Gibraltar

En Londres no se lo creen

Nuestro Gobierno ha hecho al Reino Unido el gran regalo de despedida para compensar los sobresaltos del Brexit

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Tonto a secas es alguien escaso de entendimiento o de razón que pasa a ser tontolaba cuando se sabe tonto. No siendo este el caso, estamos ante un necio que se convierte en fatuo cuando encima se cree listo.

De fatuos hemos de calificar a aquellos que llaman progreso a conducir con la marcha atrás embragada y prosperidad a pasar de los 36 grados de un constipado a los 40 del coronavirus.

La nueva ministra de Asuntos Exteriores ha afirmado recientemente que busca crear “un espacio de prosperidad entre el Peñón y el Campo de Gibraltar”. Pero ¿qué prosperidad es esa consistente en alentar el asentamiento de una colonia en territorio propio? Una colonia que, además, alberga una base nuclear que contamina hasta punto de poner en grave riesgo a cientos de miles de españoles del entorno.

¿Y del restablecimiento de soberanía española qué? Aquí la ministra sobrepasa los límites de lo fatuo. Ha dicho que conoce “pocas negociaciones que empiecen hablando de soberanía”. Pero, alma mía, en efecto eso es lo que ocurre cuando lo que se negocia no es la soberanía sino peras y manzanas que es el campo de su especialidad.

Si lo que se negocia es soberanía, lo que no se hace es tratar de matar a besos a la otra parte negociante. Ejemplos de este tipo de negociaciones se encuentran, sin ir más lejos, en las habidas con ocasión del masivo proceso descolonizador tras la segunda guerra mundial. No hay un solo caso en que se haya conseguido la soberanía sin algún tipo de medidas coactivas. En la mayoría de los casos cruentas.

En el Reino Unido están que no se lo creen. Nuestro gobierno social-comunista le ha hecho el gran regalo de despedida para compensar los sobresaltos del Brexit. Le ha dado la oportunidad de conservar la joya estratégica de su corona olvidando el daño de todo orden que con ello se hace a España. No es la primera vez.