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Patxi López: El hombre de Rubalcaba

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La Razón
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Patxi López ha mamado socialismo toda su vida. Su abuelo trabajaba en Altos Hornos de Vizcaya y perdió su vista trabajando en «la colada» –vertidos de hierro fundido– y su padre, Lalo, era un sindicalista de la Naval de Sestao. La política era algo cotidiano en casa de los López. Su padre dedicaba horas a un PSOE en la clandestinidad y fue encarcelado junto a Nicolás Redondo –los dos fueron desterrados– tras la huelga de brazos caídos de los metalúrgicos vizcaínos. Lalo acabó en Huércal Overa en Almería y su madre, Begoña Álvarez, en Cáceres, seguramente porque le decía a Francisco Javier, su hijo de ocho años, que «está detenido, pero tu padre no es un ladrón, él lucha por los demás». Así el pequeño Patxi se habituó a vivir en casa de sus abuelos y a tener bajo el colchón los panfletos que luego venía a buscar la policía.

Con estas enseñanzas, Patxi López Álvarez, un vasco de Coscojales –una calle del casco viejo de su Portugalete natal–, llegó a ser lendakari rompiendo el imaginario de los batzokis que consideraban «imposible» que un español –aunque fuera vasco– llegara a la presidencia vasca sin ser euskaldún porque eso no era lo que decía la leyenda de Aitor, el dios patriarca de los vascos, el que dividió en siete las tierras vascas.

Patxi es un hombre tranquilo poco dado a la bronca. Un melómano empedernido seguidor sin fisuras de Bruce Springsteen –procura no perderse sus conciertos en España– y coleccionista de vinilos que le llevó a ser del disc-jokey en la boda de Eduardo Madina. Tenía la decisión tomada, la de presentarse a las primarias, desde hacía días y llamó a Susana Díaz para comunicársela. Sabe que la tendrá enfrente pero no le importa. Tampoco parece que a la líder andaluza le preocupe. De hecho, a decir de sus allegados, Susana seguirá adelante, pero prefiere tener un enfrentamiento sosegado con el líder vasco antes que con Sánchez. Llamó a Susana y luego siguió con todos los líderes territoriales. Más de uno respiró hondo. Era una buena noticia. Con Miquel Iceta, del PSC, habló el último porque el catalán no le contestó la llamada hasta llegar a Barcelona para evitar la mala cobertura del AVE.

Su candidatura deja colgado del alero a Pedro Sánchez. Rompe el sector crítico y da carpetazo a la dicotomía de los últimos meses que pivotaba siempre sobre el ex secretario general. Patxi no se inmuta por muchas cosas. Lo demostró en su escueta presidencia del Congreso. No perdió la sonrisa ni la guasa para lidiar a los toros en los que se habían convertido sus señorías. Tampoco cuando Zapatero intentó evitar, proponiendo a Jáuregui, que fuera el secretario general de los socialistas vascos tras la ruptura de López con Nicolás Redondo Terreros.

Su mano derecha, Rodolfo Ares, en esta etapa de primarias, será un elemento fundamental. El que le ligará con Alfredo Pérez Rubalcaba que seguro que no es ajeno a este movimiento de Patxi López, el hombre tranquilo.