Crisis naranja

Rivera contacta con cargos de Cs para tumbar a Arrimadas

El ex presidente de Cs interviene en la crisis naranja y llama a cargos del partido para incitarles a forzar la salida de Arrimadas, en línea con la estrategia del PP. Ella acude hoy a la Ejecutiva dispuesta a resistir

Suelos
SuelosCristina BejaranoLa Razón

Inés Arrimadas se juega hoy su futuro en la reunión de la Ejecutiva de su partido. Pero la crisis en la formación naranja alcanza tal dimensión que sería más exacto decir que es Ciudadanos (Cs) quien realmente se juega su ser o no ser en las decisiones que tome en las próximas horas. En esta crisis ha intervenido una vez más en la sombra el ex presidente del partido Albert Rivera, con llamadas a cargos de la organización política dentro de una estrategia que, desde hace ya tiempo, coincide más con los intereses del PP que con la posición de la cúpula que rodea a Arrimadas.

La consigna en esta cúpula, en las horas previas a la Ejecutiva de hoy, ha sido el silencio. Sólo roto oficialmente por el portavoz parlamentario, Edmundo Bal, para responder a «las maniobras de desestabilización» del PP, aprovechando, ésta es la verdad, la profunda crisis en la que se ha sumergido Cs. Bal acusó a Génova de dirigir una operación «corrupta» de «compra» de cargos naranjas. Al cierre de esta edición, desde el entorno de Arrimadas defendían que, «a estas horas, en sus planes no está dimitir». «El liderazgo de Inés no está en duda».

Sí lo ha puesto en duda su apoyo a la malograda moción de censura en Murcia contra el Gobierno en coalición entre PP y Cs, desastre que se une al batacazo del partido en las elecciones catalanas, después de haber sido la formación más votada en los anteriores comicios. Pero también lo están poniendo en duda desde algunos sectores de su partido, y, especialmente, desde la herencia que sigue teniendo vínculos con Rivera, aunque el ex presidente ya no tenga poder en las estructuras de mando.

La única salida que tiene hoy Arrimadas pasa por reivindicarse con el discurso de que Ciudadanos es la estabilidad ante la pandemia y la «corrupción de una vacunación en Murcia indecente». Su salvación depende del discurso que hoy haga y de la capacidad de convencer a una Ejecutiva que quiere que se asuman responsabilidades, y ahí señalarán directamente a uno de sus pretorianos fieles, Carlos Cuadrado. «Fundamos un partido de estabilidad, con una actitud de compromiso con los españoles a derecha y a izquierda, y esa estabilidad la están atacando por defender lo justo ante corruptelas». argumentan desde esta guardia pretoriana de Arrimadas. Su salvación también pasa por apuntar contra el PP, volando por completo, como, a su vez, lo han hecho desde las filas populares, cualquier posibilidad de entendimiento futuro. «El PP quiere terminar con nuestra opción política surgida de la regeneración y nuestro discurso sigue siendo válido». La presión política y mediática sobre Arrimadas es feroz, en un asalto anticipado al que en el PP esperaban poder ejecutar en vísperas de las elecciones autonómicas y municipales. Si bien ya se habían activado los primeros movimientos, a la vez que crecían los contactos dentro de Génova con Rivera.

Incluso en el entorno de más confianza de Arrimadas reconocen que están «en el borde del abismo» y que el futuro se presenta «oscuro», no sólo por las presiones externas, sino porque el partido está dividido y la dirección noqueada y sin control sobre la organización política, como se ha demostrado en la moción de censura en Murcia. Aunque allí también han entrado en escena rivalidades personales que trascienden el componente político.

Arrimadas depende de la posición que fijen dos de sus barones, el andaluz, Juan Marín, y el madrileño, Ignacio Aguado. Debería buscar complicidades con la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, antes de que ésta quede también definitivamente atrapada en las redes del PP. Y cultivar, asimismo, el apoyo de dirigentes de su partido como el vicealcalde de Oviedo, Ignacio Cuesta. El valenciano Toni Cantó lleva ya tiempo jugando en contra de ella.

Ya en el lado del PP, el precipitado ocaso de Cs también es visto con sombras, aunque en la dirección nacional hayan lanzado un contraataque sin medida, ni marcha atrás, en réplica a la operación de censura en Murcia. En frío, en las filas populares saben que quedarse sin la muleta de Cs no sólo tiene ventajas, sino también inconvenientes. Desestabiliza sus gobiernos autonómicos y les coloca ante la opinión pública en un marco de alianzas en el que sólo les queda la posibilidad de llegar a acuerdos con Vox. Ya no hay alternativa. Además, la imagen de apuñalamiento recíproco entre las dos siglas, PP y Cs, en la plaza pública ofrece una imagen poco ejemplar y «muy desasosegante». «Cuidado que puede ocurrir que sumar cargos naranjas a los de nuestro partido no signifique sumar votos», advierten desde dentro del PP.

Arrimadas tiene en juego su liderazgo, pero Casado también arriesga en esta operación de derribo de Ciudadanos en unos términos para los que ninguno de los actores estaba preparado. Incluso en el caso de que al Partido Popular le vaya muy bien en Madrid, dentro de esta organización política saben que primar la interpretación de que ese resultado es extrapolable al resto del territorio nacional es «hacernos trampas en el solitario». «En Madrid tenemos un electorado muy próximo al de Vox. Fuera de la capital, la alianza PP-Vox nos aleja demasiado de ese centro que necesitamos para poder gobernar».