Ya no rugen los leones

Distopías

Si al menos el presidente del Gobierno nos obsequiara, cuando corresponde, con un Debate sobre el Estado de la Nación, por aquello de saber cómo van las cosas

Los leones del Palacio de las Cortes
Los leones del Palacio de las CortesArchivo

Distopía: “Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”. Cuando una palabra de su pone de moda va de boca en boca, se oye por doquier, sobre todo entre aquellos que parecen querer presumir de que se saben el Diccionario de la Real Academia de memoria, Y, como no, ha llegado al Congreso.

(A los leones de la puerta principal con aclararles que se trata de lo contrario de utopía se han quedado tan hieráticos como siempre, nostálgicos de los discursos de los grandes oradores).

Si se analiza, su utilización en el actual Parlamento tan poco es tan desacertada. Porque, a falta de leyes y Presupuestos, en cierto modo los que debían representar al noble pueblo español que les votó parecen vivir, en algunos momentos, en esa representación ficticia de una sociedad futura negativa.

Si al menos el presidente del Gobierno nos obsequiara, cuando corresponde, con un Debate sobre el Estado de la Nación, por aquello de saber cómo van las cosas...pero tenemos que conformarnos con el “puedes preguntar lo que quieras que yo te responderé lo que me venga en gana” y la aburridísima sumisión de los diputados “culiparlantes” prestos a aplaudir al propio como de vociferar, al contrario.

Menos mal que dentro de este panorama desolador, la Corona ha tenido el acierto de conceder el Toisón de Oro a tres grandes parlamentarios, independientemente de las ideas que, con gran brillantez defendieron desde la tribuna de oradores: Felipe González, Miguel Roca y Miguel Herrero.

“Sic transit gloria mundi”, pensarán los que hoy protagonizan el elogio a la mediocridad y no vivieron aquellos tiempos parlamentariamente brillantes de la Transición y, lo peor, no se han preocupado de ir al Diario de Sesiones para repasar los debates. Ellos se lo pierden y sus mentes incapaces de interiorizar otra cosa que no sea lo políticamente correcto porque así se ha establecido mediáticamente.

Así transcurren las cosas, con un ejercicio de permanencia en el poder a toda costa, semana a semana, mes a mes, que será estudiado por futuras generaciones como un ejemplo de lo que no se debe hacer en política.

Y con la sospecha, que se empieza a extender, de que el que se presenta como director de orquesta tiene preparada alguna traca final que le garantice su permanencia no vaya a ser que las instituciones y empresas que ha colonizado vayan a caer en otras manos ansiosas de auditarlas para el bien del personal patrio.

Distopía-Utopía. Quedémonos con lo segundo, que siempre tiene una difícil consumación, pero con el sueño de una España mejor en la que el ejercicio de las libertades sea una cosa normal, de todos los días, y no una difícil empresa siempre vigilada por los ya citados políticamente correctos.

Y los periodistas podamos preguntar por lo que interesa a la opinión pública sin ser reprendidos por los mencionados, que de tanta corrección impostada se han salido del cuadro de la realidad.