Podemos

Un verbo violento y guerracivilista

Hay sentencias proferidas por Pablo Iglesias en sede parlamentaria que pertenecen más al catálogo de un dictador totalitario que al de un demócrata

Pablo Iglesias, ayer, durante el Pleno que se celebró en el Senado
Pablo Iglesias, ayer, durante el Pleno que se celebró en el SenadoPoolPool

¿Cómo pasará Pablo Iglesias, el de Podemos, a la Historia? Si el perfil biográfico del vicepresidente lo escribieran hoy los historiadores o periodistas orgánicos, sin duda estaríamos ante uno de los grandes estadistas contemporáneos. Si su biografía quedara en manos de los no simpatizantes, encontraríamos, si no un punto medio, quizá algo de verdad.

Lo que ocurre actualmente es que las frases de Pablo Iglesias están pasando desapercibidas. El silencio selectivo es otra forma de hacer su biografía, e incluso en este caso de retratar a nuestra sociedad, que traga todo tipo de invectivas. Esto es llamativo cuando se trata de sentencias proferidas por el vicepresidente en sede parlamentaria que pertenecen más al catálogo de un dictador totalitario que al de un demócrata.

Pablo Iglesias dijo el 23 de septiembre en el Congreso, con su estilo bronco, guerracivilista e insultante, que el PP no volvería a “formar parte del Consejo de Ministros”. No es una gracia, es un deseo que, proferido por un comunista que adora a dictadores como Lenin, Hugo Chávez o el Che, es para tomárselo en serio. En cualquier país democrático, si el Gobierno le dice a la oposición que no va a volver a gobernar nunca más, el escándalo sería mayúsculo. Aquí no. Quizá nos hemos acostumbrado a las mentiras y a los exabruptos, lo que no invita a la tranquilidad ni al optimismo.

Sentencias como esas solo las dictan los totalitarios, esos creadores de odio y violencia que emponzoñan las democracias. Nuestras Cortes contemporáneas han sido testigos en más de doscientos años de escenas bochornosas, con insultos, retos a duelo y violencia, y de todo lo contrario, por supuesto. Quizá dos de los episodios más nauseabundos fueron protagonizados por líderes de la izquierda.

Uno fue la amenaza de Pablo Iglesias, el fundador del PSOE, a Antonio Maura, jefe del Gobierno conservador. El socialista dijo el 7 de julio de 1910: “Hemos llegado al extremo de considerar que, antes que S. S. suba al poder, debemos llegar hasta el atentado personal”. Luego Maura sufrió un intento de asesinato, e Iglesias no se retractó ni pidió perdón.

Otro fue el de Dolores Ibárruri, la “Pasionaria”, comunista. La líder del PCE, como hoy Pablo Iglesias el de Podemos, repudiaba el sistema político en el que vivía, y usaba las libertades que éste le permitía para atacarlo. Diputada por Oviedo en 1936, soltó en las Cortes tras una alocución del derechista Calvo Sotelo: “Este hombre ha pronunciado su último discurso”. Salvador de Madariaga y Josep Tarradellas, diputado entonces de ERC, corroboran en sus memorias que pronunció esas palabras. Calvo Sotelo fue asesinado días después.

La sentencia de la Pasionaria, como la del vicepresidente Pablo Iglesias, pasaron desapercibidas porque eran frecuentes. Además, la comunista era una persona de verbo violento y guerracivilista. Nada señala que el líder de Podemos desee ningún acto violento contra la oposición, pero sí debería ser consciente de que las formas y el lenguaje son básicos en democracia. Los dirigentes políticos han de dar ejemplo de conciliación y paz, no de enfrentamiento y guerra, aunque dé votos.