Anna y Olivia
El sonar y el robot submarino ya están en marcha para buscar a las niñas desaparecidas en Tenerife
La Guardia Civil explora el fondo marino de la zona donde encontró la lancha de Tomás Gimeno, padre de Anna y Olivia
Más de un mes, exactamente 34 días, ha pasado desde que Anna y Olivia, de 1 y 6 años, y su padre, Tomás Gimeno, desaparecieron el 27 de abril en Tenerife. La Guardia Civil sigue investigando el caso y barajando las diferentes hipótesis de lo que podría ser un secuestro parental. Desde que se produjo la desaparición, las labores de búsqueda se centraron en el mar y en la costa de la isla del archipiélago canario.
Para intensificar el rasteo, se esperaba la llegada a Tenerife de un buque del Instituto Español de Oceanografía (IEO) dotado de un sonar de barrido lateral y un robot submarino no tripulado. Su llegada estaba prevista para finales de la semana pasada, y así ha sido. El domingo por la tarde, los investigadores comenzaron la busqueda de cualquier tipo de pista por el fondo marino, según informa Efe. El sonar de barrido lateral y el robot submarino, transportados de Galicia hasta Canarias en el buque Ángeles Alvariño, explorarán la zona donde se encontró la lancha de Tomás Gimeno, frente a las costas de la localidad de Güímar.
El geoposicionamiento del teléfono móvil del padre de las niñas le ha permitido a la Guardia Civil delimitar una zona de búsqueda. Gimeno, de 37 años, fue captado por las cámaras de seguridad transportando varias maletas hacia su embarcación en la Marina de Tenerife y zarpando hacia el mar para volver al puerto. Más tarde, sobre las 00:30 horas del 28 de abril, realizó una nueva incursión al mar. No obstante, la lancha, encontrada a la deriva, estaba completamente vacía, por lo que se rastrea el fondo del mar en busca de los bultos y maletas que transportó en un primer momento.
Cómo funcionan el sonar de barrido lateral y el robot submarino
El sonar utiliza impulsos sonoros bajo el agua para detectar objetos sumergidos. El aparato obtiene una imagen del suelo y es capaz de detectar los objetos que no tengan que ver con el fondo marino. Cuando identifica algo que no corresponde con la orografía marina, emite una señal para que los investigadores comprueben si es algo interesante para el caso.
El Liropus será el encargado de recoger aquellos objetos relevantes que identifique el sonar. El robot submarino no tripulado es capaz de trabajar hasta 3.000 metros de profundidad, pero está adaptado para operar a 2.000 metros (la profundidad de la zona de búsqueda es de unos 1.000 metros). Permite la investigación de los grandes fondos marinos por medios no invasivos, sin dañar el hábitat. Cuenta con seis motores e incorpora seis tipos de cámaras, instrumentos de medición y toma de muestras. El precio de la máquina roza los 1,5 millones de euros.
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