España

“Poto”, un gran socialista y un buen español

El sábado, su familia, y los que quieran acudir, le rendirán un homenaje ante su tumba, en el cementerio de Polloe de la capital Donostiarra.

Fernando Múgica, en una imagen de archivo
Fernando Múgica, en una imagen de archivoDiaz de RadaTiempo

Mañana se cumple, un año más, el aniversario del asesinato en San Sebastián, en 1996, del abogado Fernando Múgica Herzog, “Poto”, como se le conocía entre los amigos. El sábado, su familia, y los que quieran acudir, le rendirán un homenaje ante su tumba, en el cementerio de Polloe de la capital Donostiarra.

Me lo presentó el entonces gobernador civil de Guipúzcoa, José María Gurruchaga. Con su habitual bonhomía, entrañable siempre, dijo con apariencia de asombro : “Vaya, la derecha (trabajaba en ABC) en este despacho” para, a continuación, hablar de los asuntos que eran habituales entonces. Y hacerlo, con la certidumbre que los que estábamos allí nos hallábamos situados en la misma “trinchera” (es una expresión mía, no de “Poto” que, si algo le caracterizaba, era su voluntad de conciliación y solucionar los problemas mediante el diálogo). Pero sí, la sensación que teníamos los que nos oponíamos, y nos oponemos, a lo que era y es ETA y sus herederos, es la estar en una “trinchera”, no porque hubiera una guerra, sino porque una cuadrilla de malnacidos nos querían quitar la vida, como quedó demostrado con Múgica y tantos otros.

“Poto” era un socialista de los de los de antes, de lo que aupó a Felipe González, entonces “Isidoro”, en el Congreso en la clandestinidad de Suresnes, en Francia; que ocupó cargos de responsabilidad en el partido, con lo poco que le gustaba, en los momentos más difíciles. Y, cosas de la vida, hoy en día, dos de sus hijos, Jose Mari y Rubén, han abandonado ese partido al discrepar de la deriva que sigue, pactos con la antigua izquierda proetarra incluida.

Si Fernando hubiera estado ahora con nosotros, si el sanguinario Francisco Javier García Gaztelu, “Txapote, por orden de José Javier Arizcuren, “Kantauri”, malo como él, hubiera fallado en el atentado, no tengo la menor duda de que se habría opuesto con todas sus fuerzas a esa deriva del PSOE de Pedro Sánchez, que no tiene nada que ver con el que reflotaron en el referido congreso de Suresnes.

Por “Poto”, Enrique Casas, Fernando Buesa, Joseba Pagazartundúa, Juan Priede, por todos los socialistas asesinados, así como por el resto de las víctimas causadas por ETA, debemos reafirmar el compromiso de que nunca permitiremos que nos roben la verdad. La verdad es una, no se puede disfrazar como si de un siniestro carnaval se tratara, por más que ahora los que estaban, y están, en el bando del mal quieran cambiar las cosas.

Reescribir la historia, y hacer creer que aquello que ocurrió realmente no pasó. Y que los muertos, los heridos, los que tuvieron que abandonar su tierra (mi familia fue una de ellas) formábamos parte de una pandilla de cerriles, que no supimos entender la “valiente lucha de unos jóvenes para liberar Euskal Herria de la opresión”. Eran, insisto, una cuadrilla de asesinos de la peor especie, que lo único que merecen es un juicio justo (hay más de 350 asesinatos sin esclarecer) y cumplir las penas que se les hayan impuesto, o se les puedan imponer, hasta el último día.

Si nos roban la verdad, con la complicidad de quienes deberían combatirlos, habremos perdido, no los años de lucha, que figuran en el haber, sino el poder dejar a las generaciones futuras la realidad de una de las páginas más oscuras de la historia de España, protagonizada por unos desalmados y sus cómplices, que ahora ocupan tribunas y pisan moquetas.