Mi perro no ladra

Las cabezas se venden muy caras en Moncloa

Pedro Sánchez no entregará la testa de Ángel Víctor Torres. En el Consejo de Ministros ven el último informe de la UCO como una «parida»

Rueda de prensa posterior a la reunión del Consejo de Ministros. Intervieven en la misma Pilar Alegría, Yolanda Díaz, Oscar López y Oscar Puente.
Rueda de prensa posterior a la reunión del Consejo de Ministros. Intervieven en la misma Pilar Alegría, YolandJesús G. FeriaFotógrafos

Por si a nadie le había quedado claro a estas alturas de la legislatura, se trata de resistir. Ese primer ladrido del presidente fue un ladrido de manual. No hay otro objetivo político en el Palacio de la Moncloa, donde las cabezas se venden muy caras. Pedro Sánchez no quiere poner precio a la testa de Ángel Víctor Torres. Por ahora, porque el presidente acostumbra a usar a la gente a su conveniencia, según cuentan algunos de quienes le han tratado. Pero de momento ni por todas las «chistorras» de la parrilla. Entregar a Torres sería entregarse él. Y un presidente con su osadía no va a bajar los brazos tan pronto.

Por eso, en el Consejo de Ministros ven el último informe de la UCO, que investiga las conexiones de Torres con Koldo García, José Luis Ábalos y Víctor de Aldama como una «parida». La verdad es que en Moncloa se lo toman todo a cachondeo. Ellos y los implicados. Hasta Koldo se mofa enviando por WhatsApp fotos con una barbacoa a pleno rendimiento, aunque con menos chistorras de las que había en los sobres de Ferraz.

Poco importa que todo un ministro del Gobierno de España dedicara ayer todo el tiempo de su equipo –y el suyo propio– en negar su supuesta implicación en una trama, la de Transportes, que cada día queda más claro que parece sacada de una película de Torrente. O de la Marbella de Jesús Gil. O del guion de «Vota a Juan». El ministro Torres se vanaglorió de que el informe de la UCO no le implica en asuntos turbios: «No hay pisos en Atocha. No hay mujeres explotadas sexualmente», dijo. Qué nivel ha alcanzado la política española.

De momento, Torres salvó el partido. Pero 90 minutos en la política de hoy, la de los cinco segundos de gafas para TikTok, son toda una eternidad. Como el objetivo es resistir, Ángel Víctor Torres no dimitirá. Al revés: exigió que le pidan perdón. En Moncloa se decían ayer «contentos» por no tener que apagar otro incendio de prostitución como el que provocaron los audios entre Ábalos y Koldo; «tranquilos» por la interpretación de buen gestor del ministro Torres que hacen del informe; y «enfadados» por la catarata de descalificaciones que la derecha ha vertido contra el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática.

En el PSOE, en cualquier caso, van a ciegas. Hace tiempo que los diputados socialistas perdieron la línea con el Gobierno. Se enteran de las cosas por la prensa, a la que piden la última hora de la UCO. Y todos cruzan los dedos para que no caiga otra gran desilusión. «Si no sale nada más... Lo único que molesta de verdad en todo es Koldo, pero se le cortó de raíz», cuenta un diputado. Del séquito que rodea al presidente solo hay un hombre de la maquinaria socialista: su director general de relaciones institucionales, Iván García Yustos. Y claro, algunos ministros y ministras deben echar de menos el contacto con gente del partido por Moncloa.

Quizá, por eso, la portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, se metió ayer en camisa de once varas para explicar su foto con Paco Salazar en un restaurante. Salazar, hasta este verano maquinista jefe del PSOE en Moncloa y en la Presidencia del Gobierno, salió del Palacio señalado por sus comportamientos machistas sin que constara denuncia alguna en el buzón de acoso de Presidencia. Pero la aragonesa tiene una estrecha relación con él desde hace años. «Un asunto privado», resolvió en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. La verdad es que Sánchez, si lo ve, no lo cree. Pero da igual. El presidente no puede esconder su satisfacción.

El lunes, el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, entró por la puerta del Tribunal Supremo para sentarse en el banquillo de los acusados. Otro hito en la historia de España. Y lo que iba a ser un marrón para el Gobierno se convirtió en un «mazonazo». La dimisión del presidente de la Comunidad Valenciana echó un cable a Sánchez, al ver cómo el trabajo se lo hacen desde el PP. Cualquiera que aterrizara el lunes en España, y echara un vistazo a la prensa, se habría encontrado un panorama desolador: a un fiscal general ante un juez (como si fuera normal) y a un presidente autonómico dimitiendo un año tarde (y de aquella manera) aun teniendo más de dos centenares de víctimas en la conciencia. «Ya lo dice Felipe González. Lo malo de los tiempos que vivimos es que la política española se ha italianizado. Pero no somos italianos, somos españoles. Y tenemos la sangre caliente», cuenta una veterana socialista.

Así las cosas, ocurre que la UCO se ha convertido en el principal escrutinio del Gobierno de Pedro Sánchez. Y Moncloa, que no tiene control alguno sobre esta unidad –algo que le costó a Marlaska una reprimenda de Sánchez–, vive a expensas de lo que los agentes de la Guardia Civil escriban en sus páginas.

Este pasado lunes fueron casi 400. Otro ejemplar más de la novela. Sánchez, mientras, sigue su vals. El presidente descargará toda responsabilidad de la corrupción en Ábalos, en Koldo y, llegado el caso, en Santos Cerdán. Sus dos últimas manos derecha le salieron rana. Pero él, en medio de la confusión, se hace el sueco.