Política

Contra la corrupción, en defensa de la política

La desafección ciudadana, marcada por las crisis y la corrupción

La desafección ciudadana, marcada por las crisis y la corrupción
La desafección ciudadana, marcada por las crisis y la corrupciónlarazon

MADRID- Sin duda, la repercusión mediática del «caso Nóos» elevó la corrupción a la condición de cuarto problema nacional en marzo de 2012 con el 12,2 por ciento. Previamente, en el barómetro de diciembre de 2011, la corrupción registraba el 6,0 por ciento de las respuestas. «Nóos» duplicó el porcentaje.

La irrupción en los medios del «affaire» Bárcenas en el primer trimestre de 2013 ha permitido elevar a la corrupción a su condición de segundo problema nacional. En diciembre de 2012 la corrupción alcanzaba el 17,1 por ciento en la escala del CIS, tres meses después se disparó al 44,4 por ciento y se colocó en el segundo puesto de las preocupaciones ciudadanas.

¿Se corresponde con la realidad objetiva la percepción ciudadana reflejada fielmente por los estudios del CIS? España es un Estado de derecho, homologable a cualquier otro país occidental y por lo tanto, avanzado social, económica y políticamente, y nuestra Justicia cuenta con un amplísimo arsenal legal para castigar convenientemente la corrupción. En el pasado mes de diciembre, la ONG Transparencia Internacional hizo público su informe anual en el que colocaba a España en el puesto número 16 de los países menos corruptos de los 48 que compartimos el continente europeo y el número 13 menos corrupto de los que formamos la Unión Europea, que son 27 naciones.

A nivel mundial nos colocan como el país número 31 menos corrupto, sobre un total de 197 estados.

Nos tiene que hacer reflexionar qué ha sucedido para que la opinión pública de este país pueda pasar en tan sólo tres meses de tener un 17,1 por ciento de ciudadanos preocupados por la corrupción a llegar a tener un 44,4 por ciento, y más cuando los datos de organismos independientes internacionales nos colocan entre los países menos corruptos del planeta y en una posición estable en los últimos años.

Pero más allá de las cifras, al ciudadano no le llega esa sensación de buenas prácticas al desayunar a golpe de titular las nuevas corruptelas que se han convertido en algo cotidiano en el ejercicio de una profesión al servicio del ciudadano. Sin embargo, el buen político, el que trabaja de manera honrada, no llega al ciudadano; que no siente que ninguno de sus esfuerzos se vean recompensados.