Reportaje

La envidia de las bibliotecas en España la tiene el Constitucional

La biblioteca del alto tribunal tiene un presupuesto anual que ronda los 200.000 euros y añade cada año unos 2.000 libros nuevos a su fondo

La biblioteca del Tribunal Constitucional
La biblioteca del Tribunal ConstitucionalAlberto R. RoldánLa Razón

La tijera posterior a la crisis de 2008 entró a cortar directamente presupuestos en la gran mayoría de bibliotecas ministeriales y universitarias de toda España. Hubo una en Madrid que siguió a pleno rendimiento y que cada año incorpora a sus estanterías unos 2.000 libros. Con un presupuesto para comprar lecturas que ronda los 200.000 euros anuales, la envidia de las bibliotecas españolas la tienen los magistrados del Tribunal Constitucional.

Al entrar al peculiar edificio redondo y marrón de Doménico Scarlatti y pasar el control de seguridad, la sala de lectura se encuentra girando a la derecha tras el hall. No siempre estuvo en el primer piso. Antes los libros se apilaban en la quinta y la sexta planta, pero el peso y una remodelación en mayo de 1991 provocaron el cambio de ubicación. Las obras que se ven allí son solo las que se han adquirido recientemente como El jefe de los espías de Juan Fernández-Miranda y Javier Chicote o 21 lecciones para el siglo XXI de Yuval Noah Harari. El resto de los nada menos que 88.947 títulos que alberga el edificio descansan en depósitos en el sótano, listos para subir cuando algún magistrado lo pida.

El fondo de la biblioteca cuenta con 88.947 títulos
El fondo de la biblioteca cuenta con 88.947 títulosAlberto R. RoldánLa Razón

“De aquí a 10 años vamos a tener un problema de almacenamiento serio”, comenta Ignacio Borrajo, letrado jefe del servicio de biblioteca y documentación desde 2010. Los títulos que adquieren tienen siempre vinculación con el derecho. “El criterio es comprarlo todo que tenga una mínima calidad. No se distingue entre derecho público, privado, etc. Entonces claro, aquí lo tienes todo”, explica.

La biblioteca, que fue creada con el papel impulsor del magistrado Francisco Tomás y Valiente (asesinado en 1996 por ETA), tiene como final dar servicio estrictamente a los miembros del Tribunal, aunque tienen unos puestos que investigadores o profesores universitarios pueden reservar y un convenio con el Tribunal Supremo para que sus señorías también puedan nutrirse allí de jurisprudencia. Los magistrados pueden coger el libro prestado y tenerlo si quieren hasta que finalice su mandato. Cuando abandonen su puesto a los nueve años el préstamo debe ser devuelto y, alguna que otra vez, ha habido pérdida con necesaria reposición a cuenta del togado. “Pedro Cruz [expresidente del Tribunal Constitucional], por ejemplo, era un gran bibliófilo”, cuenta el letrado. “De los últimos que se han ido el que más libros pedía sin comparación era Andrés Ollero. De hecho nos pedía muchos libros que no teníamos. Ha contribuido a que compremos de filosofía del derecho, teología, moral...”.

Según la memoria del alto tribunal en 2020 (último años del que hay dato) se adquirieron 2.081 libros con los 180.000 euros que el tribunal, con su autonomía presupuestaria con respecto al Poder Judicial, destina a esta partida. “Lo hemos reducido [antes eran 200.000 porque no nos estábamos gastando ese dinero”, explica Borrajo que tiene a su cargo a más de una decena de trabajadores.

La biblioteca atesora diferentes ediciones de la Constitución
La biblioteca atesora diferentes ediciones de la ConstituciónAlberto R. RoldánLa Razón

Los idiomas que se trabajan más allá del castellano son principalmente el francés, inglés, alemán e italiano. A la pregunta de si se compran novelas el letrado suelta una carcajada, pero lo cierto es que sí se adquiere algún título que trasciende del derecho puro. Sobre todo relacionados con biografías y memorias políticas o económicas. Como el último libro de Mariano Rajoy, la biografía de José Bono, la de Jordi Pujol y Barack Obama o unas conversaciones privadas de Adolf Hitler.

Los libros más valiosos están metidos en una caja fuerte. “Hay una partida del siglo XVI, textos constitucionales del silgo XIX. Libros irremplazables tenemos poquitos -calcula que unos 40 en esta categoría- pero esos no se pueden prestar. Hay que consultarlos en la sala de lectura”, advierte.

Nadie allí es ajeno al privilegio de la biblioteca. “Aquí recuerdo cuando hemos contratado a gente, te cuentan unas historias terroríficas. De bibliotecas de ministerios que se han quedado sin presupuesto. Lo único que pueden recibir donativos. O personas que son bibliotecarios y tienen que estar en dos o tres bibliotecas a la vez para hacer la jornada laboral. Historias de esas hay cientos de ellas”, afirma el encargado. En una reforma próxima que el tribunal de garantías planea para hacer el edificio más eficiente energéticamente, Borrajo ha pedido más espacio para todos los textos que, por descontado, los magistrados piensan seguir adquiriendo. Allí nadie parece estar dispuesto a perder el título de biblioteca muy envidiada.