Pablo Casado
¿Y si Feijóo acaba atado a Vox?
Galicia, la joya de la batalla electoral. Afines a Casado «sueñan» con ese escenario porque aliviaría la presión sobre el líder nacional, a pesar de que perderían el único gobierno autonómico que gestionan solos
Las elecciones autonómicas de este año medirán las fuerzas de los partidos nacionales y también de sus liderazgos, porque la campaña estará muy condicionada por la agenda política nacional. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, someterá a examen el tirón de su política de alianzas por la izquierda y con nacionalistas e independentistas en tres territorios en los que hay presencia de partidos nacionalistas. En todos ellos el objetivo del PSOE es repetir las alianzas que le sostienen en Madrid, pero Galicia es la joya de la corona donde se disputará la gran batalla.
Para el PP, perder la Xunta sería un desastre que desestabilizaría la oposición de Pablo Casado. Para Sánchez, conquistar el feudo popular le permitiría legitimar la cuestionada fórmula de pactos con la que él ha llegado a La Moncloa y que tanto incomoda en otras baronías socialistas, en las que ni la militancia ni el electorado se sienten identificados con el pacto con los nacionalistas y los independentistas catalanes.
En Cataluña se ha instalado en la normalidad política la idea de que el objetivo del PSC es sumar para gobernar con ERC, aunque esta vez el liderazgo del tripartito lo llevaría el partido de Oriol Junqueras. De una manera o de otra, el independentismo seguirá gobernando la Generalitat. Y lo mismo sucede en el País Vasco, donde la reedición del acuerdo del PNV con el PSE se ha pactado antes de que se celebren las elecciones. Los socialistas sostienen al PNV y seguirán haciéndolo después del 5 de abril, en un reparto de cromos entre Madrid y Ajuria Enea muy rentable para los nacionalistas vascos. Sin embargo, en Galicia sí está en juego un posible cambio radical de color del Gobierno de la Xunta y que los gallegos prueben el pacto de la izquierda y los nacionalistas que hasta ahora no ha funcionado allí.
El presidente de la Xunta y candidato a las próximas elecciones autonómicas, Alberto Núñez Feijóo, necesita 38 escaños para mantenerse en el Gobierno después del examen electoral convocado para el próximo día 5 de abril. En las pasadas elecciones generales Vox irrumpió en el panorama gallego con el 8 por ciento de los votos, un aviso que en Génova creen que deja la puerta abierta a que Feijóo pueda acabar enfrentado a su peor sueño, que su Gobierno en la Xunta dependa del partido de Santiago Abascal. Esta hipótesis sería una pesadilla para el PP gallego, porque Feijóo se ha distinguido por ser quien más rotundamente se ha opuesto a cualquier tipo de acuerdo de colaboración con los de Santiago Abascal, pero es un sueño agradable, sin embargo, para algunos miembros del Comité de Dirección del PP.
En Génova dejan hacer al «barón» gallego, pero todavía hay quienes le ven como una amenaza para Pablo Casado, el alter ego perfecto que evidencia las debilidades del líder nacional. Y mantener la Xunta a costa de que Feijóo quede atado a Vox no es tan mal panorama para la dirección nacional, aunque les suponga perder el único Gobierno autonómico que hoy en día gestionan en solitario.
Casado ha cuidado la relación y las formas de esa relación con el presidente gallego, pese a las diferencias personales y políticas. Pero en su entorno hay quienes se andan con menos miramientos a la hora de poner sordina a la distancia con el presidente de la Xunta o incluso a las críticas contra quien se ha distinguido por reivindicar siempre una línea moderada y por no callar cuando ha creído que la nueva dirección perjudicaba los intereses de su partido con su estrategia política.
La cuarta mayoría absoluta de Feijóo le elevaría como referente dentro de su organización política. Mantener la Xunta, a costa de que Feijóo necesite a Vox para gobernar, quitaría competencia a Casado, según analizan en su entorno y, al mismo tiempo, desactivaría la presión del sector moderado para influir en la estrategia de Madrid y cortocircuitar un viraje a la derecha para buscar el cuerpo a cuerpo con Vox. En estos equilibrios de la política el PP necesita mantener la Xunta, pero Casado necesita tener manos libres para fijar su oposición sin liderazgos alternativos que puedan tomarse como referencia frente a sus decisiones y sus equipos.
El candidato gallego ha arrancado su campaña con un sonoro gesto reivindicativo de su libertad. Toda una señal de por dónde va a dirigir su estrategia electoral para conseguir la hazaña de mantener la mayoría absoluta. Libre, y no rehén de otros partidos, por Ciudadanos, pero «incluso del mío». Y en el centro. Fuera de Madrid, y esto no sólo lo dicen en Galicia, el electorado popular sigue consignas distintas de las que condicionan toda la política en el Congreso de los Diputados. Y, de hecho, quienes hacen política en la periferia coinciden en que los parámetros sobre los que sostienen las direcciones nacionales su acción chirrían en cuanto se extrapolan a otras comunidades. Feijóo no quiere saber nada del «pin parental» ni de los discursos más gruesos con los que en Génova creen que tienen que blindar su espacio para que no siga ganando terreno el partido de Santiago Abascal.
No veremos en la campaña gallega al sector más duro del PP. Feijóo juega «su mano» con sus condiciones, y el resultado será también suyo. Para lo bueno, en lo que confían en el PP gallego, y para lo malo.
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