Toni Bolaño

Fuego amigo

Estamos en periodo electoral y los otrora amigos se transforman en enemigos acérrimos. Son los que hacen zancadillas al amigo para desestabilizarlo, haciendo bueno el dicho de «quien bien te quiere te hará llorar». Las alarmas saltaron en la calle Génova la pasada semana cuando el vicepresidente de Castilla y León, Juan García-Gallardo, anunció medidas coercitivas para médicos y mujeres. «Coercitivo» no es una definición de este articulista, es un calificativo utilizado por el presidente Alfonso Fernández Mañueco, que ha salido a la palestra en una conferencia sin preguntas a desautorizar a su vicepresidente y de paso al solicito consejero de Sanidad del PP que dio pábulo a las medidas.

Sin duda, la presión de la dirección nacional ha surtido su efecto porque la vía de agua estaba abierta y amenazaba las expectativas. Las encuestas son propicias al PP pero no está todo el pescado vendido y estas escaramuzas, sino se abortan a tiempo, pueden generar más de un dolor de cabeza. Lo que ha quedado en evidencia es que la cohabitación en Castilla y León es inexistente y el presidente Mañueco está secuestrado por sus aliados de ultraderecha. Vox quiere marcarle el paso al PP. Lo ha hecho ahora con el aborto y lo hizo hace pocos días en Madrid dejando a la Comunidad de Ayuso y a la alcaldía de Almeida sin Presupuestos.

Díaz Ayuso, sin que sirva de precedente, ha salido en defensa de Feijóo –que sigue guardando un estruendoso silencio– calificando la tropelía de Vox como una «torpeza». En su línea habitual ha aprovechado que el Pisuerga pasa por Valladolid para acusar al Gobierno de Pedro Sánchez de sobreactuación. Y lo dice la presidenta madrileña, la reina de la sobreactuación. En expresión de Federico Trillo, cuando era presidente del congreso, «manda huevos».

El silencio del PP de Castilla y León empezaba a ser embarazoso para el PP nacional. Borja Sémper, el nuevo portavoz del partido, intentó poner sordina, y también sensatez, a la cuestión y se tuvo que emplear a fondo. El magro resultado ha provocado que las presiones se redoblaran, Mañueco saliera con cara circunspecta y de circunstancias a autocorregirse y a desautorizar a su socio, mientras que el Boletín Oficial de la Comunidad no publicaba el protocolo inspirado en la muy democrática Hungría de Viktor Orbán, referente de Vox en Europa.

¿Quién miente? ¿Alfonso Fernández Mañueco o Juan García- Gallardo? Sorprende que este espectáculo surja tras una reunión del gobierno castellanoleonés. Si el vicepresidente lo anunció es porque tenía el respaldo del presidente Mañueco para que fuera aprobado. Si el consejero de Sanidad del PP le dio cobertura es porque el presidente Mañueco le autorizó a hacerlo. Incluso Ayuso ha criticado que Vox ha tomado cartas en un asunto del que no tiene competencias. Si no las tiene, ¿por qué Mañueco le ha dado alas?

El expresidente catalán Josep Tarradellas siempre decía que en política se puede hacer de todo menos el ridículo. Y esto ha sucedido en este caso. Mañueco se ha rendido al fuego amigo para evitar tiranteces en su Ejecutivo sin caer en la cuenta de que sus veleidades afectarían de lleno a su partido en una carrera electoral en la que se juega todo. Siempre hay que estar a la altura, sobre todo en la discrepancia. Lo que no se puede hacer es dar el plácet y que luego te saquen los colores tus propios compañeros. En el PP, ni una palabra de apoyo a Mañueco, porque todos en el PP, sean de donde sean, saben que abrir el melón del aborto tiene consecuencias electorales porque los que podrían estar a favor de Vox en esta materia son multitud. O no se preguntan, por ejemplo, ¿por qué el TC de mayoría conservadora alargó y alargó –de hecho sigue en el cajón– su dictamen sobre la Ley del Aborto? Pues, precisamente, para evitar abrir una brecha en un tema sensible para toda la sociedad, pero especialmente delicado entre los sectores ultraconservadores y los más aperturistas de la derecha española. Mañueco se ha cargado todos los equilibrios. Y no vale solo acusar a Vox. Él tiene mucha culpa.