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10-N/ El PSOE ya no lo ve tan claro: "Mantener 123 escaños será un triunfo"

El Gobierno ya habla de «desaceleración» y está dispuesto a revisar las previsiones. Cunde el pesimismo en sectores del PSOE

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ayer a su llegada a la inauguración de la Feria de Zafra (Badajoz)
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ayer a su llegada a la inauguración de la Feria de Zafra (Badajoz)larazon

El Gobierno ya habla de «desaceleración» y está dispuesto a revisar las previsiones. Cunde el pesimismo en sectores del PSOE: «Si mantenemos los 123 diputados de abril sería un triunfo».

En estos tiempos de «política líquida» «un mes equivale a un año» y por eso en el PSOE evitan todavía expresar abiertamente su preocupación por el resultado que puedan arrojar las urnas el próximo 10 de noviembre. Los más optimistas esperan que un giro final en pro de la estabilidad les acabe beneficiando; los más pesimistas, asemejan la repetición electoral a una «ruleta rusa». Las previsiones de llegar a los 140 escaños que animaron a pulsar el botón nuclear de las elecciones en Moncloa parecen haberse difuminado. A pie de territorio hay cierto consenso en torno a la idea de que será difícil mantener el resultado de abril y de que forzar la nueva cita con urnas quizá no se midió lo suficiente. «Si aguantamos los 123 diputados de abril, sería un triunfo». Los socialistas salen a defender el resultado del 28-A y aspiran a compensar por el centro el «mordisco» que el partido de Errejón pueda darles en algunas de las provincias en las que concurren. Pedro Sánchez busca presentarse a estas elecciones como la única opción que garantiza la estabilidad y jugará la carta de la crisis económica y territorial en el escenario postelectoral para doblar el brazo a aquellos partidos que quieran volver al bloqueo.

En este momento para el PSOE hay varias amenazas ciertas y otras tantas incógnitas por desvelar. Entre las certezas está, sin duda, el riesgo económico. La desaceleración sobre la que Pedro Sánchez advertía y se apoyaba como argumento para configurar un gobierno estable en julio y no encarar este escenario en funciones, avanza ya con paso firme. Los datos de paro y afiliación de septiembre conocidos esta semana han apuntalado esta tesis y desde Moncloa se reconoce ya la «evidencia»: hay signos de enfriamiento en el mercado laboral. También la guerra comercial de Estados Unidos tendrá su efecto en lo relativo a los aranceles a España. Los mensajes comienzan a modularse huyendo de todo triunfalismo y desde el Gobierno no se niega que el riesgo de crisis existe. De hecho, están dispuestos a rebajar las previsiones de crecimiento, en función de cómo evolucione la dinámica económica, para trasladar un mensaje pegado a la realidad tanto a los ciudadanos como a los agentes económicos.

En puertas de las elecciones, el objetivo es no caer en el negacionismo –que tan malos resultados dio al partido en 2008– y configurarse como una opción de estabilidad para el electorado. Sánchez trabaja desde la campaña de abril en erigirse como una opción de certidumbre para los españoles, con el fin de que se supere la idea de que solo la derecha es capaz de gestionar correctamente los recursos en periodos de crisis económica. No obstante, en Moncloa se rechaza la palabra recesión y se habla solo de desaceleración. Sin negar la evidencia, los socialistas plantearán una fuerte apuesta por el empleo y la incentivación económica en su programa electoral y pedirán la confianza a los españoles en las urnas para lograr una mayoría solvente que evite enfrentar este escenario en la interinidad.

Si como ocurriera en abril los resultados electorales no fueran lo suficientemente contundentes para alumbrar un gobierno en pocas semanas, la carta de la crisis económica y territorial –también en lo relativo a Cataluña– se jugará con PP y Ciudadanos para granjearse una abstención que pueda llegar a desbloquear la situación. En Moncloa buscan situarse en la centralidad con su discurso económico y en clave catalana, conscientes de que –aparte de ser el nicho por el que pueden expandir sus expectativas electorales– son las posiciones en las que los españoles confían mayoritariamente en caso de riesgo cierto de fractura económica, política o social.

En detrimento del PSOE juega que parte de su voto el 28-A era prestado y que la movilización que se produjo entonces –con la incertidumbre sobre el impacto que tendría la irrupción de Vox– no será equivalente ahora. Es más, fue precisamente esa alta participación la que no solo garantizó la victoria socialista, sino –en mayor medida– que la derecha (que obtuvo más votos) no llegara a sumar. Ahora, sin embargo, el escenario es adverso en este sentido. El partido no está tan «enchufado» como en abril, en parte, porque los dirigentes territoriales que se lo jugaban todo en mayo no tienen el mismo nivel de implicación. A esto se suma que gran parte del electorado del PSOE no entiende por qué no se llegó a un entendimiento con Podemos y a los cargos socialistas les está costando hacer pedagogía, tal como explican a este diario.

Este retroceso, que preocupa en gran medida al partido –así como que Vox haya decidido presentar solo a un candidato por provincia al Senado– puede materializar el miedo que palpitaba en Ferraz desde que se decidiera acudir de nuevo a las urnas: la posibilidad de perder el control de la Cámara Alta, en la que el PSOE logró mayoría absoluta por la división de la derecha. Ahora, no obstante, el PP está rentabilizando el voto útil y será –como apuntan todos los sondeos– el gran beneficiado de la repetición electoral, logrando un mayor crecimiento de su grupo parlamentario.

A revertir esta situación obedece que Sánchez haya entrado de lleno en campaña y se prodigue por las federaciones con un acto diario para devolverles el pulso electoral. El próximo lunes, el candidato socialista volverá a reunir a la plana mayor del partido para presentar el programa electoral con el que concurrirá el PSOE a las elecciones. Una excusa para mantener vivo el espíritu, ya que la oferta programática será en gran medida la misma con la que se presentaron hace cinco meses. A esto habrá que añadir las 370 medidas que se incluyeron en la propuesta para un gobierno de progreso con Podemos que se negoció para la investidura fallida. Una declaración de intenciones de lo que un futuro gobierno de izquierdas puede llegar a acometer.