado por Amancio Ortega había ordenado que su presencia en Venezuela terminara y los locales de Zara remataran las piezas que quedaban en las estanterías, además de los mobiliarios, escaparates y hasta maniquíes, según publicó la revista local “Producto”, citando fuentes corporativas. Hasta ahora, las tiendas mostraban colecciones ya vencidas, poca variedad y una gran disminución de sus operaciones.
Zara se va de una Venezuela, en la que tuvo hasta que cambiar su modelo corporativo para poder sobrevivir. Comenzó sus operaciones casi con el cambio de siglo y en una Venezuela que auguraba infinitas oportunidades comerciales. El grupo llegó a tener 22 establecimientos distribuidos en Caracas, Valencia y Margarita: ocho de Zara, cinco de Pull&Bear y nueve de Bershka. Pero bajo el régimen chavista, el capital siempre está bajo sospecha. En 2004, Hugo Chávez acusó a la empresa de fraude fiscal, aunque no hubo acciones posteriores. En 2007, las presiones condujeron a que la compañía cambiara su modelo de negocio y entregara las tres marcas en franquicias corporativas de la firma Phoenix World Trade, cuyo único socio local es el empresario venezolano-libanés Camilo Ibrahim, también propietario de la cuestionada aerolíneas Plus Ultra.
Precios controlados
Pero las relaciones con el régimen no mejoraron. En 2013, el Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (Seniat) obligó a Zara a pagar una multa de 85.000 dólares por aumentar sus precios tras la devaluación del bolívar. Así, afrontaron la crisis cambiaria que acabó con la fuerza de la moneda local, la hiperinflación y hasta dificultades para lograr importaciones, debido a grandes multas y complejidades burocráticas. Poco a poco, las tiendas fueron perdiendo el brillo que en algún momento las caracterizó, y terminaron convertidas incluso en ejemplo del “puño de hierro” de Nicolás Maduro cuando terminó rematando piezas con locales militarizados y precios controlados.
Las dificultades no amainaron a pesar de la influencia de Camilo Ibrahim, quien en Venezuela se ha hecho acreedor de varios negocios prósperos recientes y hasta ha logrado instaurar varios de ellos en sitios de propiedad estatal gracias a exclusivas concesiones del régimen que encabeza Maduro.
Por ahora, los empleados de Zara, Bershka y Pull&Bear en Venezuela no han sido despedidos. Según algunos de ellos, continuarán a la orden de Phoenix World Trade, que planea inaugurar en los mismos espacios nuevas tiendas que mostrarán nuevos nombres. Lola, Anakena y Push&Co sustituirán, respectivamente, las marquesinas de las tiendas. Servirán para seguir vendiendo mercancía rezagada y cambiar el perfil de la oferta, como ya lo hace el mismo grupo empresarial que hace algunos años inauguró la cadena de tiendas Balú, que se nutre de importaciones de H&M y algunas otras provenientes de China, y ya se había instalado en tiendas que antes eran ocupadas por Zara.
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