Cargando...

Editorial

Un «y tú más» que retrata a Sánchez

Se exige a la ciudadanía que acepte como un acto de fe que Sánchez no sabía nada de lo que se cocinaba bajo sus propios ojos, algo que, como ha señalado el presidente castellanomanchego Emiliano García-Page, merecería, en el mejor de los supuestos, un análisis de idoneidad para el cargo

José Luis Ábalos, Pedro Sánchez y Santos Cerdán, en el Congreso de los Diputados ZipiEFE

Sin querer restar un ápice de importancia a la presunta corrupción de dos cargos del PP de Almería, incursos en un procedimiento incoado en 2021 y con el PSOE ejerciendo la acusación popular, lo cierto es que resulta desconcertante que el Gobierno que preside Pedro Sánchez crea que el recurso al «y tú más» vaya a servirle de parapeto frente a la creciente marea de escándalos económicos, políticos, institucionales e, incluso, morales que afectan no sólo al partido, sino directamente a La Moncloa. Así, la opinión pública descubre asombrada que ni la petición formal de la Fiscalía Anticorrupción de una condena de 24 años de cárcel para José Luis Ábalos ni la publicación del último informe sobre las mordidas de Santos Cerdán ni la espera de sentencia del fiscal general del Estado ni las revelaciones de intercambio de puestos públicos con el PNV ni la peripecia judicial de su hermano y su esposa ni, por último, el espectáculo de unos «fontaneros» que actuaban contra honrados miembros de la Fiscalía y las Fuerzas del Orden con la aquiescencia y colaboración de la dirigencia del partido socialista son hechos suficientes para que el jefe del Ejecutivo se avenga, al menos, a pedir disculpas y a reconocer que los principales encausados son, precisamente, quienes estuvieron más cerca de su confianza, tanto en el proceso de retorno a la jefatura del PSOE, como en su tortuoso camino a la Presidencia del Gobierno. Se exige a la ciudadanía que acepte como un acto de fe que Sánchez no sabía nada de lo que se cocinaba bajo sus propios ojos, algo que, como ha señalado el presidente castellanomanchego Emiliano García-Page, merecería, en el mejor de los supuestos, un análisis de idoneidad para el cargo. Y se exige esa ceguera colectiva mientras al mismo tiempo se señalan en los peores términos las presuntas corruptelas de otros, en un ejemplo de doble rasero que llega a producir malestar físico entre las buenas gentes del común. Porque son los mismos, con nombres y apellidos, que se envolvieron en las banderas de la honradez para acometer una moción de censura que, ahora parece aclararse, tuvo justiprecio nepotista con los cargos institucionales como, luego, lo tuvo el apoyo de Junts a la investidura con la amnistía o, también, el de Bildu, con la excarcelación de terroristas. La triste realidad es que el sanchismo bracea como alguien a punto de ahogarse sin otra estrategia que enlodar el campo de juego y acusar de conspiración delictiva a todos aquellos que tratan de defender la honorabilidad de las instituciones y el normal funcionamiento del Estado de Derecho. Tal vez el presidente del Gobierno crea firmemente que se puede gobernar sin apoyo parlamentario, sin presupuestos y contra más de la mitad de la población, pero eso no es gobernar, es otra cosa que, en medio de las sospechas crecientes de corrupción, adopta nombres muy feos.