Aliados de Gobierno
Pedro Sánchez coquetea con el Ibex a espaldas de Yolanda Díaz
En el núcleo del presidente maniobran para limitar su liderazgo social y calmar al poder económico
Yolanda Díaz es la siguiente víctima de Pedro Sánchez. Una vez que la vicepresidenta y ministra de Trabajo cumplió su papel para el PSOE en las últimas elecciones generales con la plataforma Sumar, a Moncloa ya no le es útil, a futuro, seguir favoreciendo un liderazgo social alternativo que el presidente del Gobierno necesita para sí mismo, de manera que le compense el desgaste de la negociación con el independentismo. Sánchez, además, está jugando con varias barajas a la vez, de tal forma que por detrás ha empezado a recomponer relaciones con directivos del Ibex, a quienes intenta tranquilizar y les promete seguridad jurídica, hasta el punto de dejar en papel mojado algunos puntos relevantes del acuerdo de coalición que el PSOE firmó con Sumar.
Con el poder ya asegurado, a Yolanda Díaz van a empezar a multiplicársele la zancadillas, y lo relevante es que no solo le vendrán de la parte de Podemos. Las elecciones gallegas, vascas y europeas serán un bache lleno de dificultades para la argamasa coyuntural de partidos con intereses contradictorios que representa Sumar. Pero su principal problema puede venirle del PSOE, ya que los «fontaneros» electorales del presidente han visto que ahí tienen espacio donde morder. Las elecciones gallegas y vascas apuntan a marzo, o al menos con esta idea han empezado a trabajar ya los partidos. La ruptura de Podemos en el Congreso no facilita las cosas a Yolanda Díaz ni en Galicia ni en Euskadi, y en los dos casos es igual de importante no disgregar el voto.
El principal valor de Yolanda Díaz ha sido su capacidad de liderar la políticas progresistas, pero en esta nueva etapa Sánchez no puede permitirse el lujo de cederle ese protagonismo a la vicepresidenta porque es el único ámbito donde puede tener cierto margen de maniobra parlamentaria, salvo que se rompa la unidad de voto en la izquierda y el PSOE vote con la derecha.
Así, mientras que por un lado Sánchez está prometiendo a los grandes del Ibex contención fiscal, para ganárselos hacia su terreno y calmar la ansiedad que en esos ámbitos provoca la alianza de investidura, tanto por el flanco de izquierdas como soberanista, en Moncloa preparan su artillería para comerle el terreno a Yolanda Díaz, lo que, por otra parte, agrada bastante a algunos de los miembros del Gabinete continuista de la anterior Legislatura.
La ministra de Trabajo ha contado siempre con la protección del presidente del Gobierno, pese a las «ganas» que le tenían en otros departamentos porque siempre «ha ido por libre y pensando en su interés personal». El desafío de sobrevivir a los futuros golpes de Pablo Iglesias, vía Podemos, influirá también en la relación de equilibrios entre Sánchez y Díaz.
El presidente emerge en medio de este conglomerado de intereses contrapuestos como un jugador de mus al que le gusta arriesgar en los órdagos. Tan es así que en su entorno no tienen ninguna duda de que serán capaces de contentar a todos, y de mantener prietas las filas, simplemente con la coartada de que hay que aislar a la extrema derecha, entendida como tal el PP y Vox. La fórmula de Sánchez para sostenerse en el poder es colocar en el centro del tablero de juego las siglas de Vox, desde la confianza en que el PNV jamás dará el salto al otro lado para entenderse con el PP estando por medio Santiago Abascal. Estos escrúpulos no los tienen en Junts, que sí que creen que les conviene llegar a acuerdos puntuales con los populares.
La rebelión de los jueces no alarma en el núcleo de poder socialista. De hecho, hay quien cree que para poner sordina al contenido de las cesiones les es útil ese mantra independentista de que hay una «Justicia de partido, que trabaja al servicio de la derecha, y que no atiende a los criterios de legalidad».
La división y la confrontación es un modo de vida de este Gobierno, su sustento en una situación de precariedad parlamentaria que le obliga a ir concediendo pagos a cada uno de los partidos que apoyaron la investidura. Y que esos pagos aumenten la tensión entre los socios es otro factor del que Sánchez cree que puede sacar ventaja personal.
Lo que enlaza con los movimientos que se están produciendo a las espaldas de Yolanda Díaz, y que conectan al PSOE con un poder económico que, mientras que se cumpla la palabra dada de no entorpecer el negocio, no dirá ni «mu» contra la amnistía.
La diferencia de criterio sobre los impuestos a la banca y a las energéticas forma parte de este pulso, con cierta dosis de teatralidad, también es cierto, dentro de la izquierda. Sánchez solo quiere a los jueces en pie de guerra, y esto solo puede conseguirlo haciendo creer que traiciona su pacto con Yolanda Díaz.
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