Política

Rajoy, año II

Maestro de la calma: de Yibuti a Moncloa

La Razón
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En la mañana del día veinticinco, Mariano Rajoy se dirige a casa de su suegra, en la localidad gallega de Sanxenxo, para la tradicional comida de Navidad. El temporal de viento y lluvia es de campeonato. Le acompañan su mujer, Elvira, sus dos hijos, algunos sobrinos, y dos amigos cercanos, la presidenta del Parlamento gallego, Pilar Rojo, y su marido, Alfredo Díaz. El presidente del Gobierno saluda cordialmente a un grupo de periodistas locales: «Feliz Navidad, hace mucho frío, pero lo peor ha pasado ya», comentó en referencia al vendaval que azotaba las costas de Galicia. En efecto, Rajoy había cambiado el calor de Yibuti, en el Índico, dónde visitó a nuestras tropas, por un chaparrón en toda regla y enormes olas avistadas desde su piso. Fiel a su estilo, capea con serenidad la ciclogénesis borrascosa.

El mismo tono apacible al hacer balance de sus dos años en La Moncloa. El trabajo bien hecho, aunque duro. Sosiego sin provocaciones, pero firme, frente al desafío secesionista. Y una apuesta de confianza en el futuro, convencido de que el peor trago, lo más amargo, queda atrás. Rajoy llegó a su casa de Sanxenxo procedente de Yibuti para cenar con su esposa, los niños y su padre, en la mesa de siempre, junto al Belén decorado por Viri que ahora, ya libre del esguince de tobillo, puede incluso elevar hasta el techo. Dicen sus allegados que ella aderezó unas buenas centollas, manjar que gusta a la familia. Al día siguiente, en casa de la madre de Viri, una excelente cocinera, celebran el almuerzo navideño a base de vieiras y besugo. El poder no altera las costumbres de un hombre muy arraigado a su tierra y tradiciones.

El jueves veintiséis, de vuelta a Moncloa. A primera hora, preside la Comisión Delegada para Asuntos Económicos y prepara el Consejo de Ministros, minuciosamente detallado por la incansable Soraya Sáenz de Santamaría. La vicepresidenta y el núcleo duro del Gobierno, integrado por Cristóbal Montoro, Ana Pastor y Fátima Báñez, ultiman con un sinfín de papeles el cierre del año y preparan a conciencia la comparecencia del presidente. Polémicas nunca faltan, como el famoso «tarifazo» eléctrico, la Ley del Aborto, Cataluña... Mariano Rajoy se mantiene sereno y no se sale del guión. Hace un balance realista y «de valentía», como dice la canción. A él, muchos le buscan las cosquillas, pero pocos le encuentran. Gallego en estado puro, sabe que dos nunca discuten si uno no quiere.

Tras la rueda prensa, regreso a Galicia para apurar estos días navideños, hasta la Pascua Militar, el seis de enero en el Palacio Real, y el próximo Consejo de Ministros, el viernes once. Si el tiempo no lo impide, Rajoy quiere pasear y montar en bicicleta, pues el ejercicio le ayuda a combatir «el mono» de sus ya lejanos puros habanos. Le gusta acudir a locales típicos de Sanxenxo, en la zona de Portonovo, y parece que este año sus hijos le deleitan con villancicos, versionados en inglés. No es un tipo de peleas, por lo que repele bien los ataques. ¿Cómo está el presidente?, se preguntan muchos. Con la calma que nunca le abandona, responden quienes están cerca y le conocen. En contraste con el mar enfurecido de su tierra y las olas bravas de la vida política, Mariano Rajoy es un maestro ante cualquier temporal.