
Opinión
Montoro: el ministro «colorao» que crujió a sus votantes
Cristóbal Montoro, que coqueteó con la izquierda de joven, aplicó una política fiscal que contribuyó a la caída electoral del PP de Mariano Rajoy

Cristóbal Montoro es un ejemplo de meritocracia, constancia y superación personal. Nació en una familia muy humilde en Cambil (Jaén), en la Andalucía profunda de la postguerra, pero llegó a ser catedrático y ministro en dos ocasiones. Coqueteó, según quién lo cuente, con la izquierda de la izquierda en su juventud, para evolucionar hacia un liberalismo que nunca convenció a sus críticos. Siempre ha sido, de alguna forma, un desclasado social y académico.
La figura de Cristóbal Montoro, imputado por haber beneficiado –presuntamente– a empresas cuando era ministro, solo se explica por su historia personal. No le gusta que le recuerden la humildad de sus orígenes. Creció en el pueblo de Cambil hasta que en 1965, a los 15 años, se trasladó con su familia a Madrid.
Su padre, Gil Montero, llegó antes, pero hasta que no logró unos ingresos mínimos no trajo a su mujer y a sus dos hijos, Cristóbal y Ricardo. Vivían en un piso, cuarto sin ascensor, de 70 metros, en el Paseo de Extremadura. El empresario vasco que empleaba a su padre les ayudó, aunque tuvieron que apretarse el cinturón. Su hermano ha contado una anécdota de entonces. Un día, llegó un cobrador a casa de los Montoro. Lo recibió su madre, que lamentó los problemas que tenían para pagar. El cobrador, al ver a Cristóbal y su hermano, comentó: «El mayor pronto podrá trabajar y ayudar», a lo que la madre le respondió: «Nos privaremos de lo que sea, pero mis hijos estudiarán».
Montoro y su hermano Ricardo, también catedrático, que fue presidente del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), se aplicaron con los estudios y ambos iniciaron una carrera académica. Es la época en la que amigos de entonces cuentan que Montoro era un personaje «inquieto socialmente», habitual en los ambientes de izquierda, influido por su novia y luego primera mujer, Josefina Duro, con la que tuvo dos hijas y de la que se separaría años después. Hay quien incluso le atribuye lazos con la Joven Guardia Roja, pero no existe ninguna constancia. Montoro luego evolucionaría, en teoría hacia el liberalismo con matices, porque su política como ministro encajaría más en la socialdemocracia. Él rechaza ese pasado y le incomoda que se lo recuerden. Explica, si no le queda más remedio, que nunca fue «rojo» sino tan solo «un poco colorao».
Montoro, tras licenciarse en economía y presentar la tesis doctoral, se integró en el departamento de Hacienda de la Universidad Autónoma de Madrid. Eugenio Domingo Solans (1945-2004), que sería el primer español en el consejo del Banco Central Europeo, fue su mentor. También allí coincidió con José Folgado (1944-2020), más tarde secretario de Estado con Aznar. Montoro tenía urgencia por ser catedrático, pero carecía de prestigio académico. Fuentes Quintana (1924-2007) ejercía mucha influencia sobre las cátedras en Madrid y siempre tenía otros candidatos. Entonces surgió una plaza de Hacienda Pública en la Universidad de Cantabria y Montoro, con el apoyo de Eugenio Domingo, se presentó y la ganó.
Poco después Domingo accedió a la dirección de Estudios del Instituto de Estudios Económico (IEE), impulsado por la CEOE, y llamó a Montoro como su segundo. Luego sucedería a su mentor y, desde el IEE, de la mano de Pedro Arriola (1948-2022), empezó a adiestrar a José María Aznar y Rodrigo Rato en temas económicos. En esa época, casado con Josefina Duro, tuvo que soportar alguna situación incómoda cuando en una reunión social de CEOE su mujer pronunció una soflama izquierdista en un corrillo en el que estaba José María Cuevas.
Cristóbal Montoro, dicen sus amigos, se transformó cuando, como San Pablo, se cayó del caballo. Aficionado a la equitación, tuvo un accidente y permaneció ingresado un tiempo, con daños en el coxis. Allí, ya separado de su primera mujer, conoció a Beatriz, una enfermera que le atendió y con la que se casó poco después. Tras la victoria del PP de Rajoy en 2011, Montoro volvió al Gobierno como ministro de Hacienda. Las cuentas públicas eran un desastre. El Estado gastaba dos euros por cada uno que ingresaba. Fue el origen de la política fiscal que machacó a los votantes del PP.
Su primera decisión, aconsejada por Álvaro Nadal, hermano de Alberto, nuevo responsable económico del PP, fue subir el IRPF. Había quiénes recomendaban aumentar el IVA, pero optó por la renta. Reintrodujo el impuesto de patrimonio, que castiga sobre todo a las clases medias acomodadas, aprobó una insólita reforma fiscal y persiguió la inversión en el extranjero. Logró reducir el déficit de 100.000 a 30.000 millones, pero los ingresos del fisco subieron en 100.000 millones y el gasto público pasó de 488.000 a 501.000 millones. En ese periodo destacó por su histrionismo y prepotencia, y parece que por una utilización dudosa de los secretos fiscales, unida a un cierto desprecio a los ricos y menos ricos, muchos votantes del PP, que no entendían lo que hacía «su» Gobierno. Montoro siempre defendió que no había otra solución por la herencia de Zapatero.
Ahora está en el ojo del huracán.
Los que le conocen dudan de que se haya lucrado de forma personal y recuerdan su austeridad proverbial –muy contrastada–, pero pocos discuten las prácticas de sus antiguos socios. Es la historia de un ministro de juventud «colorada», de un desclasado social y académico llamado Cristóbal Montoro.
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