Entrevista

Cabrales y Sanz: «Se debería financiar a las universidades por el número de alumnos que se colocan con buenos salarios»

Los expertos educativos de la UC3M y la URJC acaban de publicar el libro «Economía de la Educación», un referente para comprender el impacto de la formación en la economía de un país

La educación no solo puede cambiar el futuro de las personas, sino también el de las sociedades. Sobre esta premisa, Antonio Cabrales, catedrático de Economía en la Universidad Carlos III de Madrid, e Ismael Sanz, profesor titular de Economía Aplicada en la Universidad Rey Juan Carlos, han liderado un proyecto colectivo plasmado en el libro «Economía de la Educación», que reúne las perspectivas de 22 expertos para analizar la relación entre educación y crecimiento económico. Los dos académicos comparten en una conversación con LA RAZÓN su experiencia en la investigación y elaboración de este libro, impulsado por la Fundación Ramón Areces, que promete convertirse en un referente para comprender cómo la educación impacta en la economía de un país.

¿Qué relación existe entre educación y crecimiento económico?

Antonio Cabrales: Hasta principios de este siglo, los economistas que analizaban la relación entre educación y crecimiento económico solían medir el número medio de años de escolarización de la población de un país. Sin embargo, encontraban, para su sorpresa, que la educación no parecía estar relacionada directamente con el crecimiento. Esto cambió cuando comenzaron a utilizarse exámenes internacionales como TIMSS o PISA. Estos exámenes no miden cuántos años alguien ha pasado en la escuela, sino cuánto sabe la población en una determinada franja de edad. Ahí es donde se empezó a observar que países con mejor calidad educativa, medida a través de estos exámenes, suelen tener un mayor crecimiento económico.

Ismael Sanz: Cuantos más años puedan estudiar los jóvenes, mejor será para la cultura del país y, a su vez, esto tendrá un impacto en la intensidad del capital humano y tecnológico en España. Pero también es fundamental la calidad de la educación.

¿Cuáles son los principales desafíos a los que se enfrenta la educación en términos económicos?

I.S.: Uno de los principales es el abandono educativo temprano. Actualmente, el 13,6% de los jóvenes entre 18 y 24 años no ha finalizado un grado medio o el bachillerato. Esto es preocupante porque, dentro de diez o quince años, estos jóvenes tendrán más dificultades para encontrar empleos de calidad. Además, al pasar más tiempo en paro, sus perspectivas laborales y económicas serán más limitadas, lo que también afecta al conjunto del país. Una población menos formada dificulta el crecimiento económico, la mejora de la productividad y el desarrollo de sectores que requieren personal altamente cualificado. Otro desafío importante es mejorar la calidad educativa. Aunque estamos en la media de la OCDE, todavía hay margen de mejora, en particular para formar más jóvenes excelentes que puedan destacar en ámbitos como la innovación y la tecnología.

¿Por qué hay más chicos que chicas que se desenganchan del sistema educativo? ¿Por qué sigue pasando esto?

I.S.: Creo que esto puede estar relacionado con la etapa madurativa. El momento crítico para que los jóvenes sigan estudiando y no abandonen suele ser a los 15 años, cuando finalizan la ESO. Algunos empiezan a tener problemas incluso antes, en los últimos cursos de Primaria o al inicio de la ESO.

En esta etapa, los chicos, en general, no están tan centrados en la educación como las chicas. Quizás carecen de ciertas habilidades no cognitivas, como la perseverancia, la resiliencia o el control de los impulsos. Tampoco parecen valorar tanto la importancia que tiene la educación a medio y largo plazo para sus vidas.

Además, existe un sesgo cultural que lleva a algunos jóvenes a pensar que los estudios son «cosas de chicas». Es crucial abordar este problema para lograr que tanto chicos como chicas sigan estudiando. En este sentido, la FP de grado medio, que tradicionalmente atrae a más chicos, podría desempeñar un papel importante. Sin embargo, es necesario diversificar la oferta educativa y garantizar que estos estudios sean atractivos y ofrezcan una buena inserción laboral.

¿Qué ejemplos de políticas exitosas deberían aplicarse en España?

A.C.: Más que copiar políticas de otros países, creo que deberíamos concentrarnos en identificar los puntos críticos de nuestro sistema educativo. Uno de ellos es la carrera profesional de los profesores. En España, los profesores tienen un perfil salarial relativamente plano. Aunque no están mal pagados en comparación con otros países, el aumento salarial es lento o prácticamente inexistente.

Otro problema es la formación continua. En España, hay poca observación entre pares, es decir, pocos profesores observan el trabajo de otros para aprender y mejorar sus métodos. En este sentido, sería importante incentivar a los profesores para que participen en actividades de formación y colaboren más entre ellos.

¿Cómo debería ser entonces la formación del profesorado?

A. C.: Más que un cambio radical en la preparación inicial, creo que es esencial que la formación sea continua. La sociedad está cambiando a una velocidad vertiginosa. Por ejemplo, la inteligencia artificial está transformando métodos tradicionales de evaluación, como los trabajos escritos. Hoy en día, un estudiante puede pedirle a una IA que le haga un trabajo, y el resultado será tan bueno que es difícil evaluarlo. Esto significa que habrá que modificar los métodos de evaluación. Los profesores necesitarán reciclarse constantemente para adaptarse a estas nuevas realidades.

¿El resultado educativo de los alumnos depende tanto de qué familia tengas, como dicen los estudios? Siempre se ha dicho que a mayor nivel socioeconómico, mejores resultados.

A.C.: Es una evidencia empírica incontestable. Lo que enfatizamos mucho en el capítulo que escribí sobre la influencia de las familias no es tanto el nivel socioeconómico, sino el papel que desempeñan las familias en fomentar el esfuerzo educativo de sus hijos. Las familias con altos ingresos tienden a involucrarse más en la educación de sus hijos, y esto es algo bastante común en todo el mundo, no solo en España. Por lo tanto, hay dos caminos a seguir: primero, incentivar que todas las familias se involucren más en la formación de sus hijos. Segundo, para los estudiantes cuyas familias, por diversas razones, no puedan hacerlo—ya sea por falta de formación o de tiempo—es importante que existan sustitutos. Una solución viable podría ser implementar programas de mentorías. Estas intervenciones, que no son demasiado costosas, pueden incluir a estudiantes avanzados, profesores o voluntarios que apoyen a quienes no reciben suficiente ayuda en casa.

¿Es importante el tipo de compañero que tienes en clase? ¿Cómo influye esto en el rendimiento de los alumnos?

A.C.: En general, tener compañeros de mayor calidad mejora el rendimiento de los alumnos. Esto puede ser relevante desde el punto de vista de los padres, que buscan el colegio más adecuado para sus hijos. Si trasladamos a un estudiante con buen rendimiento a una clase con estudiantes de alto nivel, los demás compañeros podrían no beneficiarse de la misma manera. Si separas a los estudiantes por nivel de habilidad, podría haber mejoras en el rendimiento, pero esto depende del contexto. La eficacia de esta medida varía según la asignatura, el tipo de escuela y otros factores. Por eso, es una herramienta que debe emplearse con cautela y adaptarse a las necesidades específicas.

¿Qué dirían del estado de la educación en España?

A. C: Que es manifiestamente mejorable. Nuestro sistema no es suficiente, especialmente considerando los recursos que se destinan.

En su libro también abordan la educación universitaria. ¿Cómo pueden las universidades adaptarse a las necesidades del mercado laboral?

I. S.: Es cierto que las universidades españolas han mejorado en los últimos años. Tenemos una gran cantidad de estudiantes en educación superior, y en términos de publicaciones, los profesores españoles están en niveles adecuados para lo que corresponde a nuestro país por PIB. Sin embargo, seguimos teniendo pocos estudios que realmente transformen el estado del conocimiento en sus campos, como sucede con las investigaciones más citadas.

A. C.: Carreras como Matemáticas tienen alta inserción laboral, lo que ha llevado a un aumento en su demanda. Sin embargo, las universidades no siempre reaccionan aumentando plazas en estas áreas, lo que refleja la falta de incentivos adecuados para adaptarse a las necesidades del mercado. Se debería financiar a las universidades no solo por los estudiantes que matriculan, sino también por los que logran colocarse laboralmente con buenos salarios. Este modelo incentivaría a las universidades a centrarse en la empleabilidad de sus egresados, algo que ya ocurre en las escuelas de negocios privadas.