Editorial
Sánchez, maniatado por su ala izquierda
No se entiende la reacción gubernamental, plena de optimismo, ante la retirada de la patronal de una negociación capital para el futuro de España
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es, sin duda, perfectamente consciente de que en la cultura política europea un acuerdo de reforma del sistema de pensiones que no cuente con el aval de uno de los principales actores sociales, como son los empresarios, supone una anomalía de difícil interpretación. De hecho, el discurso del Ejecutivo insistía, al menos hasta ahora, en la pretendida existencia de un gran acuerdo social que, sin embargo, ha saltado por los aires ante la intransigencia gubernamental respecto a la razonable demanda de la CEOE de que las nuevas cargas fiscales del sistema de la Seguridad Social no recayeran exclusivamente en las empresas y los trabajadores.
Tal vez, Bruselas, en su práctica habitual, se mantenga prudentemente al margen de los problemas internos de uno de sus socios, sólo atenta a que se cumplan los compromisos adquiridos por España –entre los que, también, se encuentra la reforma laboral, aunque no, precisamente, en el sentido que pretenden el sector comunista del Gobierno– y conceda un margen de maniobra al líder socialista. Pero el problema es que nos hallamos ante una muestra más de la presión que sufre el inquilino de La Moncloa por parte unos socios parlamentarios que ven en la debilidad del Gabinete un instrumento para cumplir sus agendas propias. Con un problema añadido: que su principal socio, Unidas Podemos, se enfrenta a un proceso de refundación de la izquierda radical que, simplemente, pretende la absorción del partido que fundó Pablo Iglesias por una nueva marca blanca de los viejos comunistas.
En este sentido, no deja de ser significativo que el anterior líder de los morados haya vuelto a la arena pública para agitar el fantasma del adelanto electoral, que dejaría a la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, sin tiempo para articular su proyecto alternativo. Esa encerrona, por supuesto, reduce las opciones de Pedro Sánchez de agotar una legislatura que atraviesa su ecuador, pero, al mismo tiempo, maniata al Ejecutivo a la hora de llevar a cabo las reformas estructurales que reclama la Comisión Europea, cada vez más insistente en la necesidad de descargar la economía y, sobre todo, el mercado laboral, del excesivo corsé regulatorio que la aprieta.
De ahí, que no se entienda la reacción gubernamental, plena de optimismo, ante la retirada de la patronal de una negociación capital para el futuro de España, no sólo de las pensiones, como si lo sucedido en la mesa negociadora careciera la menor importancia. Porque ese es el mensaje que Pedro Sánchez está trasladando ahora a los ciudadanos, pese a que constituye una flagrante contradicción con su postura anterior, la de que Bruselas exigía imperativamente un acuerdo que incluyera a la patronal. En política, viene siendo un recurso habitual el hacer de la necesidad, virtud, pero conviene cierta moderación.
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