El análisis
Del «pacto de los botellines» a la división de la izquierda
Seis años después del primer pacto de la nueva izquierda, sus protagonistas están divididos y a la espera de sí el proyecto de Díaz logra unir a la izquierda
Solo han pasado seis años, pero el tiempo en política sucede a la velocidad del rayo y contribuye a que compute doble. Lo que ayer fue, puede ser hoy una añoranza. El 9 de mayo de 2016, Pablo Iglesias y Alberto Garzón –Podemos e Izquierda Unida–sellaban la alianza que derivaría en Unidas Podemos, que pasaría a conocerse coloquialmente como «el pacto de los botellines» y con el que ambas formaciones conseguirían 71 escaños en las elecciones del 26-J. Una cifra irrepetible para la coalición tres años después, donde perderían 36 escaños en el 10-N, pero aún así, con esa débil aritmética, les permitiría gobernar.
Independientemente de los resultados, sus actores principales se conjuraron para que su alianza perviviera en el tiempo y a consolidarse como herramienta de cambio destinada a cambiar la política. De ellos, uno ya ha abandonado la política activa y los fundadores morados también. Unidas Podemos nació partiendo del desencuentro ante la desconfianza del entonces número dos de Iglesias, Íñigo Errejón, a coaligarse con el partido de Garzón, pero a la que el hoy líder de Más Pais terminó cediendo. Hoy, las fuertes divisiones y la desconfianza entre ambas formaciones han hecho saltar por los aires este pacto y ha puesto de manifiesto el deterioro de las relaciones, con primer escenario en Andalucía. Desde IU critican que la dirección estatal de Podemos trate de «interferir» en un proyecto «netamente andaluz» y los morados acusan a los primeros de querer incumplir el pacto al que llegaron con otros cuatro partidos, pero del que Podemos se quedó fuera del registro.
Pero la alianza de izquierdas se dinamitó mucho antes, con la salida de Errejón de Podemos para aliarse con la alcaldesa de Madrid,– Manuela Carmena, y para presentarse como rival de Podemos con Más Madrid en 2019 –hoy principal partido de la oposición en la Comunidad–y desde las últimas elecciones generales pasar a competir con Unidas Podemos, bajo la marca Más País. Las escisiones de Podemos se han ido sucediendo en más direcciones. En Andalucía, el sector anticapitalista liderado por Teresa Rodríguez abandonó la formación también en 2020 tras múltiples desavenencias con la dirección en su afán de descentraliarse del partido en Madrid. Hoy, también compiten por separado de cara a las elecciones andaluzas, dentro de otra coalición andalucista. Además de en Madrid, la izquierda –que en su día se identificaba con Podemos– también acude separada en otras comunidades, como en Valencia donde Compromis llegó a concurrir en elecciones con los morados hasta 2019. Ahora, en el Congreso son partidos distintos, a la vez que de cara a unas cercanas elecciones en la Comunidad de Valencia, una posible fusión con Podemos se ve, día de hoy inviable, mientras, Errejón consolidan su entente junto a la líder valenciana, Mónica Oltra. A la par, en la Comunidad de Madrid, la líder de la izquierda madrileña, Mónica García, deja claro que no le ha gustado el experimento en Andalucía. «No tengo ni la más mínima intención de reproducir nada de lo que está ocurriendo allí», zanjó. Así, los principales actores políticos van desvinculándose del experimento andaluz fraguado por Podemos. No así del de la vicepresidenta Yolanda Díaz, parte de estos protagonistas, Oltra, García y Ada Colau, participaron hace meses en noviembre del año pasado en un acto en Valencia que fue entendido como el germen político del «frente amplio» de la dirigente gallega.
Díaz, la prueba de fuego
Las diversas disputas por el poder y escisiones en la izquierda son un ejemplo claro de la división de la izquierda que ha terminado por atomizar el escenario político y el espectro ideológico de izquierdas y que no coincide con el nuevo proyecto de unidad que quiere dirigir la vicepresidenta y que lanzará después del 19-J. Sobre las notables discrepancias en la izquierda, el experto en Comunicación Política en la UCJC, Eduardo González Vega, rebaja su relevancia. «No son nuevas», incide. Las define como «luchas de poder y de ego» en la que sus protagonistas anteponen sus «intereses personales» a los del partido. A su juicio, entre los partidos tradicionales, se ve el «contrapunto». Según su análisis, las luchas de poder acaban tapándose antes.
Andalucía ha evidenciado que es, precisamente, el intento contrario a lo que la vicepresidenta Yolanda Díaz desea. Ella misma lo confirmó esta semana asegurando que «no tiene nada que ver» con su proyecto de escucha. Un proyecto que pretende ensanchar la base de la izquierda y divorciarse del reducto que hoy representa el primer partido a la izquierda del PSOE, Unidas Podemos. La vicepresidenta ha dado serios avisos a sus compañeros en el Gobierno así como al grupo parlamentario. Quiere alejarse del ruido, la crispación y la división, todos estos, conceptos a los que endosa a los morados. Díaz ha llamado a las formaciones políticas a volver a reconectar con la ciudadanía, pues en su opinión, los partidos se encuentran distanciados de la sociedad. Prueba de ello la da el reciente barómetro del CIS, que refleja que el 86% de los encuestados asume que en España hay mucha o bastante crispación política, de ellos un 62,5% culpa a los políticos. Unos avisos en los que en Podemos niegan sentirse representados y sacan pecho de los intentos por reformatear su propio proyecto para conseguir «un Podemos fuerte» para hacer presidenta del Gobierno a Yolanda Díaz. Está por ver sí su plan logrará aunar al resto de formaciones políticas para lograr una candidatura de unidad. Ese es el reto que tiene por delante y sobre el que se fijan todas las expectativas políticas. Sobre este punto, el experto en comunicación política cree que la vicepresidenta se encuentra «tanteando la situación» y que podría tener todavía «dudas» sobre si dar el paso. La apremia a «empezar a pensar rápido o quizá no tendrá oportunidad». En cuanto a sí conseguirá el objetivo de forjar una candidatura fuerte y unitaria, el politólogo cree que las próximas generales estarán marcadas bajo el rol de» cambio o continuidad», –Sánchez/Feijóo–. Aún quedan, 20 meses para los próximos comicios y el plazo no apremia, no como en Andalucía, donde Podemos sí llegó tarde.
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