Fernando Rayón

El valor de la familia y la inquietud social

El análisis del mensaje

La Razón
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Vuelve don Felipe a La Zarzuela. A su despacho. Al sitio donde trabaja. Como si quisiera decirnos –después del Palacio Real del año pasado– que lo que hay que hacer ahora es ponerse a trabajar. A remar.

En realidad no es «como si quisiera decirnos». A pesar de la brevedad del mensaje, uno de los apartados fundamentales de su discurso navideño ha sido ese: trabajo. Me recordó un poco a lo que nos decían nuestros padres cuando llevábamos malas notas o cuando nos marchábamos a otra ciudad para estudiar la carrera. Era una advertencia. Un aviso que miraba al futuro. Un recordatorio de lo que era nuestra obligación. Pero este mensaje no es para los estudiantes ni para los jóvenes. Es para todos. También para los políticos. El arranque no puede ser más clarificador: «Siempre se ha dicho que los momentos más difíciles de la vida son las mejores oportunidades para descubrir nuestra fuerza interior, para comprobar nuestro carácter, nuestra verdadera dimensión. A lo largo de este año he estado en diferentes lugares de nuestra geografía nacional. Y tengo que deciros que (...) he visto dificultades y problemas para muchos de nuestros compatriotas; pero también trabajo duro, honesto, sacrificado; mucha capacidad y talento; y, sobre todo, determinación, ganas de salir adelante».

Creo sinceramente que aún no nos hemos dado cuenta del todo de la situación política y social que hemos vivido en España. Y creo que el Rey quiere resaltar ese esfuerzo que surge a partir de los problemas, y que es lo único que nos permite superar las circunstancias. Pero no fue lo que más me llamó la atención del discurso. Lo mejor son apenas tres líneas. Van detrás de esa consideración sobre el trabajo. De esa conversación que todos hemos mantenido estos meses y estos días con nuestros amigos y parientes a los que vemos estos días: debemos trabajar tres veces más para conseguir lo que antes era más fácil. Y es a esa consideración a la quería referirme: «He comprobado, una vez más, el valor que tiene en nuestra sociedad la familia, porque su ayuda ha permitido a muchos sobrellevar los peores momentos».

Nadie había hecho un canto tan breve pero tan justo a lo sucedido a lo largo de todos estos meses. Abuelos que se han hecho cargo de los nietos; padres que han prestado a sus hijos dinero, casa, vacaciones... Vecinos que se han ayudado para salir adelante. Podría parecer un cuento de Navidad. Pero no lo es. Es la realidad de lo sucedido en España.

A veces en otros países de Europa se preguntan los motivos por los que aquí acogemos de esa manera a los inmigrantes. No hay ningún motivo especial salvo que la integración de los que vienen de fuera depende de la salud de las sociedades donde se integran. Y nuestra sociedad puede presumir también de eso. Los cantos del Rey a la solidaridad son reales. Y también el que hace de la familia. Sí, nuestra denostada familia –esa con la que nos hemos peleado ayer por la noche– y nos crea mil problemas. Pero también a la que hemos ayudado cuando lo necesitaba.

Por eso también nos parece normal que don Felipe cite a los que han sufrido con las inundaciones, o que se acuerde de la educación y de la innovación. O que hable de la convivencia de todos los españoles. Porque esta es una noche para recordar el esfuerzo de tantos. De tantos que son casi todos.