Terrorismo

Condenado a muerte por Franco, perdonado gracias a unas monjas...y asesinado por ETA al ser confundido con un policía

Enrique Moreno militaba en el Partido Comunista de los Pueblos de España y mañana se cumplen 39 años del crimen

Enrique Moreno
Enrique MorenoRedes

Fue condenado a muerte por Franco al tratar de pasarse al Ejército Republicano durante la Guerra Civil. Se le conmutó la pena gracias a la intervención de unas monjas. Y, mañana se cumplirán 39 años, fue asesinado por ETA al ser confundido con un policía, como reconoció la banda criminal días después. Militaba en el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE). Una efeméride que pasará sin más recuerdo que el que le dediquen sus familiares y amigos, como ocurre con la mayoría de las víctimas del terrorismo.

Eran las cuatro de la tarde del 2 de mayo de 1986. Dos miembros de ETA asesinaban en la calle Moraza de San Sebastián Enrique Moreno Arguilea al ser confundido con un policía jubilado. Los terroristas sabían que la víctima elegida frecuentaba por las tardes el bar Esnaola, en el barrio donostiarra de Amara, al que acudía solo y donde pasaba horas jugando a las cartas. Hasta en cuatro ocasiones estuvieron a punto de matarlo, pero siempre había fallado algo: unas veces había demasiada gente en el bar; otras, la víctima se había retrasado.

El día del crimen, Enrique Moreno se apeó de un autobús poco antes de las 16:00 horas. Cuando rebasó el lugar en el que esperaban dos terroristas, uno de ellos le disparó en la nuca a corta distancia. ETA le confundió con un policía y, cinco días después del asesinato, la banda terrorista dictó telefónicamente un comunicado a la redacción del diario Egin en el que reconocía «su dramático error».

Enrique Moreno, casado y con tres hijos, tenía setenta y un años. Antes de jubilarse, había sido dependiente de una tienda de zapatos, cobrador de la Compañía del Tranvía de San Sebastián y viajante de comercio. Era natural de Pamplona, pero residía en la capital guipuzcoana.

Estaba afiliado al Partido Comunista de los Pueblos de España y era vocal de la Asociación de Jubilados de Amara. Una hermana del asesinado, María, relató a la prensa que Enrique Moreno había sido condenado a muerte por Franco al intentar pasarse al Ejército Republicano durante la Guerra Civil, pero que la pena le fue conmutada gracias a la intervención de las monjas de las Escuelas de San José, que «fueron a Burgos y hablaron con Franco».

Su viuda, Carmen Ortuzar, fue entrevistada por Cristina Cuesta en el libro Contra el olvido (Temas de Hoy, 2000). Allí habla de la dureza de soportar en silencio los rumores que el entorno radical independentista lanzó sobre la figura de su marido tras el atentado: “En el barrio decían que era confidente, que había estado con los franquistas [...]. Uno de mis hijos fue a Francia a pedir explicaciones a los de ETA y no sacó nada en claro. Quizá reconocieron que se habían confundido porque mi hijo fue allá, no sé”.

En 1987, una sentencia dictada por la Audiencia Nacional condenó a Francisco Javier Sagarzazu Mendibe y a Juan Andrés Urquizu Ormazábal a sendas penas de 29 años de reclusión mayor por asesinato cualificado con premeditación y alevosía. A través de esa misma sentencia, Juan Francisco Franco Argibay también fue condenado por complicidad en un delito de homicidio con premeditación a 6 años y 1 día de prisión mayor. Se estableció una indemnización de 10 millones de pesetas para la viuda de Moreno, a pagar por los condenados solidariamente, cantidad que tuvo que asumir el Estado al ser declarados insolventes. (Datos obtenidos del libro Vidas Rotas).

Pese al comunicado, a ETA le daba lo mismo y, como demuestran las declaraciones de la viuda, intentó justificar el crimen con el paso del tiempo. Sus “gudaris”, que asesinaban para salvar “al pueblo trabajador vasco” de la opresión”, no podían equivocarse. Lo que ocurre es que la historia les ha puesto en su sitio. De los 854 asesinatos cometidos, no llega al medio centenar los perpetrados en tiempos de Franco, cuyos tribunales condenaron a muerte a Enrique Moreno y fue el propio Franco el que le conmutó la pena. El resto de los crímenes fueron perpetrados en democracia.

Los pistoleros terroristas ni se molestaron en comprobar que al que disparaban era el policía al que buscaban, probablemente porque algunos de los “txibatos” que tenían en el barrio de Amara de San Sebastián les dieron una información de manera mal intencionada o porque, era lo que ocurría, bastaba que alguien comentara que era un policía jubilado para que quedara "sentenciado".