Elecciones País Vasco
Morir por nada
Hasta 30 asesinados. ETA marcó en su diana a políticos del PP y del PSOE desde 1995 para acabar con los constitucionalistas. Ahora sus siglas pierden votos
Los vascos fueron a votar el domingo con el olvido a cuestas, el contador a cero y la memoria que ignora. El 12 de julio, para algunos, era una fecha más del calendario; sin embargo, el bosque de Lasarte guarda el recuerdo mudo, de hace 23 años, de un joven concejal del PP de Ermua, Miguel Ángel Blanco, arrodillado, y al que el etarra, Francisco Javier García Gaztelu, «Txapote», asesinó con dos tiros en la cabeza. Fueron 48 horas de una sentencia a muerte con chantaje incluido: el acercamiento de los presos por la vida de Miguel Ángel. Pero entonces no se cedió. Sin embargo, ese pulso por el que dio la vida el concejal de Ermua, el acercamiento de los presos hoy suena para el Gobierno socialista a retahíla del pasado y es motivo de trueque para poner y quitar gobiernos o aprobar leyes. «Ya no existe ETA», insisten cuando se les reprocha.
Fue en 1994 cuando la banda terrorista puso en su diana a los políticos del PP y del PSOE con el propósito de silenciar la voz de los no nacionalistas.
El asesinato del presidente del PP de Guipúzcoa, Gregorio Ordóñez, el 23 de enero de 1995 marcó el primero de muchos más. Tras lo ocurrido, una generación de jóvenes, de la que hoy aún se nutren las filas populares, dio un paso al frente, anteponiendo la libertad de los vascos por delante incluso de sus vidas. Les llamaban «inconscientes» y muchos fueron asesinados, otros tuvieron que enterrar a sus compañeros. Carlos Iturgaiz asegura que él no olvida a los compañeros que tuvo que enterrar. Sin embargo, hoy la sociedad les ha dado la espalda, avalando con sus votos al partido de sus verdugos.
Treinta asesinatos
Hasta 30 fueron los asesinatos contra populares y socialistas. En 1996, el 6 de febrero, el dirigente socialista Fernando Múgica fue asesinado de un tiro en la nuca. El 11 de diciembre, matarían al también concejal popular José Luis Caso, en Irún de la misma manera. Una semana antes, ETA, intentó secuestrar o asesinar a su compañera de partido Elena Azpiroz, concejal de San Sebastián. La banda continuó con su escalada de atentados contra políticos en 1998, duplicando sus víctimas al asesinar a cuatro concejales, tres del PP y uno de UPN: José Ignacio Uretagoyena, Alberto-Jiménez Becerril –junto a su esposa Ascen–, Tomás Caballero y Manuel Zamarreño.
En 2000 siguió su acoso político y ETA asesinó hasta a 8 políticos, cinco del PP y tres del PSOE: el concejal de Durango Jesús María Pedrosa; el de Málaga José María Martín Carpena; el concejal de Zumárraga, Manuel Indiano; el concejal de Sant Adriá del Besos (Barcelona), José Luis Casado y el de Viladecavalls, Francisco Cano.
Los socialistas asesinados ese año fueron: Fernando Buesa, el ex gobernador de Guipúzcoa y cuya tumba han vuelto a pintar durante esta campaña electoral-, Juan María Jáuregui y el ex ministro de Sanidad, Ernest Lluch. En 2001, los terroristas asesinaron a otros tres políticos: el teniente de alcalde de Lasarte, del PSOE, Froilán Elespe; el presidente del PP de Aragón, Manuel Giménez Abad y el concejal de UPN en Leiza, José Javier Múgica. Pero la lista siguió. Entre 2002 y 2003 mataron a Juan Priede Pérez, del PSE, y Joseba Pagazaurtundua, o el ex concejal socialista de Mondragón Isaías Carrasco, delante de su mujer y su hija.
Hoy, hay una generación de jóvenes que ignora quienes fueron todos ellos mientras aplauden a sus asesinos reconvertidos en héroes. El blanqueo político a Bildu silencia el recuerdo y quienes los pusieron en la diana.
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