Jorge Vilches

Feijóo piensa como Draghi

El argumentario pasado a los cargos públicos del PSOE y Unidas Podemos para responder a la propuesta económica de Feijóo es muy pobre, pero salen en su auxilio los intelectuales orgánicos

Feijóo descoloca a los autodenominados “progresistas”. Un hombre con reconocida experiencia de gobierno dice a los españoles que se pueden bajar los impuestos, y que resulta un imperativo moral. Y lo hace con un programa concreto, no demagógico ni evanescente, con fechas y cifras. Claro, los socialistas y los podemitas se echan a temblar, y han pedido un argumentario para soltar en entrevistas y actos públicos.

No importa la pregunta que hagan al progresista de turno, que contesta “Que diga Feijóo si va a recortar en sanidad y educación, o en pensiones, como ha hecho en Galicia”. Esa reacción coral, bien enseñada, es el resultado del miedo que provoca la conciencia de ser torpe. Porque tenemos una crisis como no vivíamos desde los años 80, cuando también gobernaba el PSOE, y al Ejecutivo peor preparado de la historia de la democracia.

El argumentario pasado a los cargos públicos del PSOE y Unidas Podemos para responder a la propuesta económica de Feijóo es muy pobre, pero salen en su auxilio los intelectuales orgánicos. Con la soberbia que caracteriza al ingeniero social estos dicen que bajar los impuestos es permitir que la gente gaste y suba así la inflación. Es un clásico de la izquierda:donde mejor está el dinero es en el bolsillo del Estado, no de las personas que lo ganan.

No sé por dónde coger esta muestra de desprecio a la gente, a la que se toma por idiota. A ver: según el INE en 2021 los españoles hemos sufrido la mayor pérdida de poder adquisitivo en 20 años: 400 euros para un salario medio. Mientras los intelectuales del progresismo pretenden dar lecciones de macroeconomía, la renta disponible privada se reduce a mínimos históricos y las personas humildes lo pasan mal.

Es difícil de entender para la izquierda, que piensa en paraísos futuros desde hace más de 200 años, pero ha de entender que el buen gobernante piensa en cómo resolver los problemas del día a día. Esto es lo que ha pasado en España desde hace dos décadas: gobiernos socialistas alocados y manirrotos que hundían el país, y gobiernos del PP elegidos para arreglar el desaguisado que dejaban los progresistas.

Una vez más la izquierda está bloqueada porque no sale del error de que la riqueza se reparte, no se crea, y que la pretendida “justicia social” pasa por recaudar cada vez más. Estos progresistas piensan que la política social solamente es que exista una red de servicios públicos en educación y sanidad, desatendiendo la vida cotidiana de las personas.

También es política social bajar los impuestos. Permitir que la gente tenga más dinero en su bolsillo para llegar a fin de mes, pagar las facturas, la comida, la hipoteca o la electricidad, entre otras cosas. Esto tiene más sentido social que emplear millones en las campañas de publicidad institucional, mantener ministerios absurdos, o tener una tropa innecesaria de asesores.

Solo hay que salir a la calle para ver que en un escenario de inflación creciente, apretar fiscalmente a la gente no demuestra sensibilidad social, sino desprecio. Claro que para los ingenieros sociales de despacho la realidad es un obstáculo que se puede demoler con el relato adecuado.

Este es el gran problema de la política actual, la baja calidad de los dirigentes, su empecinamiento ideológico, su escasa formación y su inexperiencia. Por eso se resisten a alargar la vida de las nucleares, a ajustar el gasto burocrático y político que constituye para ellos su medio vital, o a eliminar nueve ministerios y volver a los trece.

Esto es lo que ha hecho Draghi en Italia:gobernar la economía del país por encima de la ideología de la nueva política, y rodeado de especialistas. Ese es el plan de Feijóo. Tras su plan económico vendrá la presentación soterrada de su equipo tecnócrata, con experiencia en la administración y en la empresa privada. ¿Qué dirán los progresistas?