Editorial

Fernández de la Vega, servidora del Estado

Nadie, en estos momentos de tensión partidista, en los que parece dominar la dialéctica de batalla sobre la búsqueda de los consensos básicos que conforman una Nación, podrá señalar un rasgo sectario en Fernández de la Vega

La renuncia de María Teresa Fernández de la Vega a la presidencia del Consejo de Estado, el máximo órgano consultivo del Gobierno de España, es la de una figura excepcional en el panorama político nacional, no sólo por su sólida formación jurídica, sino porque a lo largo de sus años de servicio a la vida pública ha demostrado, sin renunciar a sus principios ideológicos y a la vinculación, que no militancia, con una determinada formación de partido, que la política, mucho más que confrontación, es el mejor instrumento para lograr la cohesión y el avance social.

Nadie, en estos momentos de tensión partidista, en los que parece dominar la dialéctica de batalla sobre la búsqueda de los consensos básicos que conforman una Nación, podrá señalar un rasgo sectario en Fernández de la Vega. Se podrá discrepar de algunos de sus planteamientos, pero no discutir que siempre han estado guiados por el interés común. Prueba de lo que decimos está en su propia labor al frente del Consejo de Estado, que ha cosechado el elogio general, y que, bajo su impulso, ha dado un salto de gigante en su imbricación con los ciudadanos, a los que, en última instancia, sirve.

Hoy, gracias al proceso de digitalización emprendido por la presidencia de Fernández de la Vega, el Consejo se ha convertido en uno de los organismos más transparentes de la Administración, abierto a la consulta fácil de sus actuaciones y dictámenes, y, también, con la incorporación de las tecnologías de comunicación online, en un ágora de debates jurídicos y sociales, en diálogo permanente y riguroso con la sociedad. En este sentido, podrá extrañar que, al referirnos a la figura de la ex presidenta del Consejo, no hayamos dejado constancia en primer lugar que se trataba de la primera mujer en alcanzar el más alto cargo en un órgano que forma parte de la vida pública española desde 1526, cuando lo instituyó Carlos I, pero es que María Teresa Fernández de la Vega es una de esas mujeres que siempre han ido por delante, abriendo camino a las nuevas generaciones, desde un feminismo pleno de sentido e irrenunciable.

Así, fue la primera mujer en alcanzar la vicepresidencia del Gobierno y la primera que presidió un Consejo de Ministros sin ser monarca. Esa impronta se encuentra detrás de toda su trayectoria política y profesional. En el Ejecutivo, con su impulso decisivo a la «Red de Mujeres Españolas y Africanas por un Mundo Mejor», incardinada en Naciones Unidas, y en el Consejo de Estado desde la propia ceremonia de su toma de posesión, cuando reivindicó el principio de paridad entre géneros, no sólo por una cuestión de calidad democrática, sino por ser de Justicia. Sería una pérdida para todos los ciudadanos, que una jurista y política tan notable dejara de prestar servicio en las altas magistraturas del Estado. El Gabinete, que tiene la última palabra, obrará en consecuencia.