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España ya es la principal vía de entrada en Europa

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España ya es la principal vía de entrada en Europalarazon

España se ha convertido en la principal ruta de llegada al Dorado Europeo, según atestigua la agencia de control de Fronteras Frontex en su último informe. Este cambio se debe principalmente al descenso en el número de llegadas a través de la ruta del Mediterráneo Central con destino a Italia. El país transalpino registró este pasado año 23.000 personas, un 80% menos que en año precedente. El número de salidas hacia Italia desde Libia cayó abruptamente un 87% respecto a 2017 mientras que las salidas desde Argelia se redujeron al 50% aproximadamente.

Por el contrario, el número de llegadas ilegales a nuestro país se duplicó durante 2018. Los marroquíes fueron la nacionalidad más numerosa seguida de guineanos, malienses y argelinos. Según Frontex, un total de 57.000 personas llegaron a las costas españolas el año pasado. Sin embargo, el último informe de la Organización Internacional de Migraciones aumenta esta cifra hasta las 57.922, lo que supone un crecimiento del 158% con respecto a las 22.414 entradas ilegales de 2017. De esta forma se bate el récord de la crisis de los cayucos en 2006 en Canarias con 39.180 entradas ilegales. Aunque España aparece como el país más afectado por la nueva tendencia de las rutas migratorias, el último informe de Frontex se deja llevar por el optimismo. Según señala la agencia comunitaria, el número total de llegadas del año 2018 fue un 92% más baja que la registrada en 2015, en el mayor pico de la crisis de refugiados. Por eso, el año pasado supone el nivel más reducido en los flujos migratorios en los últimos cinco años.

A pesar de estas cifras algo menos inquietantes, los socios europeos comienzan el nuevo año tal y como lo terminaron: sin acuerdo sobre cómo encauzar el debate migratorio y con los ánimos en pie de guerra. La herida ocasionada por la crisis de refugiados en el año 2015 sigue abierta y el ejecutivo comunitario se encuentra atado de pies y manos a la hora de lidiar con una situación que parece un callejón sin salida.

En pleno año electoral y con el aliento de los populismos en la nuca, Bruselas extrema la prudencia a la hora de no ocasionar más división entre los socios. Pero el coste de tanta cautela parece también claro: no hay soluciones a la vista, al menos, no de manera duradera. El ejecutivo comunitario ha claudicado en muchas de sus propuestas y hasta el Comisario de Inmigración, Dimitris Avramopoulos tuvo que reconocer en el mes de diciembre que la posibilidad de un mecanismo permanente de cuotas obligatorias de refugiados entre los países europeos ha dejado de estar en la agenda europea. Como alternativa, Bruselas se resigna a promover un modelo de coalición de voluntarios, tal y como se puso en marcha por primera vez en el caso del Aquarius. Tras el rechazo por parte de Italia y Malta a que el buque atracara en sus puertos, España ofreció Valencia como destino en el mes de junio del año pasado.

En el ejecutivo comunitario nadie confía en que se pueda llegar a un acuerdo sobre la reforma del Prococolo de Dublín ( los países de llegada son los responsables de la gestión de las demandas de asilo) antes de las elecciones europeas en el mes de mayo. Una de las principales promesas de la Comisión Juncker ha quedado rota.