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El PSOE teme un plan B

Iglesias seguirá de diputado en el Congreso si no gana a Ayuso en las elecciones de Madrid

No recogería su acta en la Asamblea de Madrid para poder seguir en el Congreso. Moncloa cree que el vicepresidente se ha ido para hacer oposición al Gobierno de Sánchez

El Trump español EUROPA PRESS/E. Parra. POOLEuropa Press

El PSOE está intentando guardar las formas y no entrar en las «trampas» que le ha colocado en el camino el todavía vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, en su operación «para dejar Moncloa antes de que le echen» y presentarse como líder de Podemos a las elecciones de la Comunidad de Madrid del próximo 4 de mayo. El comentario sale del Partido Socialista, donde en privado no se andan con tantas contemplaciones como las que está escenificando Moncloa para decir adiós a quien el presidente del Gobierno estaba ya sometiendo a una estrategia de ninguneo, bajo cuerda, proporcional al ruido que el vicepresidente Iglesias hacía en el ámbito público.

Pero Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se conocen muy bien, y el contexto en el que se produce este portazo de Iglesias al Gobierno de coalición hace que en las filas socialistas se barrunten que la maniobra del líder de Podemos incluye como cláusula de salvaguarda «la trampa» de protegerse en su escaño en el Congreso de los Diputados antes de quedarse en la oposición en la Asamblea regional. Es verdad que éste es un marco muy modesto para quien se presentó como el líder que iba a «asaltar los cielos».

Madrid puede ser más que un pretexto para encontrar una salida. «Una vez que consiga los siete diputados, éste no coge el acta de la Asamblea, se queda como diputado y como portavoz en el Congreso y a trasladar el activismo del Consejo de Ministros al Parlamento con manos libres», anticipan desde el Consejo de Ministros.

Esta previsión, de ejecutarse, permitiría a Iglesias mantener una visualización nacional, dirigir a la parte morada de Unidas Podemos en el Gobierno desde fuera y profundizar en su estrategia de desgaste y de reivindicación de una gestión que ha dejado totalmente inacabada en el Gobierno. Iglesias se ha ido con las manos vacías de Moncloa, sin haber ejecutado la revolución prometida, y no sólo eso, sino que ha saltado del barco antes incluso de que esa revolución acabe convertida en un proyecto de reformas ajustado a la ortodoxia de Bruselas, pensiones o mercado laboral, por ejemplo, para no poner en peligro de los fondos europeos.

Desde la portavocía en el Congreso podría sostener sus principales demandas y confrontar personalmente con Pedro Sánchez, posición que no puede permitirse aquella a la que, con su dedo mesiánico, a las maneras de la vieja política, ha señalado como su sucesora, la todavía ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.

El relato épico con el que Iglesias ha envuelto su salida del Gobierno no oculta los agujeros negros de esta travesía y en qué condiciones abandona el proyecto, en lo que parece un giro para anticiparse a un posible movimiento electoral por parte de su alter ego socialista, una vez que éste implemente la primera fase de los fondos europeos y tenga encuestas que le animen a saltar al vacío antes de tener que pelear la aprobación de otros Presupuestos o que enfrentarse con el desgaste de atender a las demandas de la política post pandemia de Bruselas.

Coalición de Gobierno

El salto de Iglesias debilita a la coalición de Gobierno, fortalece a Pedro Sánchez y le obliga, además, a señalar como presunta heredera a quien menos representa la continuidad de su proyecto, ni en las formas ni en el fondo. De hecho, la ministra de Trabajo ha sido leal con Iglesias y la parte «morada» del Gobierno de coalición, pero las discrepancias sobre las maneras y las políticas han sido muchas desde que echó a andar el acuerdo de coalición. «Se entendía mejor con Escrivá que con Iglesias», desvelan desde el Gabinete de Sánchez.

Además, Iglesias se va en vísperas de que se confirme el desastre de un nuevo Gobierno independentista en Cataluña y con un partido destrozado, al que ahora llama a la unidad después de haber sido el director del factor de descomposición. Más Madrid ha rechazado en horas la envolvente del líder morado y concurrirá en solitario a las elecciones que decidirán la Presidencia regional.

La impresión es que el último movimiento de Iglesias abunda en un proceso de autodestrucción de Podemos, pero sus socios también son conscientes de que cometerían un peligroso error si desprecian su capacidad de reinventarse y de «engañar al contrario». «En esto ha encontrado un buen adversario en el jefe del Ejecutivo», admiten en la organización socialista.

Iglesias no busca derrotar a Ayuso, aunque sea el fin con el que justifica esta última escaramuza. Si bien, también es cierto que, si la presidenta madrileña no tenía nada fácil ganar las elecciones antes de su irrupción en la arena electoral, ahora no es más sencillo por más que la derecha parta de una situación de ventaja en la movilización de su electorado. Tal es la situación de inestabilidad en el ámbito político que hay sensación de que todavía «van a pasar más cosas».

Por si acaso, en el lado del PP, dos de sus barones, el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, y el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, están blindando sus pactos con Ciudadanos.

La última encuesta del CIS ha sonado también en Génova como el tambor que anticipa la convocatoria de elecciones. En sus conclusiones no puede ser más ajustada a los intereses en las urnas de Pedro Sánchez: Vox sigue subiendo hacia el cielo que pretendía asaltar Podemos, mientras Podemos se precipita hacia los infiernos.

No obstante, y pese a que el CIS de Tezanos haya perdido toda credibilidad por su instrumentalización,lo cierto es que hay otras encuestas internas, que manejan los partidos, que apuntan a esa misma tendencia después de las elecciones catalanas. Cómo quede, finalmente, el Gobierno de coalición, tras la reestructuración a la que obliga la salida de Iglesias, será otra señal en la que se buscarán explicaciones electorales.

En la estrategia de Moncloa de no entrar en las «trampas» y guardar las formas ante la salida de su controvertido e incómodo socio, muy celebrada, por cierto, dentro del Consejo de Ministros, no dejan lugar a dudas: «el presidente del Gobierno respeta sus acuerdos, pero la composición de su Gabinete es competencia suya».

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