Opinión

Mucho más que un pacto

El acuerdo cerrado con Bruselas ya pone la piel de gallina a quienes tienen en el Reino Unido a su principal comprador

Pepe Lugo

La habitual suficiencia británica respecto al resto de europeos se atraganta mientras esta Navidad hace de las suyas. Anticipábamos que la de 2020 iba a ser diferente, pero nada como palpar el vacío en Regent Street bajo la amenaza de la nueva cepa del Covid-19. Hace exactamente un año que llegaron las primeras noticias desde China, de aquella ciudad entonces ignota, Wuhan, que nadie sabía colocar en el mapa y de la que ahora muy pocos hablan. Porque ahora la pandemia se ceba con los países europeos que se resisten a un nuevo revés del virus cuando la luz al final del túnel, en forma de vacuna, se hace más grande gracias al natural optimismo del ser humano. Una cualidad que ha llevado a Boris Johnson a cometer los peores errores ante los súbditos británicos recurrentemente. Como un prestidigitador, agitó la realidad hasta que el Brexit y el coronavirus se aliaron para chafarle la fiesta. Puede que aún quede algún nostálgico que hinche el pecho recordando aquello de “niebla en el canal, el continente está aislado”, pero el acuerdo cerrado con Bruselas ya pone la piel de gallina a quienes tienen en el Reino Unido a su principal comprador. Lo acabamos de ver en las colas de camiones de la autopista M-20 donde estuvieron hasta 3.000 conductores españoles dejados de la mano de Dios y de Pedro Sánchez. No tenían ni dónde defecar con dignidad, por destacar una imagen global del caos vivido en la principal arteria que comunica ambas orillas. Abierto el canal, al sur, en Gibraltar la nueva cepa hace de las suyas y amenaza la entrada y salida del peñón a 15.000 personas diariamente sin que hasta la fecha haya un plan concreto ni un mecanismo de fronteras que desatasque una zona tan sensible para España.

Puede que el Brexit fuera en su momento una más de las descabelladas ocurrencias surgidas de la cabeza de los británicos, pero en breve veremos sus primeras consecuencias, aderezadas aún más bajo el estigma de la pandemia que nos azota. Si el acuerdo entre Bruselas y Londres no se implementa con agilidad, asistiremos a escenarios complejos de confrontación que parecían superados en los años setenta del pasado siglo y cuyas consecuencias más palpables las veremos especialmente en España, donde viven más de 350.000 británicos, de los que 77.000 son jubilados.