Editorial
El Gobierno, en fuera de juego internacional
El Ejecutivo español está en fuera de juego internacional, incluso, cuando Madrid desempeña la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea,
La Casa Blanca convocó ayer a los jefes de gobierno y de Estado de Reino Unido, Francia, Alemania e Italia para acordar una declaración conjunta de apoyo a Israel y para establecer puntuales mecanismos de coordinación para hacer frente a la crisis internacional que ha provocado el terrible ataque terrorista de Hamás contra la población israelí, una de las matanzas de civiles judíos más graves desde el Holocausto.
No es la primera vez que el Gobierno que preside Pedro Sánchez, en funciones, es excluido por Washington en reuniones de emergencia, más especialmente, en aquellas que demandan un compromiso atlantista sin fisuras o en las que se deben tratar informaciones de carácter estratégico sensible, como ocurrió con los ataques informáticos de octubre de 2021.
Es evidente que, hoy por hoy, el Ejecutivo español está en fuera de juego internacional, incluso, cuando Madrid desempeña la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea, de la que tanto beneficio pensaban obtener los propagandistas gubernamentales. En realidad, lo que para Pedro Sánchez es un «gobierno de progreso», llamado a transformar España social y económicamente, para una parte notable del concierto occidental se trata de una anomalía política entre los gobiernos del mundo libre, puesto que sienta en el Gabinete a representantes de un movimiento de naturaleza comunista y, por lo tanto, de dudosas credenciales democráticas. O, sin dramatizar en exceso, que no otorgan suficiente confianza de lealtad.
Es una situación que se repite sin que importe de qué partido es el inquilino de la Casa Blanca y que, en cierto modo, responde a los hechos. Sin ir más lejos, Sumar, con destacados miembros en el Ejecutivo español, y la mayor parte de los socios parlamentarios del PSOE se han posicionado contra Israel –la única democracia plena en todo Oriente Próximo– o han sostenido una cínica equidistancia frente a la intolerable barbarie desplegada por los terroristas contra bebés –cuarenta de los cuales han sido hallados muertos en sus cunas, algunos decapitados– niños, mujeres y ancianos asesinados a sangre fría por el único delito de ser judíos.
Que la mayor parte de la izquierda española esté enferma de antisemitismo y que éste se disfrace de un supuesto apoyo al pueblo palestino, –circunstancia que no acaba de calar en la conciencia social de este país–, es algo de lo que están al cabo de la calle en las cancillerías occidentales, que llevan muchos años luchando contra la pertinaz siembra de odio contra el pueblo de Israel y que, como la alcaldesa de París, la socialista Anne Hidalgo, se alzan indignados contra la ambigüedad calculada de la extrema izquierda en la condena del terror. Si Pedro Sánchez hubiera reaccionado igual ante las vergonzantes declaraciones de sus socios, con destituciones en el gobierno, otro gallo cantaría para España en el concierto mundial.
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