Opinión
El Club de la Comedia
Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez han llegado a un gran acuerdo de forma indirecta
Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez han llegado a un gran acuerdo. De forma indirecta, sí, pero acuerdo. Ambos han decidido darse tiempo. El presidente le quitó el marrón al Rey al no oponerse que Feijóo presente su candidatura. Feijóo consigue un mes para poder marcar la línea de su partido. Una línea recta alejada del zigzagueo continuo al que nos tiene acostumbrados desde las municipales. Ambos, con este acuerdo evitan una repetición electoral, si no hay mayorías, en plenas navidades que sería tanto como un tiro en el pie.
Pero no se engañen. Aunque Feijóo lo intenté no lo conseguirá. Ni el PNV dará apoyo a un gobierno del PP con apoyo de Vox a unos meses de las autonómicas, ni Junts, ahora partido blanqueado, cederá sus votos. A pesar de los intentos de González Pons de convertir a Junts en un partido en el que solo han delinquido unos cuatro o cinco -se olvida que el PP acusó al PSOE de negociar con un prófugo y un partido clave en el golpe de estado del 17-, las diferencias con el partido de Puigdemont son insalvables. Por cierto, este argumento serviría para Bildu. «Aquello» fue cosa de unos cuantos. En fin, vivir para ver.
Pons con su alarde digno del Club de la Comedia ha puesto además al PP catalán en una tesitura incómoda. Oír de hablar y sentarse a negociar con Junts per Catalunya suena a oídos del PP catalán como hablar de la soga en caso del ahorcado. La pregunta de rigor es: ¿de qué quiere hablar el PP con Junts? Y su consecuencia inmediata ¿aceptaría como mínimo lo pactado con el PSOE que significó su voto favorable en la Mesa?
El problema del acercamiento a Junts es la distancia en el tema territorial. En este punto no hay ni asomo de coincidencia. Seguramente parte del electorado de la derecha catalana de toda la vida no vería en negativo las tesis económicas del PP, incluida parte de su ejecutiva, pero en el tema territorial las diferencias son abismales. Hacen imposible ni siquiera que las conversaciones pasen de una -supuesta- primera reunión. La carcajada final a la propuesta de «hablar con todos» de Pons viene a cuento de que también quiere el PP hablar con ERC. ¿En serio? El sopapo de los republicanos fue casi inmediato.
Ciertamente, el PP está orquestando una campaña mediática que crea la esperanza de que una mayoría es posible. No se engañen. No lo es. Feijóo no conseguirá el voto de la España periférica porque los puentes de la derecha española con la periferia están rotos desde hace años. Su interés es reforzar la figura de su candidato en previsión de una repetición electoral. Y lo más importante, consolidar su liderazgo debilitado por los últimos vaivenes, amén de centrar la política popular con respecto a Vox y con respecto a los periféricos. Saben de sobra que en un mes puede pasar de todo y hay que calentar el ambiente.
Sánchez le ha dado esta baza a Feijóo esperando que se cueza en su salsa. El presidente mantendrá conversaciones con todos los posibles socios a sabiendas que antes del 1 de octubre no hay posibilidad de acuerdo. Luego tendrá dos meses para cerrarlo. Si lo consigue o no está por ver, pero todo apunta que hay posibilidades.
Mientras todo esto sucede la actualidad política pasa por el señor Rubiales aferrado a una silla (hasta este viernes, cuando está previsto que dimita) que ha emponzoñado con su actitud machista -beso- y soez -agarrándose la entrepierna-. Preside la Federación de Fútbol que es una entidad privada pero que pilla subvenciones públicas y sabe que no lo pueden echar. Por eso, ha convocado a su clientelar asamblea para evitar que el tsunami se lo lleve por delante. Sin embargo, hay que agradecer a Rubiales que haya conseguido unanimidad política en contra de sus formas. O casi, porque Vox guarda un sospechoso silencio. En la política cotidiana, el PP trata de vestir a su santo para sacar rédito del esperado batacazo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar