Exteriores

De faro progresista a líder incómodo: la caída internacional de Sánchez

El presidente del Gobierno parece haber arrojado la toalla en la esfera mundial para dedicar sus gestos al consumo interno

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez (d); el presidente estadounidense, Donald Trump (i); el turco, Recep Tayyip Erdogan (c); y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni (3d), entre otros líderes, posan en la foto de familia de la cumbre de la OTAN que se celebra este miércoles en La Haya, Países Bajos.
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez (d); el presidente estadounidense, Donald Trump (i); el turco, Recep Tayyip Erdogan (c); y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni (3d), entre otros líderes, posan en la foto de familia de la cumbre de la OTAN que se celebra este miércoles en La Haya, Países Bajos. J.J. GuillénAgencia EFE

Según a quién se le pregunte, la debacle de la imagen internacional del presidente del Gobierno se consumó el domingo fatídico del 2,1%; para otros, llevaba meses fraguándose el desastre. En lo que sí hay consenso es en que aquella intervención extemporánea, anunciada de manera tan sorpresiva que en las redacciones nos temimos una dimisión, marcó un punto de no retorno. El 22 de junio Pedro Sánchez se desmarcó de la subida del 5% en gasto de Defensa pactada por los grandes de la Unión Europea para contentar a Donald Trump y de allí ya no hay quien regrese.

«El día del anuncio del 2,1 por ciento, el jefe del Ejecutivo firmó su sentencia de muerte. Es verdad que desde el giro de 180 grados que pegó con la Ley de Amnistía, los embajadores europeos destacados en Madrid transmitían a sus gobiernos su estupefacción total y Sánchez fue perdiendo confianza. Pero si hay que fecharlo en un día concreto, para mí sería ese domingo», explica a LA RAZÓN un veterano diplomático que pide conservar el anonimato.

Sánchez parece haber descapitalizado en siete años todo el crédito internacional que se granjeó casi desde el primer momento. Un tipo alto, guapo, con buen inglés y buenas maneras causó una gran impresión en su aterrizaje en la gris Bruselas. El diputado popular europeo Nicolás Pascual de la Parte, ex embajador permanente de España ante la OTAN, recuerda su debut: «Bueno, al principio sí tuvo influencia. Era joven, atractivo, hablaba inglés fluidamente, algo inusual en un presidente español, y eso le abrió muchas puertas. Conocía Bruselas, había trabajado allí como asistente de un europarlamentario socialista, se movía bien en ese entorno y, además, presidía la Internacional Socialista. Tenía activos para hacer un gran papel».

Referente de la izquierda

En la primera legislatura de la presidenta de la Comisión, la alemana Ursula von der Leyen, Sánchez «jugó un papel importante porque ella necesitaba un referente de la izquierda que le asegurase apoyos parlamentarios. Como su compatriota Olaf Scholz no le garantizaba ese respaldo, Von der Leyen se apoyó en Sánchez», recuerda De la Parte.

Es verdad que al presidente del Gobierno le fue bien durante un tiempo. Incluso muy bien. De la Parte recuerda que hasta en el tema del supuesto «apaciguamiento» catalán la cosa le funcionó porque en Europa estaban «hartos» de oír la misma cantinela. Además, empezaba a haber frentes mucho más graves que requerían la energía comunitaria. Primero fue la invasión de Ucrania por parte de Putin en febrero de 2022 y, posteriormente, la guerra de Israel en la franja de Gaza tras los atentados del siete de octubre de 2023.

Según el embajador antes citado bajo condición de anonimato, en el nuevo contexto de guerra en Europa el presidente Sánchez titubeó más de la cuenta y fue Josep Borrell, entonces jefe de la Política Exterior de la Unión Europea, quien le tuvo que llamar al orden. La misma fuente asegura que, en el caso de Palestina, el secretario general del PSOE «se intenta poner una medalla que no le corresponde. Se precipitaron en su reconocimiento unilateral del Estado Palestino y eso no se puede hacer sin contar con los grandes. de la UE. No tiene ningún sentido y ninguna utilidad».

Para este diplomático, la política exterior de Sánchez es tan errática porque nace con un pecado original: la falta total de consenso con la oposición. «Es que es imposible avanzar realmente, ningún dosier funciona si no te hablas con el principal partido del centro-derecha y te debes al consumo interno y tus socios».

Todo se tuerce

Nicolás Pascual de la Parte cree que todo cambió a partir de la segunda legislatura sanchista. «La agenda verde y digital pasó a segundo plano y las prioridades se centraron en seguridad, defensa y crecimiento económico. Ahí se empezaron a torcer las cosas porque Sánchez tenía como comisaria de referencia a Ribera, vinculada a Medio Ambiente».

Este eurodiputado popular también cree que España titubeó al comienzo de la guerra de Ucrania. «Empezamos enviando primero cascos y chalecos, luego armas no letales y, finalmente, armas. Pero ya nos habíamos quedamos muy atrás respecto a Alemania, Francia, Italia o Reino Unido, tanto en apoyo financiero como militar. Sánchez fue perdiendo pie».

La forma de tratar de acaparar la oposición a la guerra en Gaza fue otro escollo en la antigua alianza con Von der Leyen, que, igual que el resto de alemanes, tiene un especial cuidado con Israel por las servidumbres históricas de su país. En Europa sentó como un tiro que Sánchez se plantara en Israel y Rafah sin contar con el resto. «Sánchez quiso jugar a erigirse en referente internacional, pero su viaje a la zona fue un desastre. A esto se sumó la elección de Trump, que cambió radicalmente el panorama».

Según el que fuera embajador permanente ante la OTAN de 2017 a 2020, en la última cumbre aliada en La Haya el gesto de Sánchez de desmarcarse del resto (incluso, físicamente, en la foto de familia) «fue interpretado como un desplante en un momento en el que todos estaban de acuerdo en que había que congraciarse con Trump para ganar tiempo y evitar una retirada de EE UU de Europa en plena guerra de Ucrania. Meloni, por ejemplo, entendió bien el juego; Sánchez no. Eso no se lo perdonan: que, por contentar a sus socios internos, pusiera en riesgo una estrategia común europea».

El resumen de De la Parte es que el presidente se pasó de frenada y la jugada le estalló en la cara: «Creo que pretendía erigirse en líder de la progresía mundial contra Trump. Pero no controla las dinámicas internacionales, aunque lo parezca. Y ahí sufrió una mutación: pasó de querer ese liderazgo a centrarse solo en política exterior como herramienta de consumo interno, para su beneficio doméstico».

Y en esas estamos ahora. El giro de Sánchez hacia China, que visitó a principios de año por tercera vez en tres años, también lo hace en soledad. «Nadie en Europa le sigue en esa aventura. España no tiene masa crítica para tratar de tú a tú con China; solo puede hacerlo dentro de la UE. A Pekín le interesa España como trampolín hacia Iberoamérica, no como socio igualitario. Sánchez abre puertas a Huawei y a inversiones chinas a cambio de promesas poco sólidas».