Confrontación
Sánchez se aísla de Iglesias: ni «maitines» ni llamadas
En Moncloa reconocen que ambos tienen «una llamada pendiente», pero el presidente ha priorizado el contacto con Casado sobre su vicepresidente
El clima en la coalición de Gobierno comienza a ser irrespirable. Un clima enrarecido que se ha trasladado del Consejo de Ministros al Congreso de los Diputados. Los parlamentarios de ambos grupos no se aplauden, se rehúyen y esquivan la mirada y trasladan la sensación de que sus luchas intestinas están por encima de los intereses de la sociedad, en un momento de crisis sanitaria y económica insostenible. La irrealidad. Las fricciones van desgastando las costuras de la coalición y aunque desde ambas partes se transmite que la ruptura no es una opción, cada vez comienza a perfilarse como uno de los escenarios posibles. La inminencia del 8 de marzo, como ya ocurriera hace un año –antes de que el coronavirus nos sumergiera en el laberinto de la desmemoria–, ha vuelto a enfrentar a Carmen Calvo e Irene Montero a cuenta de las políticas de Igualdad.
Los morados viven instalados en la confrontación interna constante para marcar perfil, desde que vieran amenazada su supervivencia en las debacles electorales de País Vasco y Galicia. Los socialistas, una vez aprobados los Presupuestos y garantizada la legislatura, han dejado de ir a rebufo de las pataletas de sus socios y ya marcan impronta, imponiendo sus tesis y sus leyes sin contar con Podemos. Las pugnas siguen, pero algo ha cambiado en los últimos días. Pedro Sánchez sigue en su posición neutral. No interviene abiertamente en ninguno de los debates candentes, a excepción de defender la calidad democrática de España, tras la vía de agua abierta por Pablo Iglesias en campaña.
El presidente del Gobierno se viene reservando la calidad de mediador para, en lo más enconado de los conflictos, reconducir la situación personalmente con Iglesias. Tienen la oportunidad de hacerlo en las reuniones de coordinación de los lunes, coloquialmente denominadas «maitines», y en comidas «face to face» con el vicepresidente que celebran periódicamente. Sin embargo, en los últimos días su contacto ha sido prácticamente inexistente.
«Hay una llamada pendiente (entre ambos)», aseguran fuentes gubernamentales, que no ocultan que la relación no pasa por su mejor momento. Sánchez ha aislado a Iglesias como una suerte de correctivo por la estrategia de desestabilización que Podemos está siguiendo a nivel interno en el Gobierno. Aunque desde la mesa del Consejo de Ministros se intentó el martes rebajar estas tensiones, asegurando poco más que son magnificadas por la prensa, lo cierto es que en Moncloa ya no se oculta que la situación es insostenible.
En el Gabinete esperaban que tras las elecciones catalanas llegara la tregua, pero la situación se ha recrudecido más si cabe por las maniobras de Podemos para intentar boicotear la «ley Zerolo» de sello socialista. Por su parte, los morados advertían de que si Calvo sigue ninguneando la legislación que quiere impulsar Montero de la Ley Trans, «actuarán por la vía de los hechos». Una amenaza deslizada en los pasillos del Congreso en conversación informal con periodistas.
En este clima de alta tensión, un mensaje en Twitter del portavoz de Podemos en el Congreso, Pablo Echenique, no ha hecho sino añadir más gasolina al fuego. El dirigente morado se alineó con los violentos que estaban promoviendo disturbios en varias ciudades de España por el encarcelamiento de Pablo Hasél y cargó contra las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que los estaban reprimiendo.
En el Ejecutivo reconocían ayer que tienen que «morderse la lengua» ante determinados pronunciamientos y cuestionaban el papel que quiere jugar Podemos. «Ahora forman parte del sistema», advertía un dirigente crítico con comportamientos que sirven para desestabilizar todavía más al Ejecutivo. Lejos de rectificar, Echenique insistió en sus mensajes y desde Podemos ni Iglesias ni ningún miembro morado del Gobierno condenó la violencia ni desautorizó a su portavoz en el Congreso.
Acuerdos con el PP
Ante las peticiones que arrecian desde la oposición para que Sánchez cese a Iglesias, el presidente calla. Pero en Moncloa hay mucho malestar por lo inapropiado del mensaje y de una polémica que vuelve a situar el foco en las discrepancias en el seno de la coalición, cuando –tras la debacle de PP y Cs en Cataluña– debía estar en la debilidad de la oposición. Haciéndose valer de esa debilidad y como toque de atención a Iglesias, Sánchez priorizó el miércoles una llamada a Casado, por delante del contacto «pendiente» con su vicepresidente, para acabar de cerrar un pacto global que afecte a las instituciones pendientes de renovación, entre ellas, el CGPJ.
Un movimiento que, aunque tocaba, también se lee en clave interna, obviando la presión que los morados vienen desplegando para que se retome la reforma agravada del Poder Judicial, que permita rebajar las mayorías y no necesitar al principal partido de la oposición para elegir a los vocales. La renovación del Consejo de Administración de RTVE la próxima semana en el Congreso también marcará la pauta del entendimiento entre socialistas y populares, en un momento de plena división con los morados.
Y a todo esto, ayer la vicepresidenta Carmen Calvo, foco de las discrepancias con Podemos, sacó toda la artillería para decirles a sus socios que decidan qué quieren ser de mayores, «para qué están en política», y tildarles de «incoherentes» por intentar boicotear sin éxito las leyes de Igualdad que promueve el PSOE. Por delante quedan semanas de enfrentamientos, con el Ingreso Mínimo Vital en el alero y las críticas de Escrivá a los morados por «intentar apropiarse de la medida» y con la negociación de la ley de vivienda, mientras Sánchez anuncia por todo lo alto un plan de refuerzo al parque social con hasta 26.000 inmuebles para colectivos vulnerables. Suma y sigue.
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