
Conflicto
Estos son todos los ataques aéreos lanzados por Donald Trump desde que es presidente
El número de ataques aéreos estadounidenses desde que se iniciara la segunda administración Trump ha marcado un ritmo notable en sus primeros meses

La política exterior de Estados Unidos en materia de defensa ha experimentado un viraje considerable en los primeros cinco meses de la segunda legislatura del presidente Donald Trump. Las operaciones militares han mostrado una intensidad que difiere de la observada en periodos recientes, proyectando una postura más activa en diversos frentes con operaciones como la conocida como "Martillo de Medianoche".
Este incremento en la actividad operativa se traduce en un volumen de bombardeos que se acerca al total ejecutado durante la totalidad del mandato previo de su predecesor, Joe Biden. Esta comparación subraya un cambio de estrategia en el uso de la fuerza aérea como instrumento de política exterior, enfocándose en la contención de grupos armados.
Las principales zonas afectadas por esta escalada de acciones han sido la península arábiga, con especial atención en Yemen, y el Cuerno de África, concretamente Somalia. A estas se suman operaciones dirigidas en Oriente Próximo, incluyendo Siria e Irak, y más recientemente, un frente abierto con Irán, lo que amplía notablemente el espectro geográfico de las intervenciones.
Intensificación de la presión militar
Durante los primeros cinco meses de administración, Donald Trump ha ordenado un número de ataques aéreos que casi iguala la cifra total de bombardeos lanzados por Joe Biden a lo largo de toda su presidencia, según datos de Realclear Defense. Estos números ponen de manifiesto una aceleración notable en el despliegue de la capacidad aérea militar estadounidense en regiones conflictivas.
Las operaciones contra los milicianos hutíes en Yemen han sido particularmente intensas, superando en ferocidad las llevadas a cabo por la administración anterior. De igual modo, la campaña contra los yihadistas en Somalia se ha llevado a cabo con una intensidad notable, reflejando una postura más contundente frente a estas amenazas asimétricas en la región.
Estas acciones han apuntado a la desarticulación de infraestructuras y la neutralización de objetivos específicos considerados de alto valor estratégico. La elección de estos blancos se alinea con una estrategia que busca degradar la capacidad operativa de los grupos insurgentes, limitando así su alcance y su capacidad de rearme.
Ampliación del escenario de operaciones
Además de los frentes ya mencionados, la administración Trump ha extendido sus directrices para incluir ataques en Irak y Siria, ampliando el foco de operaciones en Oriente Próximo. Estas incursiones han tenido como objetivo responder a agresiones o desestabilizar la presencia de milicias consideradas hostiles a los intereses estadounidenses en la zona.
El último foco en esta escalada ha sido la orden de ataques contra objetivos en Irán, lo que representa un punto de inflexión considerable en la confrontación regional. Esta decisión ha elevado la tensión en una de las zonas geopolíticas más sensibles, introduciendo un nuevo factor de inestabilidad.
En conjunto, la pauta observada en estos primeros meses del segundo mandato de Trump sugiere una política de mayor proyección de fuerza a nivel global. El objetivo no es otro que lograr un restablecimiento de la posición de dominio y una disuasión más enérgica hacia los enemigos, además de la defensa proactiva de los intereses de seguridad de Estados Unidos.
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