
Análisis
Un congreso de reafirmación, no de debate divisor
El síndrome de la impostora también llega a la dirección del PP. Las mujeres temen más la renovación que los «machos» alfa del partido

Nadie sabe por qué, pero preguntes a quien preguntes dentro del PP se ha instalado como un mandamiento sagrado la idea de que Cuca Gamarra, la secretaria general, caerá en el congreso extraordinario convocado para julio. Si se preguntan las razones, nadie te las sabe dar, es como una cadena de esas del «pásalo», en el que de unos a otros se va asumiendo como una verdad inquebrantable una realidad en la que, si hay algo cierto, es que Feijóo no le ha dicho a nadie a quiénes ha elegido como Bergoglios para el cónclave de julio. En general, el poder femenino popular afronta con más inseguridad que los machos alfa del partido el congreso. Ese síndrome de la impostora, del que no se salvan ni las que han sido elegidas antes de ayer para actuar como estrellas de la función estelar de la política. Carmen Fúnez es un valor seguro si se quiere apostar por quiénes continuarán en la nueva dirección del PP. «Es muy cercana a Feijóo», asegura otro de los mantras que circulan dentro de la dirección popular. Lo mismo se dice de Ester Muñoz. Mientras que no se opina lo mismo de las otras incorporaciones al equipo femenino de Feijóo, como es el caso de Noelia Núñez. Son habladurías, pero resulta significativo que muchas de las debilidades se intentan buscar en ese grupo femenino, mientras que la alineación masculina se tienta los bajos con la seguridad plena de que a ninguno de ellos les va a tocar dejar paso a un relevo.
En el círculo de confianza del presidente popular hay un equipo gallego intocable, y Miguel Tellado puede generar muchas críticas fuera y dentro, pero el que quiera debilitarle muerde en hueso.
El equipo económico (Juan Bravo) es siempre objeto de especulación. Pero, en este caso, el problema que tiene Feijóo es estructural y afecta a la raíz de la visión de la sociedad sobre la política. No hay cantera de talento para la política porque eso del servicio público por dos duros, y una dura exposición pública, ya no lo quiere nadie. En todo caso, aunque los nombres alimenten muchas y muchas columnas, sin más base que lo intereses de los que dentro del partido quieren hacerse valer por lo que saben, aunque realmente no sepan nada, el congreso de julio tendrá un valor, sobre todo, por lo que significará en el plano ideológico. Llega en un momento en el que Génova da por descontado que las claves del final de la legislatura de Sánchez se habrán clarificado definitivamente.
Y se refieren a dos cuestiones: el futuro judicial de Begoña Gómez y de David Sánchez, lo que les dicen los jueces amigos es que irá muy a peor, y, por otro lado, su relación con Santiago Abascal. Salvo sorpresa, habrá presupuestos en Murcia, y «ya». Ese «ya» quiere decir que el PP confía en que a partir de ese acuerdo podrá ponerse a presumir de que se ha abierto una nueva etapa en la que Abascal es el demonio al que hay que evitar a toda costa, invocando a todos los santos para que le mantengan lejos. La credibilidad de este compromiso es importante para ver cómo se moviliza la izquierda y el voto de centro, pero esa es la tarea que se ha puesto la dirección popular.
La renovación ideológica, que también dará para llenar páginas y páginas precongresuales, como cebo está muy bien, pero si hay algo que tienen claro es que este congreso no puede ser un cónclave de debate sobre lo que es el PP en aquellas cuestiones en las que hay dos almas imposibles de conciliar. Los temas más controvertidos, y que tanto alentarán desde la izquierda, quedarán esquinadas, para colocar el foco en los asuntos que no dividen y debe ser el pilar del programa electoral. Con tanto ruido, el PP se ha desgañitado hablando de vivienda o fiscalidad, pero su mensaje no ha llegado a la ciudadanía. Y este congreso será la ocasión para insistir en esas grandes cuestiones que quieren convertir en elementos diferenciales respecto a lo que representa el «sanchismo». Ponencias controladas, medidas y bien ordenadas sobre los temas más interesantes para el ciudadano de a pie, sin olvidar todo lo que tiene que ver con recuperar la institucionalidad y aquellos grandes consensos que por acción de unos y de otros quedaron olvidados hace años. Aquellos que esperen un congreso de sorpresas pueden ir abonándose a otro espectáculo para esas fechas. Feijóo gusta de ser previsible.
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