Tomás Gómez
Una conmemoración raquítica
En Sevilla, no se produjo una reconciliación con el pasado del partido.
Para muchos medios de comunicación, el acto de celebración del cuadragésimo aniversario de la victoria socialista de 1982 terminó siendo el de la ausencia de Alfonso Guerra.
Nada es estático, las circunstancias cambian y con ellas todo adopta una versión diferente. El problema se produce cuando la transformación es de tal magnitud que se produce una modificación sustantiva del objeto.
Eso es lo que le ha ocurrido al Partido Socialista. Guerra ha afirmado, a raíz de la controversia que suscitó el hecho de que no fuese invitado por la dirección al acto, que “el PSOE es otro partido” y, ciertamente, lo es.
Sánchez encarna esa nueva sustancia, pero no es el único responsable de haber llegado hasta aquí. Desde hace tiempo, de manera gradual, la organización socialista ha dejado de ser un instrumento al servicio de un proyecto político para convertirse en otro al servicio de quien sencillamente quiere el poder. La consecuencia ha sido desembocar en nuevas modalidades de populismo.
A partir de ahí, en los dos PSOE chocan modelos enfrentados, que por su naturaleza, son incompatibles entre sí. Por ejemplo, la reforma del delito de sedición en el código penal que quiere Sánchez, no responde a un plan de modificación de la estructura del Estado, sino a la necesidad coyuntural de mantenerse en el poder sumando los escaños de ERC.
Sin embargo, la reforma viene a ratificar el relato del independentismo catalán y, por tanto, da carta de naturaleza y credibilidad a sus líderes, incluido Puigdemont. La política se devalúa cuando cambiar el código penal es el precio a pagar a los líderes que promovieron la ruptura con el Estado por prestar los votos necesarios para sacar adelante unos presupuestos que le den oxígeno al gobierno durante unos meses.
Es decir, que si Sánchez se pudiese mantener en el poder sin necesidad del apoyo de ERC y las encuestas le fueran favorables, no cabe duda de que la reforma del código no estaría en la agenda.
Lo mismo se podría argumentar de la subida de sueldo a los más de dos millones de funcionarios o del salpicón de cambios en la tributación que nada tienen que ver con una reforma socialdemócrata seria de la fiscalidad.
En Sevilla, no se produjo una reconciliación con el pasado del partido. Fue una conmemoración pensada desde una visión política muy raquítica en la que, además de Guerra, estuvo ausente el otro PSOE.
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