La Crónica

Sánchez se siente víctima de una «conspiración global»

Moncloa le exime de todas las crisis, mientras en el partido critican la política de «sacudirse responsabilidades y que dimitan los que están al lado»

José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores, ha empezado a ser visto dentro del PSOE como la excusa perfecta para que Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, vuelva otra vez a sentirse con manos libres para cortar cabezas a su alrededor. El problema que se le echa encima al líder socialista está en que a medida que las crisis se le han ido acumulando, y la solución a las mismas, «echar la culpa a otro, y cese», se ha demostrado ineficaz para cortar la sangría y en las filas de su partido son cada vez menos comprensivos con «su política de sacudirse responsabilidades y hacer siempre que carguen con la culpa los que están al lado».

La comparación entre lo que se escucha en Moncloa y lo que se dice en el partido confronta dos realidades opuestas y confirma ese mito de que en la burbuja de Moncloa el presidente del Gobierno, y los que le rodean, pierden el pulso a la realidad. Del país, y también de su propio partido.

Dentro del equipo más cercano al presidente del Gobierno explican, informalmente, que Sánchez está siendo víctima de una «conspiración global», donde distintos poderes se han puesto supuestamente de acuerdo para derribar a su Ejecutivo. «Lo han intentado desde el principio, pero ahora es cuando más fuerte golpean». Apuntan a los jueces, a miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado, a estamentos militares y a sectores del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). ¿Qué tiene esto que ver con la grave crisis diplomática con Argelia por el giro sobre el Sáhara? Nada y, a la vez, todo, para este pensamiento monclovita que desvincula al presidente de todas las decisiones que generan problemas y de todos los fallos que están desgastando la imagen del PSOE.

“No eran los ministros”

Sin embargo, en el partido son cada vez más los que empiezan a verlo justo al contrario. El balance de la difícil situación en la que hoy está el Gobierno de coalición les confirma que la anterior drástica remodelación del Consejo de Ministros, ejecutada tras las elecciones autonómicas de Madrid, «es la mejor prueba de que el problema no estaba en los ministros, sino en Sánchez». Dentro del PSOE han empezado a señalarle: ya no creen en su «baraka» ni en su manual de resistencia, y temen que el «desgaste» y la falta de «crédito» de su palabra les arrastre en los próximos procesos electorales. En la bunkerización en la que vive el presidente es difícil que alcance a llegar el malestar creciente con los fallos «personales» que le atribuyen y la desconfianza, también creciente, sobre su capacidad de recuperación. Pero lo que se le escuchó esta semana pasada al presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, apuntando contra el cesarismo del PSOE, lo piensan más barones y otros dirigentes territoriales, aunque ninguno se atreva a abrir la boca delante del «número uno» del partido.

Callan y echan cuentas, por ejemplo, del daño que sobre sus respectivas economías, a un año de las autonómicas y municipales, puede hacer la ruptura de relaciones con Argelia. Las exportaciones en riesgo alcanzan los 1.888 millones de euros y el suministro energético, los 4.768 millones. Y en cuanto a las exportaciones, afectan prácticamente a todos los sectores, de ahí el efecto colateral sobre toda la economía nacional. Destacando, entre otros, 185 millones del sector del papel y del cartón; 156 millones de grasas y aceites; 143 millones de máquinas y aparatos mecánicos; 104 millones de taninos y materias colorantes; 103 millones de plásticos; 98 millones de material eléctrico; 87 millones de fundición, hierro y acero, y 66 millones de animales vivos.

La oposición también se recoloca ante lo que pueda suceder dentro de una semana en las elecciones andaluzas, y en este momento de debilidad del Gobierno. Para finales de julio, antes de dar por cerrado el curso político, y ya en esos días de canícula en la que España está más pendiente de las vacaciones que de las batallas entre Gobierno y oposición, pueden concretarse las reuniones entre el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, y la líder de Cs, Inés Arrimadas, y el presidente de Vox, Santiago Abascal.

“Hablará con todo el mundo”

En la agenda de Feijóo consta como pendiente la petición que le hizo llegar Abascal para una entrevista. Génova no puede decir que «no», pero tampoco quiere regalarle a Abascal el protagonismo que creen que busca. La forma de cumplir el compromiso de que «hablarán con todo el mundo», salvo con Bildu, sin realzar la figura de Abascal, pasa por colocar la foto con el líder de Vox en el mismo saco en el que entrarán las de otros dirigentes de posibles partidos satélites del PP o de otras fuerzas. Por supuesto, Feijóo también quiere hablar con el PNV, y con transparencia, que se sepa que mantiene buena relación con los nacionalistas vascos. Personal, en el caso del lendakari, Íñigo Urkullu. Feijóo usará esta estrategia para rehabilitar, al mismo tiempo, a Arrimadas. El nuevo PP no comparte tampoco la política de la anterior cúpula popular, que iba dirigida a desestabilizar a la formación naranja. El equipo de Casado llegó a fichar a la mano derecha de Albert Rivera, al senador Fran Hervías, para conocer de primera mano las debilidades de las estructuras territoriales de Cs y tener acceso a contactos que podían serle útil en esta ofensiva de desestabilización. El equipo de Feijóo construye su plan para alcanzar La Moncloa sobre tres ejes: ocupar el centro, respetar a Arrimadas, y tratar de evitar que Vox se haga con el papel de «alter ego».