
Análisis
¿El sistema de pensiones es una inversión rentable para los cotizantes?
La única forma posible de rentabilizar nuestras aportaciones para la jubilación será complementando mediante sistemas de ahorro previsional

En el mundo financiero, cuando se pretende analizar una inversión, se utilizan una serie de herramientas que permiten comparar, teniendo en cuenta el valor temporal del dinero, el atractivo de la misma, comparando las cantidades de dinero que hay que aportar frente a las que se van a recibir. Todo ello a valor presente, de modo que si el montante total de lo que se recibe es superior a lo que se aporta, la inversión creará valor y será atractiva mientras que si es al contrario estaremos destruyendo riqueza y habría que descartar esa inversión.
En esta línea aparece el concepto de TIR como la máxima rentabilidad que se puede obtener cuando el valor de todas las aportaciones iguala al de las rentas recibidas, de modo que cuanto menor sea la TIR, la inversión será menos atractiva. Un valor positivo refleja que obtenemos más de lo que aportamos, uno igual a cero, que recibimos lo mismo que aportamos y uno negativo, que aportamos más de lo que recibimos.
Aplicado a las pensiones, la TIR es un indicador de eficiencia individual de nuestro sistema de reparto, mide la rentabilidad financiera que un trabajador obtiene del sistema público comparando todo lo que ha cotizado a lo largo de su vida laboral, como una inversión, con todo lo que presuntamente recibirá como pensión futura, calculados ambos importes a valor presente. En la actualidad, los diferentes estudios realizados muestran que la TIR de los trabajadores más jóvenes podría estar, con suerte, en el 1%, dependiendo de cada caso, mientras que en las generaciones pasadas estaba entre el 4%-6%.
Un ejemplo ilustrativo simplificado, sin ajustes por inflación ni aumento de bases ni valor temporal del dinero, para que se entienda el concepto. Imaginemos un trabajador con salario anual de 30.000 € que contribuye, junto a su empresa, con 10.000 € anuales en cotizaciones, durante 38 años y recibe una pensión de jubilación de 18.000 € anuales durante 20 años, implica que ha aportado 380.000 € y que recibirá 360.000 € en la edad dorada. No hay que hacer ningún cálculo algorítmico complejo para entender que el sistema hace aguas y que la TIR es negativa.
Llevado el sistema al sector privado, el análisis es mucho más riguroso, como muestra la medida para fomentar los planes de pensiones de empleo que no está cuajando, y con dimisiones, por la dificultad de las gestoras involucradas para conseguir los fondos para los diferentes vehículos de ahorro ya que apenas hay sectores económicos donde sea atractivo integrar este modelo dentro de sus planes de empleo. Como siempre, el papel lo aguanta todo, fue una idea brillante hasta que hizo contacto con la realidad, la lógica económica y los inversores que han mostrado tanto interés con estos planes como el de un gato por bañarse.
La parte positiva de este fracaso es que por fin, empresarios, trabajadores y gestoras de fondos se han puesto de acuerdo en algo, en que no les interesa este concepto tal y como está diseñado, porque no es suficientemente rentable. Los únicos a favor del modelo son los sindicatos porque no tienen que arriesgar ni un euro.
Ocurrencias aparte, está claro que, la única forma posible de rentabilizar nuestras aportaciones para la jubilación será complementando mediante sistemas de ahorro previsional, bien con fondos de pensiones privados, fondos de inversión o, con lo que más nos gusta en España, para quien pueda, la compra de vivienda habitual que sirva de fuente de ingresos en la jubilación mediante sistemas como la hipoteca inversa, la venta de la nuda propiedad o la venta con alquiler.
Mientras tanto, el Gobierno tendrá que impulsar el ahorro colectivo con otros planteamientos diferentes pues con el actual esperaba una avalancha de adhesiones y lo que ha conseguido es exactamente lo contrario, lo que pone de manifiesto que ha sido tan inspirador como un lunes sin café.
Sea como sea, las costuras de nuestro deficitario sistema de pensiones están próximas a romper, a menos que se siga manteniendo con nuevas y mayores contribuciones de modo que, como no cojamos este toro por los cuernos y pronto, nuestro sistema de pensiones necesitará un exorcismo en vez de una reforma.
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