Análisis

¿Se atreverá Sánchez a romper relaciones diplomáticas con Israel?

La medida drástica que le exigen algunos socios tiene unas consecuencias que penalizan a España en un camino sin retorno

PP acusa al Gobierno de usar "la sangre" en Gaza para "arrancar un puñado de votos" y Albares les afea no tener corazón
El ministro de Exteriores, ayer en el Congreso de los DiputadosEuropa Press

El deterioro en las relaciones del Gobierno de Pedro Sánchez con el Estado de Israel a cuenta de la guerra en Gaza, que ya se ha cobrado más de 60.000 víctimas civiles, está siendo tan grave que la ruptura oficial ya no se contempla como un escenario de ficción. El desastre que traería esa medida de no retorno es innegable, aunque, a la vista de los acontecimientos, nada se antoja imposible. Esta semana estamos viendo una radicalización tal de la postura oficial (por otro lado, legítima) en defensa de la causa palestina y de la suya que propia que nadie se atreve a aventurar lo que está por venir.

En declaraciones a LA RAZÓN, un diplomático veterano que pide no ser identificado, asegura que «lo último que hay que romper son los canales diplomáticos. Si los rompes, quedas en manos de terceros: cuando quieras transmitir un mensaje tendrás que hacerlo a través de otro país que sí mantenga relaciones, y eso lo complica todo». Algunos de esos «pasos previos» que invoca sería la llamada a consultas a la embajadora de España (que ya se ha consumado) o su cese total. «Estas medidas ya suponen un deterioro grave. El diálogo no es solo trasladar acuerdos o silencios, también es expresar molestias y desacuerdos. Perder ese canal limita mucho». Un ejemplo reciente es la crisis con Milei en Argentina: se cesó a la embajadora y después costó muchísimo recomponer la relación.

El mismo diplomático cree que el caso israelí es mucho más complejo. «Aquí no hablamos solo de una relación bilateral, como con Argentina. Aquí están implicados muchos países, nuestros socios de la Unión Europea y Estados Unidos. Si España rompiera relaciones, se quedaría fuera de la mesa en las reuniones europeas con Israel, sin capacidad de influir ni de mediar». En fuera de juego total.

Otro embajador que se expresa con la misma condición de anonimato puntualiza lo siguiente: «Habría otro paso previo, que es el de ampliar el número de ministros israelíes a los que se prohíbe la entrada en España. Israel juega con ventaja, porque puede adoptar otra medida intermedia como es la expulsión del cónsul general en Jerusalén o incluso el cierre del consulado. No hay consulado israelí en Barcelona para actuar con reciprocidad».

En todo caso, ambos ponen el acento en el «disparate» que sería anunciar que se corta con el Estado hebreo. «Es verdad que ya no se puede dar nada por sentado visto lo visto, aunque espero que no se llegue a ese extremo. Que las relaciones se mantienen a nivel de encargado de negocios ya era la situación en la embajada de Israel en Madrid desde hace más de un año, y desde hace dos días es la nuestra en Tel Aviv. No deja de llamar la atención que se mantenga en Moscú el embajador, cuando para nuestros intereses (como europeos y también como españoles) es mucho más importante lo que se ventila en la guerra de Ucrania, y para nuestros valores sean ambos casos parecidamente condenables», sigue una de las fuentes consultadas.

Lo cierto es que, al menos de momento, el Gobierno aguanta la presión de socios como Sumar o Esquerra. El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, ha dicho esta semana en la cadena SER que «una cosa es como se utilizan las llamadas a consultas al embajador y la figura en sí de la ruptura. Soy consciente de que los periodistas utilizan los casos como sinónimos. La llamada a consultas ya se ha producido, no hay fecha. La retirada de la embajadora no».

«La retirada supone que se retira la figura del embajador y continua un encargado de negocios en la embajada. La ruptura de relaciones diplomáticas supone el desconocimiento de un estado con respecto a otro. Pasa muy pocas veces, en nuestro caso solo en 1980 cuando quemaron nuestra embajada en Guatemala. Hablamos de casos como la ruptura de relaciones entre EE UU e Irán», apuntó el jefe de la Diplomacia.

Otra de las cosas que llaman la atención en este contexto es que algunos exigen a Sánchez un paso de semejante gravedad que no se han atrevido a dar ni los países árabes que tienen firmada la paz con Israel. Es el caso de Egipto, Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Sudán y Marruecos, que, al menos de momento, no han puesto en suspenso sus acuerdos de normalización con Israel.

Solo Jordania retiró a su embajador en Israel en noviembre del 2023 y Arabia Saudí, que se supone que iba a ser el siguiente en unirse a los Acuerdos de Abraham impulsados por Trump, sí que puso en suspenso las negociaciones para hacerlo.

«Es que todos esos países han hecho su cálculo y han mantenido relaciones. Eso demuestra que antes de una ruptura hay que pensárselo mucho: qué se gana y qué se pierde. Además, romper relaciones también afecta a los nacionales en el país. En esos casos, se suele pedir a un país amigo que se haga cargo de su protección consular, lo cual es una dejación de funciones», concluye el veterano con el que comenzábamos este análisis.