Editorial

Victimismo y medias verdades calculadas

El espectáculo no hace más que alentar y aumentar las sospechas de irregularidades en los negocios de asesoramiento de su esposa, a la que, suponemos que sin pretenderlo, acaba de poner en el disparadero de la plaza pública.

Pedro Sánchez y María Jesús Montero, a su llegada al Congreso
El presidente del Gobierno, pedro Sánchez, y la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, a su llegada a una sesión de control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados, a 24 de abril de 2024.Jesús HellínEuropa Press

Nos hallamos ante una situación insólita en la historia democrática española, la de un presidente del Gobierno que pone públicamente en «pausa» la gobernabilidad del país, al parecer, anímicamente superado por la apertura de unas diligencias judiciales sobre la actividad profesional de su esposa, Begoña Gómez. Sin embargo, de la lectura atenta de la carta presidencial, se desprende una primera conclusión, que la situación que plantea será estupefaciente para la opinión pública, pero retrata perfectamente al personaje, en cuanto nos hallamos ante un escrito que es modelo de victimismo y calculadas medias verdades.

No negamos que la situación judicial de su esposa, a la que, por supuesto, ampara la presunción de inocencia, que culmina una campaña pública de acusaciones y sospechas, haya sido acusada por el jefe del Ejecutivo como un ataque artero en su ámbito doméstico –ni menor ni peor que los que han padecido familiares y personas cercanas de la oposición, como Alberto Núñez Feijóo, sin ir más lejos, con una acusación falsa contra su esposa, alentada, además, desde sectores gubernamentales–, pero en un político hasta el derecho a la queja tiene limitaciones éticas y morales, entre ellas, la de no instrumentalizar las instituciones del estado para salvar un asunto particular, y la suspensión de la agenda de un presidente de gobierno, que afecta al normal desenvolvimiento de la vida pública, es una de ellas.

Con un problema añadido, que el espectáculo, rayano en la astracanada, no hace más que alentar y aumentar las sospechas de irregularidades en los negocios de asesoramiento de su esposa, a la que, suponemos que sin pretenderlo, acaba de poner en el disparadero de los rumores en la plaza pública. Al mismo tiempo, no acabamos de entender cuál es el objetivo último de esta gestualidad epistolar, puesto que nunca se dimite a plazos, como no sea la de reagrupar a sus huestes, desorientadas ante la peripecia de la señora Gómez, y cerrar cualquier atisbo de alternancia en el partido socialista, donde, por cierto, no dejan de surgir nuevas disidencias.

No podemos medir el éxito de esta estrategia en las reacciones de los subordinados, como Patxi López, en el que la hipérbole alcanza cotas de ridículo, pero sí podemos adelantar que buena parte de la sociedad española se sentirá insultada y abochornada a parte iguales por el contenido victimista y maniqueo de la misiva, no exenta de ciertos rasgos narcisistas, y, sobre todo, por la reiteración de un relato plagado de medias verdades. Insistir en la denuncia de que la oposición se niega a reconocer la legitimidad de las urnas, argumentando que las elecciones de julio pasado decidieron la conformación de una mayoría progresista de izquierdas, cuando la realidad es que Sánchez ha tenido que ceder una amnistía, claramente inconstitucional, para mantenerse en La Moncloa, cuestión que nunca figuró en su programa electoral, o considerar que el rechazo social a sus acuerdos con los proetarras de Bildu responde a una actitud antidemocrática, nos lleva, ahí sí, a recomendarle un período de reflexión, cuanto más largo e intenso, mejor.

Por lo demás, sería mucho más adecuado para los intereses de su esposa dar las explicaciones de rigor y dejar que la justicia haga su trabajo, sin insinuaciones de mala praxis judicial que no se justifican de ninguna de las maneras. En realidad, nos hallamos ante la constatación de una legislatura fallida, que el presidente del Gobierno, incapaz de aprobar unos Presupuestos Generales del Estado, trata de envolver en el fuego de artificio del peor populismo. Si fuera Trump, tampoco nos extrañaría. De cualquier forma, el plazo termina el lunes que viene. Entonces sabremos lo que vale la palabra del inquilino de La Moncloa, cuyo partido afronta elecciones en Cataluña.