Investidura de Pedro Sánchez

La presidencia debe presidir

Segunda sesión del debate de investidura del candidato socialista a la Presidencia de Gobierno en la XIV Legislatura
La portavoz de EH Bildu en el Congreso de los Diputados, Mertxe Aizpurua, este miércoles, en el Congreso de los DiputadosJesús HellínEuropa Press

La libertad de expresión no protege la injuria ni la calumnia, del mismo modo que la inmunidad parlamentaria no ampara la impunidad. Por eso, que se invoque la libertad de expresión para amparar palabras como las pronunciadas ayer por la portavoz de Bildu durante su intervención en la sesión de investidura, demuestra ignorancia o mala fe. Quizás, las dos cosas: el Diario de Sesiones del Congreso acredita las numerosas ocasiones en que la Presidencia ha ejercido su autoridad retirando el uso de la palabra a un orador, exigiéndole retirar lo dicho, o no recogiendo siquiera sus expresiones en el Diario. Este lamentable episodio no pasaría de ser una penosa anécdota en la larga historia del Congreso, de no ser porque los votos de Bildu –que nunca ha condenado a ETA– son los que van a hacer Presidente a Sánchez.

Es un principio ético generalmente aceptado que «el fin no justifica los medios». Tampoco el objetivo de ser investido Presidente justifica conseguirlo con cualesquiera votos e ideas. Se invoca reiteradamente que todos los diputados tienen la misma legitimidad y, al tiempo, Sánchez afirma su voluntad de «ilegalizar ideas y establecer cordones sanitarios» con la tercera formación del Congreso. El candidato a Presidente ya había demostrado sobradamente su relativismo ético, pero ahora se ha superado. Desde la aprobación de la Constitución, nunca habíamos asistido a un clima de crispación como el que estamos viviendo en este debate de investidura. Vienen tiempos recios.