Elecciones catalanas
Puigdemont, Junqueras y las incógnitas del día de los «desenamorados»
JxCAT elige hoy líder que no será candidato si vuelve el de Waterloo, mientras ERC es liderado desde Lledoners
Esta noche conoceremos el ganador de las primarias que está celebrando Junts per Catalunya entre Damià Calvet, consejero de Territorio, y la líder del congreso, Laura Borràs. En una situación normal, este ganador sería el candidato, pero en este caso no está claro. Calvet se presenta defendiendo que Carles Puigdemont lidere la lista, y no está claro que Puigdemont no dé el paso porque las negativas perspectivas electorales de la formación no están para tirar cohetes.
Junts per Catalunya está mal posicionada y un poco pillada a contrapié. Las encuestas no son buenas, no tienen candidato y la lucha interna es cainita. La supuesta unidad en torno a Puigdemont se ha derrumbado antes de empezar. Ahora en el espacio soberanista compiten hasta cinco candidaturas. Por eso, JxCAT amaga por retrasarlas. Además, si las elecciones de 2015 y 2017 se centraron en el debate identitario con la declaración de independencia como eje central de los debates, ahora en 2021 no se circunscribe en esta cuestión. La pandemia ha roto esquemas y el “monodebate” ha quedado relegado. No está extinguido ni mucho menos, pero la economía, la gestión de la crisis, las cuestiones sociales, han tomado protagonismo. Y además, en Madrid ya no gobierna el Partido Popular, sino que al frente del ejecutivo está Pedro Sánchez capitaneando un gobierno de coalición con Podemos, y en Catalunya se les ha colado una piedra en el zapato: la irrupción electoral del PDeCAT que se ha negado a desaparecer bajo la égida de Puigdemont. A pesar de los inconvenientes, Junts per Catalunya se aferra a la confrontación permanente con el Estado y mantener la independencia como único objetivo. Consideran que es la mejor estrategia, y la mejor arma, contra su adversario en el liderazgo independentista: Esquerra Republicana.
Oriol Junqueras sigue manejando el partido desde la cárcel con una dirección coral en el partido, encabezada por Pere Aragonés y secundado por Marta Rovira, Marta Vilalta, Salvador Sabrià, Gabriel Rufián y Roger Torrent. ERC está conjurada para ganar estas elecciones y, una vez por todas, arrebatar el pódium a los herederos de la vieja Convergència. Junqueras hace tiempo que teorizó que había que dar un paso atrás para coger impulso. Es decir, no dejar de ser independentistas, no cejar en el objetivo final, pero marcando nuevos tiempos porque los escenarios han cambiado. No hay que olvidar que Sánchez fue presidente gracias a ERC, en dos ocasiones. En la moción de censura y en esta legislatura, porque los republicanos comparten con los socialistas que es necesario rebajar la tensión -desinflamar, según el argot del PSOE y el PSCy abogar por el entendimiento. La cuestión no es fácil, pero con los socialistas hay diálogo, un oxímoron en la etapa del PP. Y el diálogo, tiene el aval la avala más del 70% de los catalanes.
Aragonés, contra lo que se creía, no se ha conformado con el papel “secundario” que se le adjudicó por JxCAT en el govern. El líder republicano ha asumido en primera persona tirar del carro de un gobierno que está dando una penosa imagen de gestión durante la pandemia, y ha liderado el acuerdo con los socialistas. ERC se ha disfrazado de CiU alcanzando acuerdos en materia de inversiones que cumplen con el Estatut después de 12 años que ni se acercaban, participar en la reforma fiscal que el PSOE quiere impulsar y recuperar la gestión de los ingresos y gastos de la Generalitat. ERC vuelve a la autonomía aplicando la sensatez en el debate soberanista. Después de 8 años, tras el portazo al pacto fiscal de Mas por Rajoy, el independentismo no había querido saber nada de los presupuestos y rechazaba el Consejo de Política Fiscal y Financiera. Nada que diera el Estado era suficiente, porque la independencia, supuestamente, estaba al caer como fruta madura. Eso, quizás, tarde más en llegar por lo que ERC se ha puesto las pilas. Hemos de ser decisivos en Madrid para gobernar Catalunya y ampliar la base social del partido, más allá del debate independentista. Por el contrario, JxCAT amaga con retrasar las elecciones. Quiere mantener en cuánto más tiempo mejor la debilidad de un gobierno “incompetente”, para muchos sectores económicos y sociales para erosionar a ERC.
Los socialistas no están incómodos en la nueva situación. El nuevo debate político les favorece porque la referencia es Pedro Sánchez y cuando al PSOE le va bien, al PSC también. El gobierno de coalición es bien visto por una gran parte de la sociedad catalana, porque la alternativa, el gobierno de la derecha cosecha un amplio rechazo. Miquel Iceta en las últimas horas no ha dudado en ponerse al frente de la “batalla de Madrid”, sobre la reforma fiscal, porque “no puede ser que los españoles paguen las rebajas fiscales de Madrid”. Los socialistas catalanes se llevan la mejor parte en el electorado de izquierdas catalán, y también en los restos del naufragio de Ciudadanos. Los Comunes no se ven beneficiados por la presencia de Podemos. No mejoran expectativas, entre otras cosas porque les falta un candidato y Ada Colau es demasiado metropolitana. La CUP le veta el paso en el territorio en los sectores más radicales, y también está recuperando una parte del voto más radical independentista que en 2017 se quedó Puigdemont.
El guante de esta polémica fiscal ha sido recogido con entusiasmo por la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que ha estado dos días en Barcelona junto con Pablo Casado que visitó el viernes Tarragona. Es un discurso que le da fuerza en su electorado madrileño, “pero para el PP catalán es un debate envenenado”, comenta en privado un dirigente del partido. En Cataluña el pulso contra Madrid no está mal visto, ni en el electorado de la derecha, lo que ata las manos al PP que no puede atacar a Ayuso. VOX podría ser el más beneficiado en la sangría del voto naranja, y su crecimiento así lo denota. En este escenario, Arrimadas ha optado por un rotundo no a los presupuestos, lanzando un salvavidas a Carlos Carrizosa. Un acuerdo presupuestario con el PSOE y Podemos los habría lastrado definitivamente. En estos momentos, la encuesta más halagüeña le augura la pérdida de 20 diputados, aunque otras los ponen en puertas de un desastre todavía mayor. El no a los presupuestos y el sí al castellano serán las enseñas que ondearán los naranjas. Cuando pasen las catalanas y en función de la magnitud de la derrota, Arrimadas tendrá tres años para marcar su línea de actuación. Si acercarse al PSOE para ocupar el centro o someterse al abrazo del oso del PP.
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