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50 años de la Monarquía

Luis María Anson: «Yo nunca he descartado un nuevo exilio de la Familia Real»

Al veterano periodista, último miembro vivo del Consejo de Don Juan, le parece "lamentable" la situación de Juan Carlos I: "Debe morir en España"

Luis María Anson (Madrid, 1935) es el último miembro vivo del Consejo de Don Juan, una circunstancia que le nubla el tono cuando la expresa en voz alta. Su biografía corre pareja a la reinstauración de la Monarquía hace 50 años, pero reconoce que la recompensa de oro de la Corona a esa lealtad es «nada»: «No se defiende por cariño a la institución, sino porque sirve a los españoles». En esta entrevista, el maestro de periodistas, que conserva una lucidez apabullante a sus 90 años, no esquiva ningún tema. Del papel de Don Juan Carlos en el golpe del 23-F al ocaso de un Rey que, insiste, debe morir aquí.

Si hace 20 años le dicen que Don Juan Carlos iba a celebrar este aniversario en Abu Dabi, seguro que no lo hubiera creído.

No estoy muy seguro. El riesgo que tienen los jefes de Estado es siempre complicado de analizar. Sin ir más lejos, ahora mismo tenemos a un ex presidente de la República francesa en prisión. Yo nunca he descartado un nuevo exilio de la Casa Real española, de la Familia Real y de Don Juan Carlos. Lo que veo muy negativo es la manera en que, después de 40 años de un Reinado espléndido, se le ha enviado a vivir fuera de España, o a estar la mayor parte de su tiempo en el exilio. Eso me parece lamentable.

Si tuviera que elegir un par de luces y de sombras de su Reinado, ¿cuáles serían?

La mayor parte de los historiadores serios coinciden en subrayar que ha encarnado uno de los cuatro grandes reinados de la historia de España, junto a los de Felipe II, Carlos I y Carlos III. Ha sido un éxito en todos los sentidos al servicio del pueblo español. Aspectos negativos ha habido muy pocos. Tal vez no ha sido capaz de combatir una campaña feroz contra la Monarquía.

¿Dónde ubica esa campaña?

Sustancialmente, en un sector político alineado a la extrema izquierda y con alguna persona muy inteligente al frente, como Pablo Iglesias. Cuando él se da cuenta de que, contando con dos partidos de izquierdas, se podía crear un Gobierno de Frente Popular, dice aquello de «sí, podemos». Y desde hace casi siete años tenemos ese Ejecutivo con el que hay que saber manejarse. Es muy probable que hoy en el Gobierno no exista un solo ministro ni una sola ministra que sean monárquicos. Algunos no es que sean solo republicanos —eso existe en todos los países—, lo que son es antimonárquicos. Lo que quieren es destruir la Monarquía y construir una nueva España integrada en una entidad supranacional iberoamericana con países que consideran modelos, como Cuba o Venezuela.

¿No ha contribuido él mismo a acabar así? Me refiero sobre todo a la parte financiera, empezando por aquel préstamo subterráneo de Arabia Saudí que data de la época de Franco.

Yo no creo que haya contribuido tanto a través de sus acciones como se dice; lo que ha habido es un equipo de gente muy inteligente detrás. Pablo Iglesias es un peso pesado de la política española y ha sabido orquestar una campaña para destruir el sistema creado en 1978. Lo ha conseguido hasta el punto de que la nueva generación ya no llama a esa época la «Transición», sino el «régimen del 78». Lo que acabas de decir sobre Don Juan Carlos forma parte de esa penetración de la campaña. Hay dos cuestiones que es necesario subrayar al respecto. Por un lado, el fiscal suizo Yves Bertossa, miembro de la Justicia más independiente de Europa y de extrema izquierda, analizó 32 años de actividad de Don Juan Carlos sin inviolabilidad y firmó que no encontró ni un indicio de delito, ni uno solo. Luego, Dolores Delgado, fiscal también de extrema izquierda, le analizó ocho años sin inviolabilidad —desde 2014 a 2022, cuando ya no era Rey— y tampoco encontró ningún indicio. El hecho es que se ha comportado siempre conforme con la legalidad. Lo que hay que hacer es, cada uno con sus ideas, tratar de que no se quebrante la estabilidad, la prosperidad y la libertad que ha conseguido España con la restauración de la Monarquía.

Luis María AnsonPlatón

¿Cree que la Monarquía es la última frontera de la izquierda?

Para un sector, sí. Hay otro de la izquierda muy serio —empezando por Carrillo y, sobre todo, Felipe González— que se dio cuenta de que consolidar la Monarquía de todos era la garantía de mantener la democracia. Y hoy sigue siendo la garantía. Si los que hostigan a la Monarquía suben al poder, tendremos un sistema parecido al que tienen en Venezuela.

Usted formaba parte del Consejo de Don Juan y pudo ver muy de cerca al padre de Felipe VI, tanto en Estoril como en Madrid. ¿Qué es lo mejor de su carácter?

Eso que dice me entristece mucho, porque soy el único que queda vivo. Don Juan Carlos tiene un amor a España desmedido, como lo tenía su padre. Ha estado siempre al servicio de España y de los más desfavorecidos: cuando pasó por las tres academias en tiempos de Franco, lo demostró hasta la extenuación. Y lo estará siempre. Don Juan tenía un sentido del humor muy británico; Don Juan Carlos lo tiene más bien un poco cuartelero. Yo coincido más con el primero, pero cada uno tiene sus virtudes y sus defectos.

¿Cree que esa incertidumbre de la infancia y esa supuesta falta económica marcaron toda su biografía?

No sabría contestar a eso. Don Juan nunca aceptó un céntimo de ningún aristócrata ni de Franco. Tenía dinero suficiente para vivir en el exilio como un Rey modesto, no suntuoso. Alfonso XIII dejó una herencia de gran envergadura y Don Juan como hijo y heredero no tuvo ningún problema económico para vivir con dignidad.

Le cuento una anécdota muy reveladora. Cuando Don Juan decide irse a Portugal porque Franco le acusaba de masón, de rojo, de borracho y de mil cosas, le recibe en el aeropuerto de Lisboa Nicolás Franco, hermano del dictador y embajador de España. Como todo el entorno de Franco, le da tratamiento de Majestad y le ofrece el coche oficial para trasladar todo su equipaje. Don Juan se vuelve entonces a su secretario, Ramón Padilla, y le dice: «Padilla, pídeme un taxi». Ese era Don Juan.

En 1943 Franco le ofreció por carta todo. Casa civil, casa militar, palacio, presupuesto, ser Príncipe de España... Todo lo que luego propuso al hijo. Don Juan contestó con un telegrama que decía: «No acepto». Esta manera de ser suya hizo que toda la izquierda en el exilio le viera como la figura la clave de la oposición contra Franco.

¿Se está replicando ahora con Felipe VI aquella relación tensa entre Don Juan y Juan Carlos I?

Esa es una cuestión muy difícil de contestar porque habría que meterse en su cabeza. Don Juan Carlos ha tenido una admiración inmensa por su padre como Rey y también por su cultura, su sagacidad y excepcionalidad. En lo que yo he visto solo hubo un momento —desde el 20 de julio de 1969, cuando fue proclamado sucesor a título de Rey, hasta el 10 de septiembre— en que no hablaban. Doña María hacía de enlace. Después se solucionó y las relaciones fueron normales: las de un padre con su hijo y las de un Rey con su Heredero.

¿Y entre Don Juan Carlos y su hijo? ¿Cree que se ha restablecido la relación?

No tengo información suficiente. Jamás hablo de la Familia Real ni de mis contactos personales. Solo lo hice en el libro sobre Don Juan y porque me lo pidió él. No sabemos si todo ha sido una operación en la que Don Juan Carlos y su hijo, Don Felipe, están de acuerdo, o si se ha producido distancia por otras circunstancias. Don Felipe ha tenido una actitud de extraordinaria sagacidad y visión de la realidad ante un Gobierno de Frente Popular. Si hubiera salido a defender a su padre, habría arrastrado a la Monarquía al terreno político y la habría sacado de su superioridad, que es la neutralidad. Eso habría sido un error. Creo que lo ha hecho muy bien y que le ha aconsejado muy bien la Reina. Ha tenido la suerte de tener una madre muy inteligente, que vivió la caída de su propia monarquía, la de Grecia, y sabe cómo se mueven las cosas. Eso le ha obligado inevitablemente a distanciarse de su padre.

Hablaba ahora de Doña Sofía. Esta pregunta es un poco cuartelera también, pero inevitable, ¿han sido las mujeres la perdición de Don Juan Carlos?

Yo creo que se casó muy enamorado de Doña Sofía, y Doña Sofía de él. Tuvieron una relación de pareja admirable, pero el tiempo desgasta las relaciones. Le pasa al 80% de los matrimonios. Él tuvo que casarse con una princesa de sangre real, no podía elegir libremente, como sí ha podido hacer Don Felipe. Eligió a alguien de quien se enamoró, pese a la hostilidad de la reina Federica. Han pasado casi 60 años de matrimonio, hay que ser comprensivos. Don Juan Carlos siempre ha sido un hombre atractivo, con éxito, y eso ha facilitado esas relaciones. Pero no hay que darle tanta importancia. Si repasas los reyes de España, Felipe IV tuvo 42 hijos reconocidos y más de un centenar naturales; Carlos I tuvo varios hijos naturales; Felipe II para qué te voy a contar. Es la naturaleza humana, acentuada por la obligatoriedad de matrimonios de Estado.

Luis María AnsonPlatón

¿Cree que el Rey debe morir en España?

Absolutamente.

Ahora mismo no parece que vayamos en esa dirección.

No lo sé. Quizá Don Juan Carlos viva aún diez, doce o quince años más. Tiene 87 años, cumplirá 88 en enero. Está bien dentro de lo que cabe, ha tenido muchos problemas de movilidad, de cadera, pero nada grave. Con un Gobierno distinto lo normal sería que regresara y se instalara definitivamente en España hasta que le llegue la muerte.

A Don Juan Carlos la derecha franquista lo tachaba de traidor y ahora un sector ultra acusa a Felipe VI de «venderse» al Gobierno de Sánchez.

Sí, para los del movimiento nacional era «el Borbón traidor». Y ahora hay un sector que cree que Don Felipe debería tener otra actitud, más combativa. Se equivocan. Ya habló cuando debía hacerlo, tras el intento de independencia de Cataluña. Luego acertó al dar un paso atrás y mantenerse discreto para no ser fustigado. Don Felipe está haciendo lo que debe al servicio del pueblo español, no de la institución monárquica. Y lo está haciendo asombrosamente bien.

Ese mismo sector tampoco acogió bien a Doña Letizia porque no era una de los suyos, era más bien una de las nuestras. Pero tampoco se lo puso fácil la Familia Real.

Eso que dice es exacto. Y hay que reconocer que ha sabido encajar los golpes con serenidad, ganándose no solo el cariño del pueblo sino también el respeto del entorno. La Doña Letizia de hace veinte años y la de ahora son distintas. Es una compañera nuestra que ha sabido integrarse y conquistar lo que le era hostil. No lo ha tenido fácil y ha demostrado una enorme capacidad para adaptarse a algo complicadísimo. La gente cree que ser reina es divertido, que se trata de ir a recepciones, de viajar... Pero la Corona es durísima. Y ella no solo ha hecho todo eso sin quejarse jamás, sino que ha asumido la educación de sus hijas. Los frutos de Doña Letizia son evidentes: ha criado a dos hijas sencillas, solidarias, con sentido del humor, mujeres de nuestra época. Doña Leonor se ha convertido en un icono para la gente joven. Hay una parte de la nueva generación que la ve como un ejemplo. Eso lo ha conseguido Doña Letizia.

¿Dónde estaba aquel 22 de noviembre de hace 50 años? ¿Qué estaba haciendo?

Me acuerdo muy bien. Yo era director de la revista «Blanco y Negro» al frente de un equipo estupendo. A mí Franco me había puesto una multa terrible y me trajo por la calle de la amargura. En una cena que me ofrecieron por el Premio Luca de Tena en un hotel madrileño yo había dicho lo siguiente: «Estoy seguro, señores, de que dentro de muy poco tiempo volveremos a escuchar, sobre las losas cargadas de historia del Palacio Real, los pasos amigos del monarca que llega». Para qué te quiero contar... Ese 22 de noviembre, cuando el Rey entró pisando las losas cargadas de historia, lo reproduje. Lo recuerdo como si fuese hoy.

¿Cree que va a hacer justicia el paso del tiempo a Don Juan Carlos?

No tengo la menor duda. Dentro de 100 o 200 años los historiadores van a ser objetivos. Se olvidarán de esas menudencias y quedará lo esencial: un Rey ungido por Franco que, después de 40 años de dictadura, renunció uno a uno a todos los derechos que le había otorgado el dictador para que se crease una democracia pluralista plena. Ese trasvase causó una admiración mundial. Recuerdo las palabras del presidente italiano en un acto de la agencia Efe en la plaza Navona: «Yo soy eurocomunista, he estado en la cárcel con Gramsci, no abdico de mis ideas, pero les quiero decir que si en este momento hubiese un diferendo internacional que necesitara arbitraje, todos aceptaríamos al Rey Juan Carlos como árbitro». Hasta ese punto llegó su personalidad y prestigio.

El año pasado reveló cosas que no había contado sobre el 23-F y la «Operación De Gaulle». ¿Qué nos queda por saber?

Yo creo que aún hay un 5% de lo que ocurrió que solo conoce Don Juan Carlos. Felipe González seguramente sabe ese 95% restante. Pero no es tan difícil de entender. ETA estaba asesinando militares, cayeron 150 en un año. Eran compañeros de Don Juan Carlos. Estaban indignados porque Adolfo Suárez los enterraba a las cinco de la mañana, sin honores. Y entonces Alfonso Armada, que cometió traición aunque él lo negara, concibió la siguiente operación: que los militares de Franco volvieran a tomar el poder. Como aquello el Rey no lo iba a aceptar le engañó diciendo que se formaría un gobierno de concentración nacional liderado por Felipe González con socialistas, comunistas, democristianos e independientes y con gente como Ferrer Salat y yo mismo. Fue todo un engaño.

¿Cuándo se da cuenta el Rey?

El 23-F a las seis de la tarde, Armada, teniente general del Ejército, le dice al Rey que no puede convencer a Tejero, que era solo un teniente coronel de la Guardia Civil. Ahí se da cuenta de que le han traicionado. Rompe con Armada, con el que nunca volvió a hablar, pide hablar por televisión y hace el discurso que todos conocemos ordenando a los militares sublevados que regresaran a los cuarteles. Salvó para España la democracia y la libertad. Eso lo han reconocido desde Carrillo hasta Felipe González.

Le he oído explicar esto alguna vez y me sigue haciendo mucho ruido la idea de que el Rey estuviera dispuesto a permitir una salida no votada en las urnas.

Eso que dice es exacto, y no va a dejar de discutirse nunca. Cada aniversario, cada documento que salga, se seguirá especulando, porque hay un sector republicano al que no le interesa que Don Juan Carlos conserve esa imagen positiva. Por eso necesitan decir: «El Rey estaba implicado en el golpe».

Es que lo había aprobado.

No. Le engañaron. Se trataba crear una situación crítica para forzar una salida política, pero se hizo fatal. Se podía haber fabricado en el Consejo de Ministros, no en el Parlamento y delante de 350 diputados. Él había aceptado que se hiciera un Gobierno de concentración nacional.

Sí, pero después de una asonada, ¿no?

Después de una situación crítica.

Eso sigue sonando muy difícil de digerir.

No se lo oculto, pero ¿cómo haces la operación para cortar a los militares franquistas, cuando el ejército seguía siéndolo y estaba dispuesto a tomar el poder? Al final, el Rey decidió hacer algo que le podía haber salido mal: desde la televisión, les ordenó que volvieran a los cuarteles. Y le obedecieron.

Hablemos de quién asesoraba a Don Juan Carlos. Siempre cita a Torcuato Fernández-Miranda como el más importante.

Fue clave. Primero, porque el Rey le admiraba. Segundo, porque Torcuato tenía una visión clarísima: la Monarquía que Franco quería —una especie de modelo marroquí, con un rey ejecutivo— era imposible. Había que transformarla en una parlamentaria, como las europeas.

¿Fue el arquitecto de la Transición?

De Suárez yo solo puedo hablar bien, pero no tuvo nada que ver en la proclamación de una democracia pluralista plena. El autor de la Transición se llama Torcuato Fernández-Miranda. Recuerdo que Don Juan decía que había perdido la autoridad sobre su hijo, que obedecía a Torcuato.

¿Le costó mucho convencer al Rey de que aceptara ese tipo de Monarquía?

Sí, sobre todo cuando le quitó todas las funciones. Por ejemplo, el rey de Bélgica podía disolver el Parlamento en situaciones extremas. Aquí Fernando Abril y Suárez defendieron lo contrario. Si le dabas ese poder lo iban a acosar y podía acabar como Alfonso XIII. Había que blindarlo: el Rey español tenía que ser como el de Dinamarca o Suecia, sin funciones políticas.

¿Los últimos movimientos de Don Juan Carlos, como la querella contra Revilla o el libro de memorias, indican que está mal asesorado?

Seguramente. Yo creo que ahí se ha equivocado completamente. Tengo muchas dudas sobre ese libro; creo que le va a perjudicar. Con figuras como Don Juan Carlos no basta con analizar la acción —que él puede ver como legítima—, hay que medir la reacción. Y la reacción pública multiplica el coste por diez. En el caso de Revilla, por cincuenta.

¿Se está reivindicando mal?

No es inteligente. También tiene mucha edad, está fuera, y está muy indignado con muchas cosas. Eso se nota. Mucha gente le aconseja, otra cosa es que haga caso.

¿Habla con él?

Yo sigo una regla británica que me enseñó Don Juan, lo que llaman «cubrir a la Corona». Cuando hablas con la Familia Real no lo cuentas. Porque puedes poner en boca del Rey algo que te dijo en privado y que no conviene que se sepa públicamente.

¿Fue la Prensa demasiado benévola?

Sí, pero no me incluya. Yo he sido siempre muy crítico. Siendo director de un periódico, yo no le he pedido nunca una audiencia a Don Juan Carlos. Cada vez que me han llamado, he ido, pero no lo he solicitado. Hasta ahí llega mi cortesanismo. Probablemente se le debió hacer más crítica y someterlo a un mayor análisis. Pero también es cierto que fue un Rey sorprendente.

¿Cree que Leonor va a llegar a reinar?

Más bien yo apostaría que sí. España hoy está dentro de Europa, en Schengen, en el euro. Cuando ha habido veleidades en Grecia con Syriza, Europa ha dicho «ni hablar». Ese condicionante europeo puede ser decisivo para la continuidad de la Monarquía. Don Felipe está muy sano, es muy joven. A Doña Leonor le queda mucho tiempo.

¿Va a despedir España a Don Juan Carlos por la puerta de atrás?

Si muere estando un Gobierno como el actual de Frente Popular, recibirá críticas muy acerbas y poco reconocimiento de lo que ha hecho. Si hay un Gobierno neutral o de centro, normalmente se le reconocerá su significación en la historia moderna de España. Es el motor del cambio, el constructor de la democracia pluralista plena.